El resultado de la convención radical y su apoyo a una coalición con el PRO, sumado a la progresiva despolitización y consiguiente judicialización del caso Nisman, comienzan a configurar el escenario electoral de Agosto y Octubre, desmalezando el camino institucional por un lado y dejando planteadas, seguramente, casi con seguridad dos opciones electorales de cara a la primera vuelta en Octubre.
Más allá de la especulación electoralista, cuyo acierto o fracaso se verificará en la contienda electoral, la mentada Alianza no parece fundarse en acuerdo programático alguno y sí puede vislumbrarse un claro espíritu de construcción por la negativa cuya experiencia histórica , bastante reciente por cierto, ha devenido en uno de los hechos más traumáticos que pueda registrar el inconsciente colectivo. Prueba de ello son las no pocas voces de protesta que se alzaron en la mismísima Convención, como las dificultades que la decisión de los convencionales están encontrando en los armados políticos del interior. Asimismo, el desconcierto de un Lousteau sin anclaje nacional y devenido en vecinalista en la Ciudad de Buenos Aires puede obrar, también, como un demostrativo botón de muestra.
Un denominador común sí puede advertirse también en las declaraciones de los principales referentes de la Alianza. Es algo que viene formando parte del discurso opositor desde hace tiempo y que se intensifica a medida que se avanza en el calendario electoral. Es la patética exhumación histórica de una contradicción largamente superada por el devenir democrático, la de Peronismo/ Antiperonismo, que pretende ser camuflada bajo el ardid de “antipejotismo” (siempre por la negativa) pero que no deja de subestimar y estigmatizar a una porción mayoritaria del electorado, al tiempo que proyecta una democracia restrictiva con réprobos y elegidos. La actitud sobreactuada de Macri en su presunta adhesión al ideario Justicialista ratifica de forma indisimulada su verdadero pensamiento.
Incurriendo en vaguedades y generalizaciones se recurre a la memoria selectiva, se distorsiona la historia, se la descontextualiza y se la analiza en forma maniquea, al tiempo que bastando con pregonar ser “lo nuevo” se desvinculan de cualquier compromiso con el pasado. No les hace falta la autocrítica, sencillamente porque no asumen haber sido parte de la historia. El ejercicio de la autocrítica supone la condición necesaria de la actividad. Escudándose en el facilismo de la pasividad, lo cierto es que nunca hicieron nada. Precisamente ese es su drama. “No hacer nada” en la historia argentina sí fue “hacer algo” y necesariamente ese “algo” significó atraso y postración.
Más allá de falsas antinomias, de formulaciones capciosas o de imputaciones falsas, desde el Justicialismo debemos rescatar los aspectos positivos de nuestra historia y de nuestro ideario, actualizando la propuesta, renovándonos y modernizándonos para encarar esta etapa electoral atendiendo las demandas de la sociedad y dando respuestas a los reclamos del momento, de forma de articular un programa de gobierno que exprese el modelo de convivencia que pretendemos para los próximos años.
Los logros obtenidos a lo largo de estos años se han incorporado como un activo en la sociedad argentina. Debemos articular nuestra propuesta teniendo en cuenta que todos los sectores políticos encuentran en ellos un punto de convergencia, por lo tanto estos dejaron de pertenecernos en exclusividad y han pasado a ser parte del conjunto.
La inclusión social verificada a lo largo de esta década, la recuperación del salario real, la reindustrialización, el fortalecimiento de las economías regionales, el aumento de la matricula escolar, el acceso a la vivienda por parte de los sectores más humildes, la mejora de la performance exportadora, el reconocimiento de nuevos derechos, la reforma política y toda la obra de gobierno desde el 2003 constituyen la base, el punto de partida, la plataforma desde donde debemos proyectarnos.
Un aspecto importante de la gestión de Néstor y Cristina es la reforma política que ha mejorado y perfeccionado nuestro sistema electoral al establecer certidumbre respecto del calendario, transparencia en la captación de fondos públicos y privados y democratización de los espacios publicitarios. No obstante, lo más trascendente ha sido la reglamentación de las PASO, herramienta central de la reforma que democratiza la vida interna de los partidos dejando un mínimo margen a las “roscas”, los acuerdos cupulares y la manipulación de los candidatos.
A contrario sensu del planteo opositor, la etapa venidera estará signada por el diálogo y la búsqueda de consensos en políticas de estado que posibiliten dar el paso necesario que nos ubiquen definitivamente en el camino del desarrollo. Políticas de estado que movilicen de una vez y para siempre el potencial nacional. Para eso será necesario perfeccionar las instituciones, potenciar los recursos económicos atrayendo inversiones, mejorar la calidad de la educación, recomponer la infraestructura pública, atender las demandas de seguridad y fortalecer la inserción regional e internacional. Sin reparar tanto en un pasado que divide y, al contrario, buscando los denominadores comunes que nos permitan encarar el presente y diseñar el futuro.
La necesaria combinación de impedir la pérdida de lo obtenido y atender los nuevos desafíos, asumiendo que deben ser el diálogo y la búsqueda de consensos la metodología de la acción política que reclama la argentina que se viene, hace que sea Daniel Scioli la figura política que sintetiza los valores que se requieren para encarar la etapa que se ha de inaugurar el próximo 10 de diciembre. Esta afirmación está reflejada por las encuestas de opinión que lo muestran encabezándolas desde hace más de un año.
Daniel Scioli es también la figura indicada por trayectoria y capacidad de gestión. Por ser quién gobierna una provincia de 16.000.000 millones de habitantes, armonizando la función de los tres poderes, llevando a cabo importantísimas obras de infraestructura, integrando las ciudades con el campo, modificando la estructura impositiva para favorecer a los que menos tienen, mejorando el ingreso de los municipios, creando las policías locales, instaurando el juicio por jurados, impulsando la ley de fertilización asistida, creando las Unidades de Pronta Atención, mejorando el salario real de docentes y empleados públicos y comprometiéndose incansablemente día a día con la gestión responsable atendiendo las demandas de los vecinos.
El Frente Para la Victoria está en condiciones de llevar a cabo unas PASO masivas, dejando claramente establecido que es el espacio político más significativo, el más representativo y que constituye el centro de gravedad político que garantiza la transformación y la gobernabilidad en Argentina. El candidato que surja lo será del espacio más votado y esa fortaleza será vital de cara a una elección que se podría ganar en primera vuelta.
La mejor forma de garantizar los logros de la década y hacer frente a los desafíos venideros es posibilitar la participación masiva mediante reglas del juego claras y potenciando al candidato a través del cuál el pueblo exprese su preferencia.