“Cada fracaso le enseña al hombre algo que necesitaba aprender” Charles Dickens
Hace pocos días la Provincia de Buenos Aires anunció modificaciones en el modo de calificar a sus alumnos primarios. La más trascendente consiste en eliminar el 1, 2 y 3 como notas posibles, definiendo el 4 como calificación más baja.
La resolución marca un claro retroceso en la búsqueda de la excelencia educativa. Para que ningún niño se sienta estigmatizado por no haber aprendido lo que debía, se lo empareja con quienes sí aprendieron. Se nivela para abajo.
Educar es algo totalmente distinto. Es formar en el empeño, en la dedicación, en la paciencia y en la templanza necesaria para superar obstáculos y fracasos.
Si le evitamos a un chico el “sufrimiento” de sacarse una mala nota, en el largo plazo lo estamos perjudicando. Peor aún, lo estamos estafando. Mucho más estigmatizante que un aplazo, es entrar a la secundaria sin la preparación adecuada, o llegar a la adultez sin las herramientas necesarias para valerse por uno mismo.
Hoy, en nuestro país, dos de cada cuatro chicos no terminan la secundaria, y de los dos que la terminan, sólo uno es capaz de comprender textos. Apenas uno de cada cuatro alcanza una preparación educativa adecuada.
¿Qué tipo de futuro le espera al resto de nuestros chicos?
¿Cómo vamos a insertar al país en el mundo de la innovación y el desarrollo si en lugar de trabajar para mejorar la educación, nos contentamos con el pase de grado para todos y todas sin importar si aprendieron o no?
A todos esos chicos se los está condenando a depender, para siempre, de otros.
Con Mauricio Macri creemos que a los chicos hay que ponerles, siempre, la nota que les corresponde. Las malas notas no estigmatizan, ayudan a mejorar y a aprender de los errores.
Dibujar los números de la educación es algo que no vamos a hacer.
No estamos dispuestos a contribuir al fracaso de la educación en la Argentina.