Son seis encuestas nacionales de diferentes consultoras. Con las prevenciones del caso –la mayoría de estas empresas trabaja para algún candidato y por eso sus conclusiones quedan salpicadas de dudas–, ninguna lo da, como hasta hace unos meses, en el tope de la lista. Los sondeos difundidos este mes por las firmas Management & Fit, Poliarquía, Polldata, Giacobbe & Asociados, Federico González y Cecilia Valladares, y Query Argentina ubican alternadamente a Mauricio Macri y a Daniel Scioli como los candidatos con mejor intención de voto de cara a las elecciones presidenciales de octubre. Él, Sergio Massa, que fue la estrella de la elección que acabó con el sueño de Cristina eterna y lideró las encuestas nacionales durante largos meses, aparece irremediablemente tercero. Salvo, claro, para las mediciones que le encarga insistentemente a su asesor peruano, Sergio Bendixen. Allí, en su mundo, el líder del Frente Renovador aún es el mejor. Pero esta aura de éxito en casa no logra calmarlo. Ni a él ni a sus seguidores.
Las noticias de campaña no fueron las deseadas en el massismo en 2015. Un cierre complicado en la Ciudad de Buenos Aires, la partida de Carlos Reutemann al puerto del Pro, la baja de algún intendente bonaerense (Sandro Guzmán), el cierre de la Convención Radical a favor del macrismo. Los golpes fueron dándole cuerpo a una versión que patearía el tablero electoral: Massa podría bajarse de la carrera presidencial para subirse a la bonaerense. Y más: se llegó a especular con una alianza con Scioli, este último postulándose a la Presidencia, si es que Cristina cumple con la profecía de dejarlo afuera de la interna K. El propio Massa tuvo que salir a desmentir el rumor. La inquietud continúa.
Uno de los terrenos más ásperos para el massismo es el bonaerense, paradójicamente donde el exintendente de Tigre tuvo su mayor fortaleza de origen. Su estructura es básicamente de la Provincia. Pero allí también se fue generando una especie de monstruo electoral que Massa alimentó y ahora le cuesta desarmar. El Frente Renovador sumó allí candidatos de sobra: los diputados nacionales Francisco de Narváez, Darío Giustozzi y Felipe Solá, el intendente Jesús Cariglino, la legisladora bonaerense Mónica López. Alguna vez intentó subirse también el intendente de San Miguel, Joaquín de la Torre. La tentación era grande: como la boleta de gobernador va pegada a la presidencial y Massa siempre encabezó las encuestas en la Provincia, cualquiera que se anotara jugaba a ganador. El propio líder del Frente Renovador dejó que todos se subieran, con promesas superpuestas. Con la elección a la vuelta de la esquina, ahora no sabe cómo quitarle pasajeros al barco antes de que se hunda por sobrepeso de aspirantes.
En paralelo a esta pelea de posibles gobernadores, los intendentes bonaerenses que le dan sustento al frente empezaron a ver peligrar su poder local, lo único que les importa. Massa soporta por estas horas presiones cruzadas en la Provincia. El objetivo es reducir la cantidad de precandidatos para acotar la pelea y unificar esfuerzos. La idea también es volver a poner sobre la superficie el objetivo mayor: llegar a la Casa Rosada. Tarea difícil para Massa. A medida que entren más dudas sobre sus reales chances de ganar, la tendencia de los aliados será replegarse para cuidar el poder propio. Supervivencia política al palo.
El cortocircuito nacional con la UCR, que decidió formalmente –con Ernesto Sanz a la cabeza– sumarse al acuerdo de Macri con Elisa Carrió, también obligó al exjefe de Gabinete de Cristina Kirchner a volver sobre sus pasos con la idea de ponerle un fuerte tinte radical a su armado. El repliegue en busca de aliados no parece el más tentador para un comercial de campaña. Massa está buscando resucitar algún acuerdo con el viejo Peronismo Federal. Lo de viejo se acomoda a los dirigentes con los que volvió a juntarse: el misionero Ramón Puerta, el salteño Juan Carlos Romero, el puntano Adolfo Rodríguez Saá. Con este último, especulan en algún laboratorio massista, hasta podría ensayarse una interna presidencial para quedar empardado con las PASO que tendrán los K (Scioli, Randazzo y ¿algún K puro como Axel Kicillof?) y la UCR y el Pro (Macri, Sanz y Carrió). También volvieron a retomarse contactos con el cordobés José de la Sota, peronista no K y anotado por ahora en la presidencial. ¿Massa podría tentarlo a una interna u ofrecerle ser su vice (para el puesto también suena Roberto Lavagna)? De la Sota jura a su entorno que esta última posibilidad está descartada. El cordobés ha sabido ir y venir sobre sus pasos como para dar la puerta por cerrada. En su provincia ni siquiera está del todo descartado que vuelva a ir por la Gobernación si los números nacionales siguen sin sonreírle. El famoso animal político.
En paralelo, Massa decidió simplificar su campaña, en un giro que recuerda al Carlos Menem de 1989. Caravanas en la calle, contacto con la gente, promesas efectistas. Son meses decisivos. De lo que haga hoy dependerá su octubre. Todo vale.