Es la pelea de fondo del Pro desde que este espacio político existe. Horacio Rodríguez Larreta y Gabriela Michetti confrontaron de manera silenciosa a veces y abiertamente en otras ocasiones, acerca de cuál debía ser el estilo de construcción del Pro. Esa discusión siempre había encontrado un límite al ser la figura de su líder, Mauricio Macri, el jefe indiscutido del proceso y del cargo máximo que otorga esta Ciudad Autónoma. El mismo que ahora queda en disputa: Jefe de Gobierno.
En el macrismo hablan de la “madre de todas las batallas”, ya que imaginan que, a partir del resultado, el ganador de esta interna podría alterar más o menos la política de continuidad de un espacio que hoy está lo suficientemente consolidado para la pelea grande, por el sillón de Rivadavia.
Las contradicciones internas entre estos dos dirigentes son importantes. Nunca tuvieron una buena relación y solo se dedicaron a esperar que les llegara el momento para mostrarse los dientes con fiereza. Rodríguez Larreta es sabedor de que Macri influirá sobre el espacio para intentar darle la oportunidad de ser el continuador de sus mandatos. No en vano como Jefe de Gabinete logró convertirse en el eje de la gestión, su garantía y el dueño del día a día del Gobierno. También tenía potestades para aumentar o recortar el grifo de las partidas presupuestarias según la conveniencia del Jefe, y de la suya propia. Un jugador confiable para Mauricio.
Mientras tanto Michetti (o simplemente Gaby, como se la conoce) no tenía ningún problema en afirmar con escaso pudor que una cosa es ser un buen dirigente político y otra muy distinta, ser un buen gestor, algo que le reconocía a Larreta sumergiéndolo en un rol puramente técnico. Chicaneaba con que, para ella, Horacio (como todos lo llaman) podría ser un gran jefe de Gabinete suyo. Pero solo para bajarle el precio, ya que no lo toleraría ni diez minutos. Ella era la política, la heredera, la dueña de los votos en todas las ocasiones en las que no compitió Mauricio.
Pero el día llegó y junto con este problema llegaría otro más. Qué postura tomaría Macri ante la guerra nuclear que se iba a desatar por debajo de él.
Por supuesto que el ingeniero apostó siempre a su poder de seducción con su primera vicejefa. Siempre la mimó y le dedicó un trato especial sabiendo que al final del camino todos esos actos iban a ser necesarios. Pero falló en el cálculo, y hasta el último mimo, el de ofrecerle acompañarlo en una vicepresidencia que ahora es posible, fue inútil. La decisión estaba tomada hace tiempo, Gaby ya había crecido lo suficiente para hacerles creer a todos lo que querían escuchar y hacer después lo que ella quería. Lo hizo, en las elecciones pasadas, con su negativa a ser candidata en la provincia de Buenos Aires, en donde dejó prendido fuego a Emilio Monzó, el padre de la estrategia fallida que, brutalmente, parió a un Massa presidenciable. En realidad, la idea era buena, solo que no era el plan de Michetti, pequeño detalle.
Pero cuando todo acabó, Mauricio Macri y Nicolás Caputo decidieron que todo lo que habían construido, en su estilo tan particular de mucha obra pública, mucho pacto y poco conflicto político, podía llegar a desmoronarse si Gaby llegaba al poder de la Ciudad con los planteos que suele hacer en contra de las decisiones que no comparte, como el tema del juego, los pactos con los K y las cuestiones que conectan con su religiosidad.
Después de atender y mirar minuciosamente los datos de monitoreo y estrategia de avance que despide con exactitud la estructura de Marcos Peña, Macri tomó la decisión de mostrar su preferencia por Larreta. Lo hizo alabando su capacidad de gestión y el conocimiento de las problemáticas acerca de lo pendiente que él iba a dejar. Fue muy claro pero no hiriente. Pero si algo faltaba para convencerla a Michetti de que tenía que jugar era eso. Y subió la apuesta. Pidió neutralidad y equivalencias en el aparato del que dispondría cada uno. Algo que por supuesto no ocurre ni va a ocurrir. La decisión de Macri es que gane Larreta, y si gana Michetti, ya verá qué hace y qué le depara el futuro a él. Tampoco todo estará perdido, tal como piensan algunos.
Los peronistas Pro
Diego Santilli y Cristian Ritondo son dos luchadores incansables de la política. De origen peronista ambos, cultivan dos estilos diferentes. Mientras el Colorado es un candidato en potencia para cualquier cosa (hasta suena en River en cada elección), Ritondo acumuló una experiencia de gestión nacional antes de integrar el Pro que le ha servido mucho a la fuerza amarilla a la hora de jugadas complicadas con el poder real. Ambos constituyen puentes de plata con la dirigencia opositora al kirchnerismo y también compartieron la Vicepresidencia primera de la Legislatura porteña, o sea, la jefatura de la casa política por excelencia.
Los dos aún son precandidatos a Jefe de Gobierno pero saben que el destino de las PASO ya no es para ellos, y aunque no está claro si retirarán o no sus candidaturas, el empuje dirigencial del Pro los llevará hacia a un filolarretismo más temprano que tarde. De todos modos, los dos peronistas que tempranamente decidieron apostar a este proyecto serán piezas cruciales en cualquiera de los escenarios que el Pro tiene por delante, ya sea en la Ciudad como en un hipotético triunfo nacional de Macri.
