Por lo bajo y sin hacer mucho ruido, comienzan a notarse síntomas de que el calendario electoral se acerca y a algunos les preocupa cómo ese vendaval los dejará parados. Es que terminado el Mundial en Brasil y las vacaciones de invierno, el almanaque grita una verdad irrefutable: en 12 meses serán las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias.
Es así como en la provincia de Buenos Aires, el peronismo en plena ebullición muestra fotos dispares pero con un eje en común: la fragmentación interna. Hasta en el massismo, una fuerza nueva, florecen a nivel local las divisiones (que buscarán dirimirse en las PASO).
En el peronismo oficialista, que va desde La Cámpora hasta el sciolismo, ocurre algo similar, aunque por su propia lógica interna (y una coyuntura difícil para el gobierno nacional) los trascendidos son menores. Pero algunos empiezan a tener preocupaciones de cara al armado del año próximo.
“Scioli va a entregar la lapicera con tal de ser candidato por el kirchnerismo”, dijo a Noticias Urbanas un concejal de Lincoln que pidió reserva. El dirigente peronista de la Cuarta Sección electoral se refiere a un temor creciente en esa región del centro bonaerense: que el ministro Florencio Randazzo y el presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez, oligopolicen el control de las listas para la Cuarta.
Randazzo (Chivilcoy) y Domínguez (Chacabuco) son los Barones de esa región, que aglutina además a municipios como Pehuajó, Trenque Lauquen y Bragado, entre otros. En el fragor de la disputa por encabezar el kirchnerismo, algunos peronistas que apoyan la candidatura de Scioli temen que el gobernador ceda influencia en la Cuarta.
“Algunos dicen que Randazzo y Domínguez jugarán juntos en la próxima elección y van a definir los candidatos ellos en la Cuarta. Por eso el que milita en el peronismo no ultra-kirchnerista no tiene incentivos para dar una batalla interna. Y Scioli va a dejarlos jugar a ellos. Por eso, voy a decidir a último momento de competir, y ver qué pasa con Macri”, explica en discreción el concejal.
Es que el jefe del gobierno porteño viene repuntando en las encuestas y, como se sabe, está hambriento de dirigentes que puedan darle hueso a su esqueleto electoral, escaso en la Provincia. Es por eso que algunos peronistas lo ven como un potable Plan B, con tal de no caer, una vez más, en las redes del cristinismo duro.