La muerte del fiscal especial de la causa AMIA, Alberto Nisman, puso en el ojo de la tormenta el rol que ocupa la ex-SIDE –actual SI– en la política argentina y en el ámbito de la Justicia, a punto tal de que la mismísima Presidenta de la Nación, Cristina Kirchner, decidió enviar al Congreso un proyecto para disolverla y reemplazarla por la Agencia Federal de Inteligencia.
Las historias sobre espías en nuestro país, sin lugar a dudas, forman parte de un difuso inconsciente en el que muchas veces suele confundirse información con hipótesis y operaciones políticas. Entender cómo funciona este organismo estatal resulta vital en tiempos en los que la palabra “Inteligencia” se encuentra en boca de todos.
Carpetazo y apriete
El día en que anunció su rechazo a la propuesta oficial para disolver la ex-SIDE, el Jefe de Gobierno de la Ciudad, Mauricio Macri, entre algunas de sus razones para no acompañar la moción, indicó: “Preferimos el profesionalismo que el carpetazo y el apriete”, denunciando la utilización política de los servicios de Inteligencia por parte del Gobierno para amedrentar a dirigentes opositores.
En diálogo con Noticias Urbanas, el exdirector de Contrainteligencia de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA), Iván Velázquez, quien transcurre sus días en la República Oriental del Uruguay –pesa sobre él un pedido de captura dictado por la jueza Sandra Arroyo Salgado (exesposa de Nisman) por presunto espionaje informático, pero el país vecino se negó a extraditarlo–, abonó a esta teoría y explicó: “La Secretaría de Inteligencia funciona como cualquier repartición estatal en lo administrativo. Y en lo operativo es un apéndice descontrolado de una policía política del gobierno de turno, desde la democracia con el gobierno de Raúl Alfonsín hasta este enero”.
Para Velázquez, la SI es “un Estado paralelo dentro del mismo Estado”. Y está “gobernada por mafiosos que están desde la época del gobierno militar, ya que el secretario –conocido como Sr. 5– y el subsecretario –conocido como Sr. 8– son cargos meramente protocolares”. Cuando habla de mafiosos, el exespía se refiere ni más ni menos que al exdirector de Operaciones del organismo: Jaime Stiuso.
Sin embargo, Velázquez no duda en culpar a la política por esta situación de anarquía en la que se encuentra la Inteligencia estatal. “Si la conducción política fuera seria, la respuesta debería ser como en cualquier país del mundo civilizado: los elementos perniciosos deberían ser separados. No hay que culpar al títere que en esta década adquirió poder de titiritero”, sostuvo.
–¿Stiuso es tan peligroso como alguna vez dijo el exministro de Justicia y Seguridad Gustavo Beliz?
–Concuerdo plenamente con lo que Beliz señaló. Stiuso es un profesional de la extorsión y del apriete, que viene desde hace 40 años tejiendo redes mafiosas para ampliar su esfera de influencia y que alcanza a jueces, fiscales, funcionarios policiales, militares, empresarios y periodistas. Creo que por eso Beliz se llamó a silencio, temiendo la represalia de Stiuso. Es un mafioso por el que la Inteligencia se asocia a una mala palabra, no como en otros países, donde es un sinónimo de prevención para la defensa y la seguridad. Lastimosamente, es un reflejo y producto de la clase política que lo transformó en lo que es.
–Porque se dio cuenta de que estaba operando para otros políticos y haciendo su propio juego en vistas a salvar su pellejo y continuidad en el próximo gobierno. Además, porque Stiuso recibía instrucciones en la causa AMIA por parte de la CIA y el Mossad. Creo que la Presidenta montó en cólera al verse traicionada por quien fuera su cortesano hasta diciembre pasado.
–¿La reestructuración en la Secretaría puede complicar el final del mandato de la Presidenta?
–No, la reestructuración no. Sí la expulsión de los mafiosos de la Secretaría de Inteligencia, que creen que esa es su cueva o aguantadero y no saben que es una institución de la república destinada a detectar, prevenir y neutralizar amenazas para la protección de los activos de la Nación y de sus ciudadanos. Y no para manejar prostíbulos donde tienen cámaras para filmar y extorsionar, coordinar envíos de droga y entregar a perejiles o “cargas controladas” para quedar bien ante la opinión pública y con ciertas agencias antidrogas. Ellos, al verse sin poder (que, dicho sea de paso, se sostenía con el soborno, proveniente del erario, a jueces, fiscales y periodistas), pueden –y de seguro lo harán– tomar acción contra el Gobierno nacional y la clase política en general, para iniciar acciones de desinformación y embarrar la cancha de tal forma que la persecución judicial contra ellos se demore hasta el próximo gobierno, donde creen que pueden tener la posibilidad de negociar algún puesto. La reestructuración en el área es un cuento chino. ¿Justo en este momento se van a quedar sin la información táctica para realizar campañas de desprestigio? Serán largas sesiones para discutir las formas y no el fondo del problema. Pero el paso de disolver la SI es importante, ya que eso contempló la salida de parte de este núcleo mafioso. Todavía hay que profundizar más y hacer que estos maleantes rindan cuentas.
Actualmente, “La Casa”, como los agentes de Inteligencia llaman a la Secretaría, cuenta con un presupuesto de más de 700 millones de pesos y unos 1.780 empleados de planta, más 3.000 “inorgánicos”. “¿Se imaginan que si ese presupuesto se dedicara a las tareas que se debería dedicar habría un despliegue del narco como lo hay en el país?”, apunta Velázquez.
–¿Uno llega a irse del todo de la SI?
–Sí, uno puede irse tranquilamente. Pero todo depende del nivel de involucramiento que hayas tenido, el puesto que hayas ocupado y cuánto sabés. Los enemigos que te ganaste y las alianzas que tejiste, y si transaste o no.
–¿Cuál es el costo de la salida?
–Para los que no transamos es el exilio, una causa inventada o la muerte.