Todos los días, a las seis de la mañana, Horacio Rodríguez Larreta suele estar arriba de la cinta aeróbica del Ocampo Wellness Club (“el Ocampo”, para el macrismo), el mismo gimnasio de Barrio Parque al que va su jefe, Mauricio Macri. Y el mismo en el que el jefe porteño inició su relación sentimental con Juliana Awada, su actual mujer. Allí, sobre la cinta de “el Ocampo”, Larreta inicia su día con alguna reunión informal: es decir, mientras corre o hace una caminata rápida dialoga o escucha a su primer interlocutor. Ya en su despacho de la Jefatura de Gabinete –cuentan quienes vivieron la experiencia– es capaz de mantener tres reuniones al mismo tiempo, en los distintos compartimentos de su lugar de trabajo.
Tanto ajetreo no le salió gratis: hace poco más de un mes, mientras cenaba ceviche en su casa con su mujer, se descompensó y debieron llevarlo al hospital Fernández. Hasta allí se trasladó, incluso, el director del SAME, Alberto Crescenti: el jefe de Gabinete había padecido una “angina inestable”, un malestar coronario que, finalmente, fue un susto, producto de la presión.
Obsesivo, estudioso, tecnócrata, estructurado: esas son las palabras que usa su entorno para describirlo. El propio Rodríguez Larreta debe ser consciente de esa necesidad de relajar su personaje, si quiere ser más “comprable” para el electorado porteño –teniendo en cuenta que su archirrival es Gabriela Michetti, quien precisamente destaca por su fluidez y carisma–, porque hace un tiempo empezó a tomar clases de teatro y oratoria. Su profesora es Cecilia Maresca.
Su mundo político está compuesto por tres personas clave: Franco Moccia, subsecretario de Planeamiento y Control de Gestión. Es el virtual vicejefe de gabinete porteño. Exdirector del Citibank, aspira en secreto a suceder a Rodríguez Larreta el año que viene. Desde hace algunos meses, Moccia comenzó a inmiscuirse en todos los ministerios por orden de su jefe, que le encargó la tarea operativa de marcar de cerca a cada uno de los ministros. Tarea oscura, si las hay, que naturalmente lo hizo poco querido dentro del gabinete. Hasta antes de ingresar en el Pro, Moccia manejó las sucursales del Citi en Colombia, Ecuador y Perú.
Es que según señalan en el Ejecutivo porteño, Rodríguez Larreta se está desentendiendo de algunos detalles de la gestión diaria para poder pulir a fondo e involucrarse de lleno en la campaña porteña.
Sin embargo, su verdadera mano de derecha, si de confianza política se trata, es Karina Fernández: jefa de Gabinete del jefe de Gabinete y jefa de prensa. Fernández, que acaba de ser madre, pulsea por estos días con el tercer hombre importante en el entorno larretista. Se trata de Mateo Goretti, dedicado a temas de comunicación y una suerte de Jaime Durán Barba a menor escala. Como suele suceder en la política, Goretti y Fernández pelean territorio al lado de su jefe. Fernández se enfurece cuando intuye que lo que le lleva Goretti a su jefe no son proyectos sino oportunidades de negocios.
Con cargo de asesor, este experto en comunicación política tuvo un problema con la Justicia hace un tiempo, del que, sin embargo, terminó sobreseído en 2013: había sido imputado por la sustracción y comercialización de piezas arqueológicas robadas en un museo de La Falda. Piezas que luego aparecieron en un departamento de Recoleta.
Retrato de familia
“A Horacio le falta mostrar más su costado familiar”, se lamentan quienes ya quieren ver a Rodríguez Larreta como el sucesor de Macri, un puesto al que el jefe de Gabinete no solo aspira, sino del que se considera merecedor por derecho propio. “En mi caso es un paso natural”, dice.
Está casado con Bárbara Diez, la elegida por las celebridades para organizar eventos. Son varios los famosos que contrataron sus servicios. Algunos ejemplos: Florencia Peña, Andrea Frigerio, Mariana Fabbiani, Julieta Ortega, Guillermo Coria e incluso Awada y Macri cuando se casaron. Rodríguez Larreta y su mujer tienen una hija, Paloma, aunque Bárbara es también madre de otra adolescente, Manuela, fruto de su primer matrimonio. Rodríguez Larreta, sin embargo, llama a ambas “mis hijas”.
Nació en 1966 y es economista. Se recibió en la UBA. Es hijo de un importante dirigente desarrollista, Horacio Rodríguez Larreta (padre), e hincha de Racing.
Ese entramado hizo que la política y el fútbol siempre hayan estado presentes, de algún modo, en la vida del jefe de Gabinete. Su padre fue uno de los jóvenes brillantes que rodeó a Arturo Frondizi y, también, presidió Racing, a fines de los 70. “Yo recuerdo que, desde muy chico, me sentaba en las reuniones de los grandes para escuchar a mi viejo y sus amigos hablar de política”, recuerda hoy el dirigente de Pro.
