Aníbal Ibarra era jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires el 30 de diciembre de 2004 cuando Cromañón se prendió fuego. Cuando la candela que encendió un inconciente fanático de Callejeros alcanzó la mediasombra inflamable.
Horas antes del décimo aniversario de la tragedia no natural que se cobró 194 vidas, Ibarra habló en televisión: “Hay un antes y un después en la sociedad. Se han dicho muchas mentiras y se han ocultado verdades. Se buscó utilizar la tragedia para quedarse con un Gobierno. Cromañón tuvo mucho que ver con la corrupción. Si usted le pregunta a cualquiera, va a decir: corrupción, Cromañón, funcionarios municipales. Sin embargo, de todos los condenados, solo hubo tres que no fueron acusados por corrupción, coima, cohecho. Esos fueron los funcionarios de la Ciudad. La policía estaba en Cromañón y miró para el costado con las bengalas y la capacidad, porque cobraba plata”.
“Si la policía ve que a una persona le roban la cartera no puedo mirar para el costado, salvo que sea corrupto y le paguen por eso. Esto es lo que pasó con las bengalas, con las puertas de emergencia. Cobraban coimas. Estaban en el lugar y no avisaron que había un incendio. Se escaparon, se fueron”, indicó.
“La habilitación de Cromañón – aseguró – la hizo otro Gobierno, no el mío. No hay ninguna autorización en todo el país que habilite a tirar bengalas en un lugar cerrado. La policía que estaba ahí sabía que se ingresaban bengalas. Cobraban plata. Y fueron condenados. Se podrían haber hecho cosas mejores. Yo sabía que en el área de habilitaciones había corrupción, y los eché a todos un año antes“.
“¿Pudo haber funcionarios que hicieran mejor las cosas? Sin dudas, como en todo el mundo. Pero corrupción del Gobierno de la Ciudad no hubo. La normativa de inspección de lugares era un disparate, esquizofrénica. Y lo fue durante treinta años. No era lógica. No había obligación de revisar los lugares ya autorizados para realizar recitales”, señaló.