No es la economía, estúpido

No es la economía, estúpido


La versión original de esta frase (“es la economía, estúpido”) podría haber sido descartada por discriminatoria o de mal gusto, resultó tan real, tan descriptiva y tan terminante, que su sentido literal le dio fundamento a su perdurabilidad. Y, a partir de ello, se generaron innumerables adaptaciones y enfoques.

La Argentina ha venido sobrellevando situaciones que, a lo largo de los últimos años, muestran un deterioro en las bases de sus estructuras macro y microeconómicas; pero que, en el fondo, se generan por hechos que se encuentran en un nivel superior: la falta de definición y de organización institucional.

Desde el punto de vista económico, hay hechos que si tomamos puntualmente, podrían relacionarse con los del tipo “causa – efecto”, es decir, que todo lo que ocurre en un momento, viene de algo inmediatamente anterior, que necesariamente lo produjo. Un ejemplo actual sería que: el dólar blue sube porque existe incertidumbre en el mercado, y, considerando el peso del dólar en la sensibilidad de la microeconomía; los ahorristas se refugian en esa moneda. Y que existe incertidumbre en el ahorrista porque teme por el poder adquisitivo de sus pesos. Y que teme por el poder adquisitivo de sus pesos porque hay inflación. Y que hay inflación porque hay aumento de costos (o, según otro relato: porque los empresarios inescrupulosos suben los precios). Y que hay aumento de costos (o avaricia según otro relato) porque aumentó el dólar y esto produjo aumentos de materias primas (o por las paritarias que aumentaron salarios).

Todas estas palabras marcadas son algunas variables de la política económica, es decir, se relacionan y fluctúan según las decisiones que se tomen. No varían por arte de magia.

La política económica de los países se define, en principio, en función de variables macroeconómicas y en función a convicciones de cada sociedad. Y este punto es fundamental para entender, no sólo la involución de los últimos años, sino también la de las últimas décadas.

Todos sabemos que la Argentina fue, hace 100 años, un país que organizó un modelo de riqueza desde lo económico. Eso no bastó.

Nos faltó riqueza como sociedad. Aún en épocas de gran crecimiento, fallamos como sociedad para organizarnos y respetarnos. Hace cien años con fraudes electorales, hace ochenta con golpes de Estado (desgraciadamente repetidos), hace sesenta con un populismo descontrolado, hace cuarenta con terrorismo (público y privado), hace veinte con pactos electorales y antirepublicanos y hace diez con el caprichoso manejo del poder, utilizado como herramienta del Estado, y no de los Ciudadanos.

Una primera conclusión. Resultan más claros y explicables los hechos que generan la falta de nuestra riqueza como sociedad, que los hechos que generaron nuestras crisis económicas.

Si en 200 años de historia Argentina pasamos por: los primeros 50 años hasta unirnos, los segundos 50 años para organizarnos, y los siguientes 100 años para desorganizarnos; ¡cómo no vamos a ser el país con mayor tasa de psicólogos por habitante!

Si no logramos madurar como sociedad, el hecho de conformarnos con que “30 años de democracia nos muestra como una sociedad madura”; es un típico consuelo demagógico.

No es lo mismo república que democracia, como no es lo mismo Estado que Gobierno. Y en estos últimos 30 años, desprestigiamos a la República, destruimos al Estado y descalificamos al Gobierno. Gracias a Dios que sostuvimos la democracia.

¿Qué significa “madurar como sociedad”? Significa que si pasamos de un tipo de orientación política de gobierno a otra (siempre en el marco de la democracia), el destino de la Argentina sea el mismo. Iremos más rápido (con progresistas o desarrollistas) o más lento (con conservadores o moderados), pero iremos hacia el mismo destino.

Significa que si nos organizamos como sociedad, respetando los valores republicanos y diseñamos estructuras políticas que sustenten, pero que principalmente respeten esto; podremos luego definir y encauzar la estructura económica que nos permita disfrutar de: salud, educación, alimentación, bienestar y calidad de vida.

Argentina debe saber “a que juega” en el mundo, en materia económica, en competitividad, en desarrollo. Sin esto, no habrá chances de mejorar nuestra calidad de vida.

Hoy, Argentina perdió el destino. Y lo peor, es que lo perdió cuando las variables económicas hubieran ayudado a tener una mejor calidad de tránsito hacia nuestro destino.

Significa que cuando hablamos de “pagar o no la deuda externa”, no hablamos de plata “de otros”. Hablamos de la nuestra. La podemos ver en hospitales, escuelas, rutas, plazas, energía, etc. Y no la podemos ver en la corrupción. En este sentido, también es mediocre lo de “roban pero hacen”. Y los argentinos nos acostumbramos a un conformismo cíclico que siempre tiene el mismo final.

Significa que si logramos que nuestros hijos empiecen a educarse sin nuestros prejuicios, sinnuestros modelos fracasados, sin nuestros paradigmas, sin nuestros recuerdos de “tal o cual líder”; seguramente ellos nos empezarán a guiar.

Significa que todo niño que reciba: educación, salud, alimentación y cultura del trabajo, sin dudas, construirá una Argentina con un destino claro y será un hombre más feliz.

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