Esa historia familiar lo convirtió en ahijado de Rogelio Frigerio.
Vivió en Boston dos años, donde hizo un máster. Y, según cuenta él mismo, los sucesivos cargos que tuvo durante el gobierno de Carlos Menem lo acercaron al peronismo. Desde esa identidad, en la intimidad, suele acusar a su rival en la interna de Pro, Michetti, de “gorila”. “Le salen los pelos por debajo de la camisa”, disparan desde el larretismo.
Tiene dos hermanos: Augusto, exgerente del grupo IRSA y actual subsecretario del Gobierno porteño, y Mariano, dedicado a la comunicación y la consultoría.
La Ciudad, esa obsesión
“Tengo decidido, en un 99 por ciento, que voy ser candidata a jefa de la Ciudad, pero Horacio sigue pensando que yo no voy a ser. Está convencido de que voy a acompañar a Mauricio en la fórmula nacional. Es increíble su negación porque nunca habló conmigo sobre el tema, ni tampoco preguntó”, suele explicar Michetti en reuniones privadas.
Lo que afirma es real: en el larretismo están convencidos de que Macri desea que lo suceda su jefe de Gabinete y que Michetti terminará cediendo a los planteos de integrar la fórmula nacional. Lo explican así: “Horacio conoce cada tiza de cada escuela, cada detalle de cada proveedor de la Ciudad, tiene un equipo y todos los ministros están alineados con él”, exageran. El problema, sin embargo, es que Michetti le lleva a Rodríguez Larreta varios cuerpos de ventaja en las encuestas. “Pero después de Gabriela enseguida viene Horacio”, se consuelan, al lado de Rodríguez Larreta.
Y descartan que se trate de “negación”, como dice la senadora. Para eso, exhiben pruebas concretas: Michetti estuvo, durante el último mes, en Mar del Plata, Paraná, Rosario, San Luis y San Juan. Viajes nacionales, todos, que alimentaron las dudas sobre su real vocación de pelear en la Ciudad. No son pocos en Pro, además, los que afirman que Macri la quiere a Gabriela, y no a un radical, como coequipier.
“Y no va a poder decir que no porque ya dijo ‘no’ a la provincia de Buenos Aires. A María Eugenia [Vidal] tampoco le gustaba la Provincia, pero fue igual”, afirma un dirigente cercano al jefe de Gabinete porteño.
La apuesta de máxima es empujar para que Macri unifique las elecciones porteñas con las nacionales, bajo la idea de que la multiplicidad de compulsas del calendario electoral engrosarán el gasto público: un argumento –el del gasto– ante el cual Macri es sensible. Se escudan en la premisa de Durán Barba: “Hoy cualquier candidato de Pro gana en la Ciudad, mucho más si es empujado por Macri en la contienda nacional”.
Esta es, hoy por hoy, una de las definiciones centrales dentro del macrismo. Pero, ¿y qué pasaría si Michetti gana en las PASO? “No va a competir”, insisten en el búnker larretista.
Por las dudas, Rodríguez Larreta se prepara y no descuida su juego político en distintos planos. Es cierto que muchos ministros del gabinete lo prefieren, aunque no todos: Francisco Cabrera, Guillermo Montenegro y Daniel Chain, por ejemplo, no responden a su entramado. Un tejido que incluye la Legislatura porteña, el Congreso nacional y algunos funcionarios del Gobierno nacional. Sergio Berni y Florencio Randazzo son dos de ellos.
Está convencido, además, de que los porteños premiarán su perfil de gestor. “La de 2015 será una elección ejecutiva”, deduce. Y sobre todo siente que él es un representante directo de esa ejecutividad. Casi una encarnación.
Cada vez que puede, destaca el lugar que le dio Macri como abanderado de la administración porteña. Y es cierto que, en algunos actos de gestión, el jefe de Gabinete ocupó lugares que antes estaban reservados para Macri: lanzó el nuevo contrato para la recolección de basura, que se extenderá por los próximos 10 años, y viajó a China para recibir la bandera de los Juegos Olímpicos de la Juventud, que se realizarán en Buenos Aires en 2018.
Hace unos días, Michetti participaba de un evento cultural cuando una mujer del público le dijo: “Vos tenés que ir de vice de Macri”. Ella le preguntó por qué. La mujer, respondió: “Porque es la fórmula ideal”. Michetti pensó unos segundos y le retrucó, con sinceridad: “Puede ser, pero ¿sabés que pasa? No le quiero dejar la Ciudad a Horacio”.
Mientras tanto, Rodríguez Larreta no afloja con las lecciones de teatro: es que, por más que lo niegue, en el fondo sabe que las elecciones no solo se ganan apretando los botones de su tablero de control.