Martín Redrado parece haberle tomado el gusto a estar en boca de todos. Lejos del perfil académico que lo llevó a ocupar la secretaria de Comercio Exterior durante la gestión presidencial de Eduardo Duhalde y la presidencia del Banco Central de la República en tiempos en los que Néstor Kirchner ocupaba la primera magistratura, este año, el economista decidió levantar su imagen a fuerza de polémicas en torno a sus amoríos con dos de las mujeres más codiciadas del país: Luciana Salazar y Amalia Granata.
Esta apuesta le valió a Redrado el tirón de orejas de Massa, su jefe político, que incluso desistió de apostar por él como candidato a Jefe de Gobierno porteño. Aunque poco parece haberle importado el reto al economista.
En su afán de trascender, vaya a saber uno con qué fin político -en su momento se deslizó la posibilidad de que compitiera por la Provincia- quien se amotinara en la sede del Banco Central cuando la presidenta Cristina Kirchner le pidió la renuncia durante el acalorado verano de 2010, decidió lanzar una serie de insólitos spots en los que pronuncia frases como “está bueno creer en Papá Noel en estas fiestas, ahora, un 24 por ciento de inflación…” junto a un árbol navideño y un hombre disfrazado de San Nicolás o “si vas a comprar un aire acondicionado, tené en cuenta que vas a necesitar un grupo electrógeno”, en medio de un local de venta de electrodomésticos.
Evidentemente, pero con poca suerte, Martín Redrado apela a mostrarse descontracturado para conseguir la popularidad que los flashes del mundo de las vedettes no supieron darle. Aunque el límite con el ridículo parece ser cada día más fino.