Bielsa en su laberinto

Bielsa en su laberinto

La relación entre el Presidente y el jefe de la Diplomacia no atraviesa su mejor momento. El tema Baseotto, una respuesta en el Senado que no gustó a Kirchner y algunos cuestionamientos a su estilo personal enojaron al santacruceño. Intimidades de un cortocircuito que puede influir en octubre


La Capital Federal es un distrito históricamente poco permeable al peronismo. Voluble, esquiva, después de Cromañón las dificultades se multiplicaron a la enésima potencia. Néstor Kirchner está preocupado porque en su estrategia la Capital Federal juega un papel fundamental, después de la Provincia de Buenos Aires.

Así las cosas, Lilita Carrió por centroizquierda y Mauricio Macri, por centroderecha, desplazan hoy por hoy a los eventuales candidatos del oficialismo. Por esa razón, Kirchner insiste con que la figura que mejor mide en territorio porteño es el canciller Rafael Bielsa para encabezar la lista de diputados nacionales.

Sin embargo, la relación entre el jefe del Palacio San Martín y el Presidente no pasa por su mejor momento. Es que el canciller y sus principales colaboradores dejan trascender, cada vez que pueden, el rechazo a esa candidatura y el fastidio de “bajar” a la Capital.

Es más, si por Bielsa fuera, dejaría la política para volver a la actividad privada, donde podría obtener una mejor retribución económica por su trabajo.

Pero si tiene que elegir entre ocupar una banca en el Congreso o seguir en su puesto, no dudaría un instante en permanecer en la Cancillería.

Sólo un pedido personal del Presidente lo llevaría a competir en las elecciones de octubre.

El problema que se le plantea ahora, a Kirchner, es si debe elegir a un político que no quiere ser diputado. Sobre todo, porque ese pensamiento ya está instalado en el electorado porteño.

Además, Kirchner le reprocha a Bielsa mal manejo de las gestiones para relevar al obispo Antonio Baseotto. A su turno, Bielsa le cuestiona al Presidente su reacción iracunda que agravó el enfrentamiento.

Las definiciones que acaba de dar el canciller ante los senadores de la Comisión de Relaciones Exteriores colmó la paciencia de Kirchner, que no se caracteriza por tener abundantes cantidades de esa cualidad.

Allí Bielsa no sólo admitió la responsabilidad del Estado en el desconocimiento del caso de las narcovalijas, sino que lanzó un dardo -según leyó Kirchner- que irritó mucho más al Presidente.

Fue cuando el senador Eduardo Menem objetó que Kirchner no recibiera las cartas credenciales de los embajadores. "Su preocupación es la mía", se limitó a coincidir Bielsa y confesó que la Cancillería debe extremar "los gestos de cortesía" hacia los otros países para evitar ofensas. Kirchner se enteró y ahora está que trina.

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