Aníbal Ibarra demora los cambios en su gabinete porteño que le exige la candidatura del secretario de Salud, Aldo Neri, a diputado nacional. Hasta ahora el jefe de la ciudad no extendió tanto tiempo un permiso para los funcionarios-candidatos, pero la vacilación con respecto a quién reemplazará al alfonsinista provoca el retraso.
En el momento en que se produzca la retirada de Neri, Ibarra quiere aprovechar para hacer otra corrida de delarruistas de su gestión. Lo que sucede es que en el área de Salud, que comandó Marcos Büchbinder al inicio de la gestión frepasista, sobreviven funcionarios de segunda y tercera categoría que fueron heredados de la administración porteña de Fernando de la Rúa.
La Alianza, fortificada en la ciudad con frepasistas y la línea antioficialista de la UCR, cree que tiene allí una célula lombardista manejada por el ministro de Salud de la Nación. Señalan por ejemplo a Amanda Rubilar, quien se desempeña en la parte administrativa del área desde el 6 de agosto de 1996, día en que asumió De la Rúa la jefatura porteña.
El problema ahora para Ibarra es convencer al terragnismo que Juan Carlos Farizano no es el mejor postulante para actuar en la cura de los porteños. Ese diputado nacional, ex presidente del Concejo Deliberante, antecedente que provoca el mayor veto para su consagración- no renovará su banca y a cambio se le prometió un cargo en el gobierno de la Capital.
La oferta ahora para Farizano es que, en lugar de la Secretaría de Salud acepte en la dirección del Mercado Central la silla que dejará el jesusista del Centenario, Horacio Vivo, también candidato a diputado nacional. Es decir, Ibarra quiere convencer al médico de que es lo mismo controlar hospitales que cajones de manzanas y peras, toda una metamorfosis.