El acto que se realizó el sábado 13 de septiembre en el estadio Diego Armando Maradona, donde Argentinos Juniors juega de local, dejó una larga serie de materias para analizar, más allá del sorpresivo debut público de Máximo Kirchner, que les hizo frente a los micrófonos por primera vez.
La primera materia a analizar es, precisamente, el estreno del hijo de Néstor Kirchner como orador y como hombre público ante la multitudinaria presencia de la militancia de La Cámpora, la agrupación que ayudó a crear. No es sencillo hablar en un acto público, y menos aún lo es hacerlo frente a miles de personas. Los asesores de imagen le hubieran aconsejado al joven que debutara en un espacio más pequeño y frente a una audiencia mucho más reducida. Luego, le hubieran dicho que fuera menos polémico de lo que fue. También le hubieran aconsejado que fuera más breve, porque es sabido que a mayor volumen discursivo es más fácil equivocarse.
A pesar de haber actuado como si los asesores de imagen no existieran, el discurso de Máximo –que es Kirchner– no abundó en aristas que le valieran más críticas que las que exceden el disenso político. En sus palabras, definió los principales enigmas que desvelan a la fuerza política a la que pertenece, desafió a los propios y a los extraños para que se animen a debatir y hasta lanzó mensajes hacia adentro y hacia afuera del kirchnerismo, con una autoridad que le desconocían los que lo representaban como un joven autista, apegado a los videojuegos.
Otra materia sobre la cual habría que poner la lupa es el poder de convocatoria del que goza La Cámpora, una agrupación que surgió desde la más profunda entraña del kirchnerismo. Decir, como dijeron algunos analistas superficiales de la política, que en Argentinos Juniors hubo 40 mil empleados públicos o que el club de La Paternal llena el mismo estadio todos los domingos “y no es el Barcelona” es merodear la ramplonería política.
La militancia de La Cámpora heredó, de alguna manera, algunas de las antiguas prácticas políticas de la vieja Jotapé, la de los 70. La principal de ellas es la de ser la correa de transmisión de las necesidades de la base social con un aparato del Estado históricamente diseñado para ignorar, precisamente, esas demandas. Sobre esa capacidad golpeó con extraordinaria dureza la represión que sobrevino después del advenimiento de la dictadura. Se podría decir que, más allá de la destrucción de la capacidad militar de las organizaciones guerrilleras, allí concentraron su energía represiva las Fuerzas Armadas.
Desde 1976, cuando los militares empezaron a intentar el advenimiento de “una economía de mercado” –así lo definió en un reportaje Jorge Rafael Videla–, que este estamento de la militancia peronista estaba ausente de la vida política del país.
Esta capacidad de representación no es exclusiva del agrupamiento juvenil que dirige Máximo Kirchner. Otras organizaciones de base, como el Movimiento Evita, que lidera Emilio Pérsico, o Miles, la agrupación que conduce Luis D’Elía, o el Peronismo Militante, de Héctor “el Gallego” Fernández, son también capaces de movilizar a su gente y de trabajar en la base social del peronismo con una parecida o igual efectividad que La Cámpora.
Este peso territorial ha definido el poder de las agrupaciones políticas del kirchnerismo. Las situará –en un futuro cercano– como árbitros para decidir el futuro de un poder que se licuará, en gran parte, el 11 de diciembre de 2015, pero que renacerá rápidamente no bien asuma el sucesor de Cristina Fernández de Kirchner.
Todo aquel que conozca los túneles interiores que cruzan al peronismo sabe que el poder territorial es la clave de un gobierno, porque permite la negociación social y, por lo tanto, que reine la paz en la Argentina profunda. Estos puentes se quiebran, generalmente, cuando aparecen los punteros para contratar “mano de obra” para iniciar saqueos o para cortar las rutas sin razones propias. Ese es el momento en que los gobiernos comienzan a tambalear, cuando la “mano invisible del mercado” empieza sus operaciones para derribarlos.
Esta capacidad de las organizaciones políticas del kirchnerismo, que tienen una fuerte raigambre social, garantizará su permanencia futura, porque cualquier gobernante, en especial si es del mismo signo, deseará sostenerlas dentro de su espacio político.
Otra materia para analizar es el significado profundo de las palabras que derramó Máximo Kirchner en el escenario del club de La Paternal.
En realidad, la polémica se centró casi exclusivamente en torno al desafío que lanzó el hijo de la Presidenta de la Nación cuando reclamó: “Si Cristina no sirve, si están tan interesados en acabar con el kirchnerismo o el peronismo, ¿por qué no compiten con Cristina y sanseacabó, y nosotros volvemos a la calle para reconstruir una fuerza política para volver a gobernar la Argentina en los próximos años? No le tengan miedo a las urnas, al pueblo o al ciudadano. Vengo de una familia que se sometió siempre a las urnas, sea cual fuere el resultado, como en 2009, cuando Néstor dio la cara pensando en un proyecto de país, no mirando una encuesta”.
En realidad, lo que Kirchner hijo planteó tuvo como destinatarios a los propios kirchneristas. Quiso decir que su madre seguirá siendo la conducción política del espacio y que no habrá retiro después del fin de su mandato. También deberán prestar atención a esto los candidatos a suceder a Cristina, que tomaron conciencia de que el poder se disputa, no se hereda.
En este contexto, los discursos de los cuatro jóvenes que hablaron –Mayra Mendoza, Juan Cabandié, Andrés Larroque y Máximo Kirchner, en ese orden– abundaron en la convocatoria a la mística militante, a “perseguir sueños”, dijo Máximo. Dio la impresión de que estuvieran anunciando el comienzo de una nueva etapa, en la que se ven a sí mismos lejos del poder y abocados, por lo tanto, a la reconstrucción del espacio político kirchnerista, que esta vez sería por fuera del peronismo o, en el mejor de los casos, aliados solo con algunos sectores justicialistas.
En el discurso, abocado a la coyuntura, Máximo Kirchner advirtió también acerca del clásico conflicto de fin de año, recordando que “en diciembre de 2010 fue el Indoamericano, en 2011 había ganado Cristina, no podían hacer nada. En 2012 hubo saqueos en zona norte. En 2013 fue con las fuerzas de seguridad. Hubo gobiernos que con la policía matando en la calle desde autos de civil, sin ningún preso hasta hoy, se tuvieron que ir. Este gobierno, por la madurez de la Presidenta y de los compañeros, pudo sostenerse”, subrayó.
El marco de los discursos de los jóvenes camporistas fue espectacular. Reunir a 40 mil personas, que llegaron desde casi todo el país, habla de un poder de convocatoria que solamente pueden empardar los sectores sindicales. El kirchnerismo, de todos modos, pareciera que reacciona mucho mejor cuando lo acecha el peligro, como en 2009, cuando las organizaciones agrarias le plantaron cara.
Llegando al último trimestre de 2014, una economía que se ve jaqueada por operaciones contra la moneda nacional y por operaciones paralelas de los mercados, sumada a las acechanzas que denunció Máximo Kirchner, significa un estado de crisis similar a otras que sufrió el Gobierno.
En este contexto, La Cámpora mostró su músculo movilizador, ese que obligará a cualquier kirchnerista que realmente aspire a llegar al poder en 2015 a negociar con ellos. Si algo faltaba para definir esta certeza, en Argentinos Juniors se acabaron las dudas.