“El sistema de inscripción online dio transparencia a la educación porteña”, defenderá en la contratapa de Noticias Urbanas el médico Carlos Javier Regazzoni.
Un médico que, a la vez, es el subsecretario de Gestión Económica y Financiera y de Administración de Recursos del Ministerio de Educación que conduce Esteban Bullirch. Y que, en los últimos años, se volvió un férreo defensor del macrismo y su política educativa. Un defensor aún de sus medidas más polémicas, como la que derivó en escándalo en 2014 cuando la gestión de Mauricio Macri impulsó la inscripción online en las escuelas porteñas: una medida elitista que generó polémica y que, al mismo tiempo, fue acusada de dejar a muchos chicos porteños fuera del sistema educativo.
“Todo lo contrario –dirá Regazzoni–, los datos indican que la matrícula educativa aumentó un 12 por ciento en comparación con 2013”.
Hijo del exótico pintor y escultor Carlos Regazzoni, creció en Longchamps, partido de Almirante Brown, municipio en el que quiere postularse para ser intendente. Toda la argumentación la volverá cifras y datos, junto con su frase de cabecera: “la política vuelve nuevas todas las cosas”. Una argumentación que repetirá como un mantra a lo largo de toda la charla con NU.
–La obligatoriedad de la inscripción online en la escuela pública fue una medida que levantó mucha polémica porque, por un lado, dejó a muchos chicos fuera de la escuela donde querrían haberse anotado y sin posibilidad de queja. Por otro, muchos padres se quejaron de que teniendo a uno de sus hijos en un colegio no hubieran podido enviar allí al resto de sus hermanos. Finalmente, está el cuestionamiento de que no deja de ser un modo elitista de inscribirse en el Estado: no todo el mundo, en los sectores populares, tiene por qué saber manejar internet.
–Es todo lo contrario. El hecho de poder anotarse vía internet les dio a los padres reglas claras y un sistema equitativo y transparente que no dependía del humor o la discrecionalidad del burócrata de turno. Se respetó el criterio de vulnerabilidad y el de cercanía geográfica y, justamente, al ser por internet, no hubo preferencias o acomodos. De hecho, aumentó la matrícula a primer grado. Hoy hay 125 mil chicos inscriptos, un 12 por ciento más que el año anterior. Y, finalmente, se anularon los exámenes de ingreso para ir a la escuela pública, que aún regían en algunas escuelas porteñas.
–¿Y qué pasa con las fallas del sistema cuando no hay ningún funcionario o empleado ante el cual plantear objeciones?
–Las fallas del sistema se están resolviendo. Fue, por ejemplo, el caso de los hermanos que no podían estar en el mismo colegio. Eso generó muchas quejas.
–¿Y cómo las resolvieron?
–Colocando algunos funcionarios para atender estos casos atípicos que las computadoras no pueden resolver. Para estos casos ahora habrá una instancia para poder resolverlos. Como todo sistema novedoso, necesita ser perfeccionado.
–Usted dice que la matrícula de inscripción aumentó, pero ¿qué pasa con los que no terminan la primaria o la secundaria en la Ciudad? Porque lo que está en cuestionamiento, también, es la calidad educativa.
–Pero este es otro problema y otro desafío. Tiene que ver con inyectar la suficiente innovación pedagógica como para que a los chicos les interese quedarse en el sistema.
–Usted elogia el sistema, pero ¿por qué los funcionarios porteños no mandan a sus hijos a la escuela pública, si es tan buena? ¿No le parece ese déficit una declaración de impotencia en sí misma?
