Con Fayt, el kirchnerismo saca lo peor de sí

Con Fayt, el kirchnerismo saca lo peor de sí


La cercanía de la fecha de vencimiento, el inexorable 10 de diciembre, arrastra al kirchnerismo por terrenos no deseados, contradictorios con la historia que quisieron construir. El caso más patético, actual, es el embate impúdico contra el más veterano juez de la Corte.

Hace muchos años que Carlos Fayt tiene muchos años. Había pasado los 80 cuando Néstor Kirchner asumió la presidencia y los 90 cuando Cristina accedió a su segundo mandato. En el arranque de un ciclo que era solo dudas, el expresidente santacruceño supo hacer de la renovación del Máximo Tribunal su medida emblema. Fue su mejor herencia. Con poco respaldo en las urnas y un discurso histórico, avanzó contra la mayoría automática de su compañero Carlos Menem. El final de la gestión de su mujer, que gusta recordarlo y jura honrarlo, va en sentido penosamente contrario.

En la búsqueda de algún blindaje judicial cuando el calor del poder se apague, las espadas oficialistas sacaron lo peor de sí para acosar a Fayt. Así como habían tratado de inútil, mal padre y desordenado sexualmente a Alberto Nisman, un muerto, ahora ensucian al juez de 97 años por supuesta insania, ponen en duda su voz y el trazo de su firma, y se preguntan en público por su lucidez.

En un debate miserable y falaz, los peones del kirchnerismo colocan la edad como requisito casi monopólico de la idoneidad. El mismo día que plantearon formalmente su pedido para evaluar la salud del magistrado, en la Comisión de Juicio Político en Diputados hicieron zafar al funcionario más sospechado desde la vuelta de la democracia: el exsimpático vicepresidente Amado Boudou. De más está decir quién quedaría parado y quién sepultado en una purga ética.

Aníbal Fernández, una de las espadas de la presión oficialista contra la Justicia, hace gala por estos días de su lengua filosa. Repite lo que quiere escuchar la jefa a la que obedece ahora. Nada decía, poco tiempo atrás, sobre otro abuelo, más faltador que Fayt, a quien también supo servir. Lo tenía al lado. Siendo senador, el actual jefe de Gabinete compartió (o más bien, debía compartir) horas con el Menem que arruinó la Corte que ahora aseguran defender. El riojano, emblema en el relato K de la catástrofe en la que quedó hundido el país a fines de los 90, condenado por actos de corrupción, jamás recibió una presión siquiera cercana a la de Fayt. Guapos de pico, ningún K avanzó para quitarle fueros y hacerlo deambular por Tribunales como ciudadano raso.

Incluso cuando hoy el kirchnerismo sigue hablando de “no volver a los 90”, tiene en el expresidente un aliado de fierro. Hasta Estela de Carlotto, la luchadora titular de Abuelas de Plaza de Mayo, guardó su rencor contra el funcionario que abrazó al almirante Isaac Rojas en democracia, y lo saludó gentil en el Congreso. Menem, que ya pasó los 80 y no va nunca al Senado, ¿es idóneo?, ¿está lúcido?, ¿cumple el rol para el cual lo votó la gente? ¿Ahora que está viejo es bueno?

Sobre el fin de ciclo, el kirchnerismo actúa con maldad voraz. Acaso sea parte de un ADN que le permite mantener el poder de un modo inédito si se lo compara con los cierres de otros presidentes. También se le puede volver en contra. Algunos jueces que el oficialismo puso en la mira parecen decididos a resistir, primero, y a ¿vengarse, después?

El primer movimiento del magistrado al que apuntaron por no moverse fue ir a la Corte y garantizar la continuidad (la re-re-reelección) de su jefe, Ricardo Lorenzetti, el más detestado de esa corporación. El kirchnerismo no entiende cómo el rafaelino disputa poder desde un mismo escalón. Querrían verlo sumido a sus deseos.

También Claudio Bonadio, acusado en el Consejo de la Magistratura a partir de que empezó a manejar causas sensibles para la familia presidencial, calla y espera. Cree que el reloj es su aliado. El inexorable 10 de diciembre está cada vez más cerca.

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