Los restos del artista Rogelio Polesello, referente de la abstracción geométrica en la Argentina, eran velados esta mañana en la Legislatura porteña.
El último adiós al pintor y escultor, quien falleció este domingo a los 75 años, se lleva a cabo en el Salón Presidente Perón.
Falleció de un infarto, asociado a una complicación bacteriana. El año pasado ya había sido operado de un aneurisma en la aorta.
Nacido el 26 de julio de 1939 en Buenos Aires, Polesello se formó en la Escuela Manuel Belgrano y se graduó de profesor de dibujo, grabado y escultura en la Prilidiano Pueyrredón, pero el rumbo de su arte se terminó de sellar en una agencia de publicidad, donde trabajó algunos años.
Su producción se definió por una versatilidad a la hora de experimentar con materiales no convencionales que acompañó con la decisión de moverse por el arte sin mapas ni brújulas impuestas por el canon.
Polesello dominó en el terreno del arte óptico a partir de la experimentación con el acrílico, un material que dinamizó obras que se bifurcan en falsos espacios y volúmenes recorridos por geometrías y colores, aunque en los últimos años se inclinó por una suerte de minimalismo definido por la preminencia del blanco y el negro.
Sus obras están desplegadas en colecciones particulares y grandes museos, como el Guggenheim de Nueva York, el Tamayo de México, la Colección Rockefeller, el Museo Nacional de Bellas Artes y el Malba, que justamente le pensaba dedicar una retrospectiva el año próximo.
Los premios también acompañaron su trayectoria, entre ellos el del Salón Esso de Artistas Plásticos de Latinoamérica (1965), el Braque del MNBA (1968), el Gran Premio de Honor LVII Salón Nacional (1988), el Primer Premio Mural INET (1998), el Gran Premio de Honor del FNA (PK) (2003), el Trabucco de la ANBA (2006) y el Konex por partida doble, en pintura y escultura.
La versatilidad con los materiales y los soportes acercó a Polesello a campos poco convencionales para un artista -como el diseño de la pintura de un automóvil para un coleccionista- pero también a incursionar en el arte social con un mural para el subte, otro en el aeropuerto de Ezeiza y el monumento a los Héroes de la Batalla de la Vuelta de Obligado.
Esta última, emplazada en noviembre de 2010 a orillas del Paraná y cerca de San Pedro, dejó grandes cadenas de hierro, inspiradas en las que se usaron en 1845 para detener el avance de la flota anglo-francesa.