Guillermo Oliveri ocupa una oficina en el noveno piso de la Cancillería, donde administra desde hace once años la relación entre el Gobierno y las religiones que existen en el país. Por eso se puede afirmar sin lugar a dudas que si una materia conoce este dirigente peronista porteño es la de trabajar en silencio para que los temas se ubiquen en el lugar que les corresponde.
Para colmo, el papa es argentino, lo cual hace que la función de Oliveri como secretario de Culto se vuelva más sensible dentro del Gobierno. Esta fue puesta a prueba la semana pasada, cuando la autenticidad de una nota que envió el papa Francisco, dirigida expresamente a la Presidenta de los argentinos, fue puesta en duda por los periodistas de algunos medios. Incluso, alguno de ellos rozó el ridículo por el fervor con que desmintió lo que finalmente se demostró que era cierto.
La ruta del telegrama cuestionado fue la habitual en los envíos de este tipo. El 22 de mayo, el mismo mensajero que siempre trabajó para la Nunciatura Apostólica dejó dos sobres en el noveno piso de la Cancillería. Uno iba dirigido al secretario de Culto y el otro a la Presidenta de la Nación. Oliveri abrió su sobre –en el que se le informaba del telegrama del Papa– y el otro, sin ser abierto, fue enviado a la Casa Rosada y recibido por Oscar Parrilli.
El texto era un saludo protocolar a la Presidenta y a todos los argentinos con motivo del 25 de Mayo, el día patrio de nuestro país. Los que conocen el lenguaje diplomático destacan en el texto el trato afectuoso que el Pontífice le dispensó a la Presidenta, a la que tuteó, a la vez que le hizo llegar su “cercanía”. Más allá de esto, la desmentida del responsable del Protocolo de la Santa Sede, el obispo argentino Guillermo Karcher, encendió una polémica que duró casi 24 horas.
El resultado final fue que Karcher debió salir a desmentir su desmentida, que el vocero del Vaticano, Federico Lombardi, certificó la autenticidad del telegrama que otros dijeron que era falso y que el diario La Stampa de Turín habló del “jueves negro” de la diplomacia vaticana, reconocida como una de las más eficientes del mundo.
La única pieza que falta para completar este complicado rompecabezas es la relación que existe entre Cristina y el papa Francisco, a la que Oliveri, ante Noticias Urbanas, califica como “muy buena”, a pesar de las versiones que difunde habitualmente algún sector del periodismo argentino.
Paralelamente a sus funciones como secretario de Estado, Oliveri es un reconocido dirigente del peronismo porteño, y el último 6 de abril fue elegido como consejero metropolitano en las elecciones internas de su partido.
“La reorganización del peronismo porteño es una muy buena resolución, porque se mezcló en la lista a cuadros partidarios con mucha experiencia, con muchachos jóvenes. Se logró una acabada síntesis, equilibrio y armonía, porque ahora estamos representados todos los sectores en este nuevo Partido Justicialista”, expresa el diplomático, ahora en clave política.
“Todos estos jóvenes se incorporaron a un trabajo que se venía desarrollando desde hace mucho tiempo. Todo empezó en aquel Cabildo Abierto que se realizó el 29 de mayo de 2010 a instancias del propio Néstor Kirchner. Este se realizó en el Club Unidos de Pompeya y reunió a todos los sectores que entonces formábamos parte del PJ porteño. La reunión se hizo, en realidad, por fuera del armado que intentaba hacer Alberto Fernández, que había generado un partido cerrado y sumido en la anomia”, recuerda el dirigente.
“Antes, en diciembre de 2009, Kirchner recibió a una delegación del peronismo metropolitano, estuvo como una hora y media con nosotros y nos insistió con que nos juntáramos. Así llegamos al Cabildo Abierto y hasta hoy, en que todo ese trabajo se cristalizó en una construcción política que nos va a permitir competir en 2015 contra el Pro y Unen, que van a ser los grandes rivales que vamos a tener”, anticipa Oliveri.
–¿Y ahora qué viene, mirando hacia 2015?
–Bueno, ahora, con el PJ renovado, tenemos que empezar a proponer nuestro proyecto, desarrollar políticas públicas y encontrar los hombres y las mujeres que sepan llevarlas adelante. Existe una materia pendiente, que es que haya un jefe de Gobierno que sea capaz de coincidir con las políticas nacionales. Nosotros, para ganar, debemos trabajar en las propuestas que surjan del trabajo colectivo en los barrios, las mutuales, los clubes, los sindicatos y las empresas recuperadas. Podemos ganar si nos organizamos de abajo hacia arriba.
–¿El sucesor de Macri será el candidato a vencer?
–No lo sé, las últimas encuestas le dan muy bien también a Martín Lousteau, o sea que Gabriela Michetti va a tener una competencia quizás inesperada. La ventaja que tiene ella es que para algunos sectores de clase media y alta, Macri gobernó bien la Ciudad. El problema de Michetti es que hasta ahora no demostró nada. No gestionó ni siquiera la Legislatura, no tiene ninguna experiencia real, que sí tiene Horacio Rodríguez Larreta, al que veo como el nervio de la gestión Macri.
–¿Cómo se integra el peronismo a esa asamblea, a veces tumultuosa, que significa Unidos y Organizados?
–Siempre vamos a las reuniones. Allí se pasa en limpio toda la actividad que llevan adelante las agrupaciones del kirchnerismo, que es el peronismo. Paralelamente, el peronismo tiene su propia dinámica interna, que es la que nos llevó a volver a la práctica de renovar la estructura del partido. Con esa mezcla que se formó se produjo el trasvasamiento generacional del que todo el mundo habló siempre, pero nunca había pasado de la teoría. El peronismo es un partido de gobierno, por lo que debe poseer cuadros y políticas adecuadas, para lo cual, el primer paso es la organización del partido, pero no es el único. Esta renovación que se produjo la alentaron y promovieron Néstor Kirchner y Cristina. A estos jóvenes hay que acompañarlos. Y en eso estamos.