¿Qué tienen en común un balcón en Verona, una tumba en el cementerio de Père Lachaise, en París y el Puente de Las Artes, situado también en la capital francesa?
¿Qué misterioso hilo conductor relaciona a una chica argentina con un policía libanés; a una locutora con una de sus alumnas o a un escritor viajero con una de sus lectoras?
No existe una respuesta lógica para reunir tantas historias, pero una palabra mágica e indefinible construye el puente imprescindible para volverlas afines: amor.
Eloísa Tarruella –guionista y directora- y Gato Martínez Cantó –productor- construyeron la maravillosa película documental –con una vuelta más- “El objeto de mi amor”, en la que mezclaron las caóticas –atractivas en gran parte por eso- ficciones de Romeo y Julieta, Abelardo y Eloísa y Olivier y La Maga con las reales historias de amor de Ariadna y Georges, Laura y Juan y Andrea y Silvina.
La propuesta está basada en un muy buen guión –escrito por Eloísa Tarruella-, que mixtura la ficción con historias reales de amor. Comienza con la bella Eloísa, que enhebra sus historias a partir de la propia. El hilo conductor de la película es una guionista –actuada por la propia Eloísa-, que escribe una historia de amor mientras espera que el amado se comunique a un teléfono rojo que, a pesar del deseo de la joven, permanece silencioso a su lado.
Mientras el amor telefónico se hace esperar, se relatan las historias de ficción –parte del film fue rodado en Europa-, mezcladas con las entrevistas a los protagonistas de los amores reales. Uno de los atractivos de la película es el condimento de las historias, que superan el ahogo de lo imposible para desembocar en el encuentro. De todos modos, no existe final en este film, sino transcurrir. Las historias continúan en este tiempo, son parte del presente, más allá del punto en que se encuentren.
Paralelamente, aparece la música en El Objeto de mi Amor. Florencia Albarracín y Juan Matías Tarruella, aparecen en un bello rincón -de San Telmo, probablemente- cantando la canción que compusieron para que fuera el leit motiv del film. Como para insistir en la temática amorosa, Juan Matías y Florencia también son pareja.
El atractivo del amor es que a veces parece imposible. La persistencia, la voluntad, el riesgo, el dolor de la distancia, la sensación de pérdida, la alegría del reencuentro o la sensación de que jamás ocurrirá aquello tan deseado han despertado a lo largo de los años esa épica que construyó uno de los mitos más visitados y menos comprendidos de nuestra civilización.
En cuanto a las tres historias que relata Eloísa Tarruella, tienen todos los condimentos de un romanticismo algo dejado de lado en las modernas fábulas amorosas de este siglo 21, que suelen optar por la vertiginosidad y el olvido antes que por la persistencia del amor.
Una distancia que no es olvido
Ariadna conoció a Georges por Internet. Comenzaron a cruzarse en un chat, luego ella viajó hasta Líbano para conocerlo y entonces nació el amor. Él se vino después hasta la lejana y sureña Argentina –en teoría, de vacaciones- y decidió no volver. La policía sólo le había concedido una licencia, por lo que la situación legal de Georges comenzó a complicarse. Mientras tanto, aquí en Buenos Aires había nacido el hijo de Georges y Ariadna, por lo que el uniformado tomó una decisión difícil: se volvió a Líbano para afrontar la situación.
Ni bien desembarcó en Beirut, Georges fue detenido y condenado a prisión por un mes. Entretanto, a Ariadna y a su pequeño hijo –ignorantes de lo que pasaba- sólo les quedaba rezarle a Saint Charbel, el santo libanés del cual se hicieron devotos ella y su marido ausente en una a Beirut cruzada por la guerra, los conflictos religiosos y las diferencias raciales.
Finalmente, Georges regresó a Buenos Aires con su nombre reivindicado, donde lo esperaban la dulce Ariadna y su hijo para seguir adelante con su historia, que en algún momento se pareció demasiado a lo imposible.
Ambos guardan desde entonces como objeto de su amor una imagen de Saint Charbel, aquel santo al que recurrieron en los momentos difíciles, cuando la incertidumbre pintaba su amor con la pátina de lo imposible.
Pioneras, madres y guerreras
La historia de Andrea y Silvina comenzó en una clase de locución, a la que Andrea –que era la profesora- llegó empapada e hizo un chiste malo sobre sus condiciones físicas en ese momento.
Comenzaron a “salir” mientras Andrea denegaba cualquier posibilidad de ir a más, pero la enamorada Silvina tejió su red y la locutora quedó atrapada dentro de ella. Fueron una de las primeras parejas favorecidas por la Ley de Matrimonio Igualitario y tiempo después tomaron la decisión de tener un hijo, pero la fertilización realizada con el semen de un donante desconocido tuvo un resultado inesperado: trillizos.
Para agravar la situación, los tres –a los que Andrea definió como “guerreros”- debieron pasar por un período demasiado largo de residencia en una incubadora.
Por estos días viven plenamente su amor y su maternidad y guardan como objeto de su amor los tres pares de anillos que utilizaron a lo largo de su historia, que para Andrea guardan la noción del infinito y de la unión.
Amor en movimiento
Juan es un hombre afortunado. Viajero y escritor, una página de uno de sus libros despertó en una bella chica el deseo de conocerlo, que culminó con un encuentro y continuó con el hallazgo de su compañera de ruta ideal.
Laura, mientras trabajaba en una agencia de turismo, leyó un párrafo del relato de los viajes de Juan en el que éste manifestaba su incertidumbre acerca de la posibilidad de conocer a quien compartiera su pasión por viajar y se animara a ir con él rumbo a alguna parte.
Ella pensó en escribirle un email, pero desechó la idea durante una semana, temerosa de que significara “un regalo”. Pero finalmente el deseo pudo más y le escribió. Él estaba en ese momento en Bolivia y le contestó que le gustaría encontrarla, proponiendo Córdoba como punto de reunión. Ella le contestó que prefería el noroeste y entonces el encuentro se produjo en Salta.
Luego, ambos jóvenes –son los menores de la historia, teniendo en cuenta que las otras dos parejas transitan por la mediana edad- relataron de manera muy picante su encuentro, que incluyó un viaje de Salta hasta Alemanía, a bordo del auto de una pareja que no hablaba y un primer beso que aconteció mientras miraban un mapa, manipulado por “nuestros deditos, que se tocaban mientras lo leíamos”, según Juan.
Desde entonces, los viajes de ambos adolecen del condimento de la soledad. El objeto de su amor es, como no podía ser de otra manera, el libro que los reunió, que será en sí mismo un objeto inanimado, pero resulta muy peligroso porque despierta la imaginación. Y de la imaginación a la realización hay la misma inesperada distancia cero que existe entre el amor y la indiferencia. ¿Será por eso que todas las dictaduras que en el mundo han sido optaron por el fuego como antídoto contra determinados libros?
La directora
Eloísa Tarruella es actriz, directora teatral, escritora, guionista y realizadora cinematográfica. Escribió, dirigió y protagonizó “Amorar”, una obra teatral que estuvo dos años en cartel, entre 2010 y 2011.
En 2010 dirigió el documental “Gené, en escena”, que trató sobre la vida y la obra del gran actor recientemente fallecido Juan Carlos Gené, que marcó una época en el cine, el teatro y la televisión.
Tarruella también ganó en 2010 el Premio Rey de España, que se les otorga a los jóvenes directores de cine por su película “Otoño”. Al recibir el premio, la cineasta dirigió a los presentes un recordado discurso, en el que destacó la tarea del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales y de su escuela de cine, que le permitieron estudiar la carrera.