Hernán, el jefe
Si bien hay tres ministros definidos a apoyar a Gabriela Michetti –Hernán Lombardi, Daniel Chain y Guillermo Montenegro– solo el primero es el que lleva las riendas del espacio. Los otros dos acompañan sin tanto compromiso público aunque pertenecen a ese espacio. Todos los demás están con Macri, o sea, con Larreta. Debe haber sido muy emocionante –y por qué no, vigilante– escuchar en la reunión de gabinete y en la de bloque legislativo, de boca de cada dirigente del Pro, de qué lado estaba en la contienda porteña. Una estupidez. El novio de Gaby, Juan Tonelli, es otro de los incansables batalladores de la campaña de la nacida en Laprida. Se conocieron en reuniones de “lecturas de Biblia” pero ahora parece que se quieren quedar con toda la Catedral.
Macri presidente o a su casa
El quid de la cuestión es realmente qué pasará a finales de octubre en las presidenciales, ya que todos estos conflictos se borran de un plumazo si el expresidente de Socma alcanza la Presidencia de la Nación. No alcanzarán los dirigentes que tienen el Pro y sus aliados para llenar ni la cuarta parte de los cargos que posee la administración pública nacional. La Ciudad en ese contexto quedará alineada y, como en los viejos tiempos, antes de la autonomía, Nación y Ciudad serán gobernadas por el mismo signo político. El ya imbatible “queso para todos” terminaría por amigar a todos los que hoy juran sangre para las PASO de abril. Final A: todos felices, incluso muchos que hoy ni están dentro del Pro ni sus aliados.
Pero si Macri no llegara a ser electo presidente, el que maneje los 100.000 millones del presupuesto anual de la Capital pasará a ser definitivamente el “heredero”. Es el verdadero número del desarrollo. Y es en este final, al que podemos llamar B, en el que la sangre sí llegará al río, las consecuencias pueden ser letales o razonables para el actual esquema de conducción.
Hoy por hoy, el 50 por ciento de los votantes porteños de Pro no sabe que Macri prefiere a Rodríguez Larreta como jefe de Gobierno. Hay un 33 por ciento que sí y ese segmento lo votaría por eso. Parece que ese es el camino a transitar en la comunicación tanto de Macri como de Larreta. Mientras Michetti apuesta a las redes, por ahora con perfil bajo.
El factor Carrió
Si hay algo archisabido es que Carrió siempre es pan para hoy y bomba para mañana. Nadie, salvo contadas personas con los dedos de una mano, han salido ilesos de los ataques de honestidad intelectual, moral y política de la diputada chaqueña. El acuerdo para ir a las PASO con Macri tiene más olor a mostrar una señal de Macri de apertura hacia los radicales que de tener cerca a una mujer que hubiera denunciado en TN (su comité histórico) la mitad de las decisiones y acuerdos con los K que realizó este gobierno porteño. Tarde o temprano la exfuncionaria judicial chaqueña de la dictadura se separará de Macri, ya que tienen dos conceptos diferentes de República. En una cabe ella sola y su mística insólita, la otra es más amplia y tiene los pies puestos en la realidad.
El por abajo
Si un error ha cometido el Pro en estas PASO es que la competición debió haber sido solo en la cúpula y no trasladada a todas las Comunas y barrios de la Ciudad. Claramente hay un déficit de pensamiento de lo que es un perfil militante. Se ve que nadie tuvo esa oportunidad de aprender que en el barrio la historia es distinta, no son profesionales de los negocios. En el barrio la guerra es sangrienta. En cada esquina, cada sombrilla, cada edificio. Y, además, queda, no se termina con el resultado. Las heridas pueden durar toda la vida. Una estructura aceitada que domina con toda comodidad las quince comunas no debió ser puesta en el campo de batalla, sino que el Pro debería haber promovido un acuerdo previo para que el que gane goce de la misma paz y confiablidad que tuvieron hasta ahora. Pero ya no será así. Al Pro le falta militancia, acá, en la Provincia y en el país. Y eso se paga.
La pregunta de los millones
Todo dependerá de qué pasa con Macri en las grandes ligas. Pero si perdiera…
Según el imaginario popular, en caso de ganar Larreta seguiría todo como hasta ahora, y si ganara Michetti todo podría cambiar hasta lo desconocido, ya que no se le conoce la estructura ni las ideas base para su gobierno.
Pero ¿estamos seguros de que Gabriela si gana no arreglará en cinco minutos con Caputo y compañía y les dejará ese espacio para que no haya rencores con Mauricio, ocupándose de lo que más le gusta y la perfila, lo social, el acceso a los derechos y el estilo de consenso?
Horacio, más previsible, empezaría como llega. La continuidad y el manejo le es familiar, pero, por personalidad, es muy probable que vaya mutando lentamente hasta formar su equipo de confianza, como hizo siempre.
Hagan juego, estamos hablando del 45 por ciento entre los dos. Hoy dividido por mitades.