–No; me parece un proceso que se está revirtiendo. Yo conozco funcionarios que envían a sus chicos a la escuela pública en la Ciudad. Convengamos que no son la mayoría, pero estamos revirtiendo una tendencia que venía en baja hace muchos años. El ministro Bullirch ha puesto en marcha medidas innovadoras. Por ejemplo, el sistema de evaluación docente o la posibilidad de que los docentes de 55 o 60 años, que están en la flor de su vida, se queden hoy en la escuela para apoyar el proceso de aprendizaje de los chicos con problemas. Porque el expertisse de un docente es su experiencia y su conocimiento. El sistema está cambiando. Pero es cierto que los padres tienen miedo también a las escuelas tomadas y, finalmente, está la tradición de enviar a los chicos a escuelas religiosas. Eso no es menor a la hora de la elección del sistema por parte de los padres.
–Le cambio de tema, ¿por qué quiere ser intendente de Almirante Brown, el territorio donde Darío Giustozzi es tan fuerte?
–Porque, después de 25 años, es necesario que gobiernen otros y porque yo crecí allí. ¿Te doy algunas cifras?
–A ver…
–El 83 por ciento de la gente que vive en Almirante Brown no tiene cloacas (NdR: esa cifra baja al 52 por ciento en el resto de la provincia de Buenos Aires) y el 60 por ciento de los adultos nunca entró a la secundaria. ¿No te parece que es necesario un cambio?
–¿Y cómo se concilian ciertos gustos refinados o elitistas suyos (ver su ficha personal) con querer ser un jefe comunal del conurbano?
–¿Y a vos quién te dijo que soy elitista? Yo hice toda mi carrera viajando en bondi de mi casa en Almirante Brown a la facultad, en la UBA. Es decir: sé perfectamente lo que es caminar en el barro. Es más: yo mismo hice el pozo ciego de mi casa en Almirante Brown, junto con mi papá. He vivido lo que vive la gente común del conurbano a diario porque soy uno de ellos.
–¿Tiene el visto bueno de Macri?
–Obviamente.
–¿Cuál sería la clave para construir en el conurbano?
–Las claves son dos: ganar confianza de que se puede gobernar de otra manera y transcender los aparatos: hacer política directamente con la gente.
–Hay dos escuelas chino-argentinas en la Ciudad y usted tuvo que ver, ¿cuál es el fundamento de esa iniciativa?
–Generar un expertisse, un saber para la inclusión social. Imaginate que, en veinte años, habrá en la Ciudad unos 200 argentinos chinoparlantes, que sabrán el chino mandarín, y que podrán ser nexos con una potencia para ayudar a hacer negocios en la Ciudad. Hay dos colegios chino-argentinos.
Uno está en Parque Patricios y el otro es el Normal 10, en Belgrano. Empiezan en salita de cinco y tienen doble escolaridad. Siempre hay dos maestros, uno chino y otro argentino. Por la mañana, tienen la clase de cualquier escuela porteña, pero por la tarde tienen la clase en chino. El ministro Bullrich firmó un convenio con la ciudad de Beijing para que las escuelas porteñas sigan el programa de estudios de las escuelas chinas. El otro día, un padre de la escuela en Parque Patricios me contó que su hijo, de cinco años, entró al supermercado del barrio y saludo al dueño en chino.
–¿Y entonces?
–Entonces, le digo: “Su hijo, cuando sea grande, va a ser millonario”. Porque si desde chiquito aprende el idioma de una de las potencias del planeta, además de conocer las costumbres locales, podrá ser nexo con China. En Buenos Aires viven unas 80 mil personas chinas. Entonces, se trata de adelantarnos y pensar en el largo plazo.
En primer plano
•Edad: 47 años.
• Estado civil: casado, sin hijos.
• Profesión: médico.
• Cargo: subsecretario de Gestión Económica y Financiera y de Administración de Recursos del Ministerio de Educación de la Ciudad.
• Un perfume: Terre (D’ Hermés).
• Un restorán en la Ciudad: Mancini (Libertad y Posadas).
• Una esquina porteña: Santa Fe y Florida.
• Un barrio: Mataderos.
• Una frase: “La política hace nuevas todas las cosas”.
• Una película: El maestro de grado.
• Un libro: Diplomacia, de Henry Kissinger.
• Una figura histórica: Juan Perón.