Está algo molesta por una alergia que le hace picar la nariz. Y “preocupada”, entre risas, por su último cumpleaños, en estos días, antes de llegar a los 50. Quienes la frecuentan también la ven un poco cansada. Pero esto no tiene que ver tanto con su vida personal, sino con el doble (o triple) rol político que debe llevar a cabo por estos días. Además de su tarea como senadora nacional, Gabriela Michetti hace campaña partida en dos: en la Capital, por un lado; recorridas por el interior, por el otro.
A más de un año de la elección, la exvicejefa del primer gobierno porteño del Pro se siente útil y saca provecho de una multiplicidad de tareas que están relacionadas con su propio futuro político. Las alternativas son básicamente dos: candidatearse para reemplazar a su jefe político como máxima autoridad de la Ciudad o acompañarlo en la aventura de dar el salto nacional y repetir la fórmula que marcó el desembarco amarillo en la gestión en 2007. Ahora, claro, sería para la Presidencia.
“Con las recorridas por la Ciudad y con la fundación que va a lanzar para hacer más tareas solidarias en los barrios, Gabriela se consolida como precandidata porteña. Con las recorridas por el interior se proyecta como dirigente nacional. Y eso, además de servirle como potencial candidata a vicepresidenta, también le da más volumen para posicionarse en la Ciudad como una dirigente no solo vecinal, le da otro estatus”, se entusiasman cerca de Michetti.
El plan de campaña, conversado en horas de trabajo con el propio Macri y con el “armador” y ministro Emilio Monzó (el funcionario con quien hoy mejor relación tiene la senadora), prevé dos días de campaña por las provincias cada semana. El Pro aún padece el síndrome de la fuerza nueva: salvo Macri y Michetti, no hay dirigentes en el partido conocidos en el país más profundo. El resto puede hacer aportes pero más limitados: el rabino Sergio Bergman en algunos sectores, el ruralista Alfredo de Angeli y los “famosos” como Miguel del Sel en otros. Pero solo Mauricio y Gabriela, como gustan simplificarlos en el Pro, superan el 80 por ciento de nivel de conocimiento en el interior.
La relación entre ambos pasa hoy por un muy buen momento. Además de las reuniones de trabajo, Michetti, Macri y sus respectivas parejas suelen comer juntos, en ámbito familiar, al menos una vez por mes o cada dos meses. La relación personal, sin embargo, tendría influencia acotada a la hora de tomar la decisión final. La senadora cree haber pagado ya su derecho de piso. “El límite fue 2009, cuando dejó de ser vicejefa para ir a la Cámara de Diputados. Fue un esfuerzo por el Pro, pero por el que pasó los peores cuatro años de su vida política. Y no todos se lo reconocieron”, se quejan en la mesa chica de Michetti. El pase de facturas, claro, no incluye a Macri. Aunque la legisladora ya dio una muestra de independencia cuando el Jefe de Gobierno le pidió mudarse electoralmente a la provincia de Buenos Aires y ella eligió ir al Senado por la Ciudad.
Ahora, por el contrario, Michetti agradece un gesto de su jefe que, en la intimidad, considera contundente: las primarias para elegir los candidatos en la Ciudad. Es la herramienta que, cree, la pone por encima de todos sus compañeros de partido si es que decide jugar por el sillón de Bolívar 1. La senadora lidera por lejos las encuestas entre los dirigentes del Pro y relega a su histórico “enemigo” interno, Horacio Rodríguez Larreta. El jefe de Gabinete jura que dará pelea en cualquier circunstancia. Fiel a su estilo, la senadora le reconoce la capacidad de trabajo a Larreta aunque sigue sin entender “su obsesión” por reemplazar a Macri.
En su plan porteño y casi como un juego, Michetti hasta imagina quién podría ser su “Larreta” en un eventual Gobierno de la Ciudad. “Le gusta Andrés Ibarra”, es el primer nombre que aportan sus allegados. También valora mucho la tarea de Hernán Lombardi, ministro de Cultura. Otro dirigente con el que se muestra a gusto por estos días es con su colega de bloque Diego Santilli. ¿Fórmula en puerta? Imposible adelantarlo ahora.
Paradójicamente, hay otro porteño al que la senadora pondera y que podría convertirse en su principal rival en la elección: el economista y diputado de Unen Martín Lousteau. Ambos estuvieron cerca de compartir boleta el año pasado, pero las negociaciones no prosperaron y el exministro de Cristina terminó en el espacio progresista. Hoy la vuelta es impensada. Michetti sigue penando por el error de no haberlo incorporado. “No se lo trató como merecía”, dicen los michettistas, en un pase de facturas interno indeterminado.
En cuanto al armado nacional, Michetti apunta al discurso y la acción. Con la palabra, busca transmitir en las provincias el mensaje de que la llegada de Macri marcará el quiebre de decenas de años de gobiernos peronistas y radicales con final infeliz. Es la idea algo gastada de “somos lo nuevo”. Pero, además, la exvicejefa aprovecha ciertas buenas relaciones para intentar arrimar dirigentes de otros partidos que cuadran con el mensaje del Pro. No imagina, como otros, un acuerdo de cúpulas con la alianza Unen. Cree más en la suma de aspirantes del interior que necesiten un buen candidato a presidente y encuentren en Macri esa llave. También valora a otros dirigentes de mayor peso como Ernesto Sanz o Elisa Carrió y no descarta que, si la fuerza progresista no repunta en las encuestas cuando se acerque la elección, parte de ese armado también termine pegado al Pro. Para entonces, lo que también estará definido es su propio futuro: ¿otra vez ladera de Macri o por fin su sucesora porteña? El 2015 podría marcar un nuevo quiebre en su carrera política.