La noticia golpeó con fuerza inusitada en el corazón de la colectividad política porteña, que teme que preanuncie debacles similares. Con una implacable lógica comercial, la empresa Telefónica de España decidió cortarle el servicio telecomunicacional al Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, el que está ubicado en Alsina al 1700 y al antiguo Comando de Campaña de de la Rúa, ubicado justo enfrente.
Justo los "gallegos" -decía casi al borde de las lágrimas un viejo militante, que todavía conserva como trofeo la boina blanca que usó Leandro N. Alem-, que llegaron a la Argentina de la mano del ex-presidente radical Raúl Alfonsín, que, a su vez descendía de una familia que arribó a estas costas procedente de Lalín, también situada en la brumosa Galicia. Justo ellos, que alguna vez alinearon como defensor de lujo al propio Alfonsín, que destacó la inexistencia del "imperialismo español" para defender el desembarco de la empresa en el mundo de la comunicación argentina.
Lo concreto es que -en medio de una crisis política y de representatividad sin precedentes en la Argentina- un nuevo símbolo entró en default. Ahora los dirigentes nacionales de la centenaria UCR van a desfilar por el barcito de la esquina -de propiedad también de un gallego, aunque de otra estirpe- monedita en mano para poder comunicarse con el pueblo argentino.