Un estudio realizado por la Organización de las Naciones Unidas –que fue publicado este jueves en Tokyo- arrojó una cifra, no por esperada menos escalofriante: 2.200 millones de personas, casi un tercio de la población mundial, viven en la pobreza o se encuentran al borde de estarlo.
Para que el panorama empeore aún más, en el estudio no se descarta que las crisis financieras y las catástrofes por venir podrían colaborar a elevar sensiblemente esa cifra.
Para la ONU, 1.200 millones de personas deben arreglárselas con 1,25 dólares o menos por día. Paralelamente, 1.500 millones de personas de 91 países en desarrollo eluden la pobreza por muy poco, aunque sin alejarse demasiado de esa frontera sutil que separa a pobres de indigentes. Es necesario reparar atentamente en los volúmenes de personas que viven en la pobreza, teniendo en cuenta que en todo el planeta viven alrededor de siete mil millones de terráqueos.
Por suerte la pobreza –para la ONU- sigue disminuyendo en el mundo, aunque atribuyen las vicisitudes que afectan al nivel de vida de las personas a las fluctuaciones en los precios de los alimentos, a los cambios climáticos y a los conflictos.
El informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) informó además que para otorgar prestaciones básicas a todas las personas que viven en situación de pobreza en el mundo bastaría con invertir una cifra casi irrisoria, que afectaría menos del dos por ciento del PIB mundial.
La administradora del programa de la ONU, Helen Clark, sostuvo que “hacer frente a las vulnerabilidades permitirá que todas las personas participen de los avances en materia de desarrollo, logrando así que el desarrollo humano sea cada vez más equitativo y sostenible”, al presentar el informe, que llevó por título “Sostener el progreso humano, reducir vulnerabilidades y construir resiliencia”.
De manera algo confusa, en el informe se afirmó que “un conjunto de medidas básicas de protección social será asequible para los países con bajos ingresos mediante la redistribución de fondos y el aumento de sus recursos nacionales”, sin dejar claro de qué manera sería posible dejar de lado las presiones de los sectores económicos que se benefician con las mayores ganancias que producen las actividades económicas.
La ONU recordó, por fin, sin abandonar su habitual lenguaje diplomático, que sería importante, para terminar con las desigualdades sociales y ecdonómicas “no sólo reducir sus niveles a cero, sino asegurarse también de mantener estos logros”.