Los políticos profesionales, ¿son empleados de los sponsors?

Los políticos profesionales, ¿son empleados de los sponsors?

La puesta a punto de Internet (y sus herramientas, web sites, blogs, etcétera) en las compulsas electorales occidentales, ha vuelto a poner sobre el tapete el atraso no sólo ideológico de la política como práctica sino también respecto de las nuevas tecnologías


La evolución de Internet ha transformado de manera definitiva los modos de comunicación. El ciudadano, el usuario, el cliente ya no se conforma con la recepción pasiva de la información sino que los nuevos instrumentos empujan a participar y opinar.

Ese deseo -legítimo- tiene dos traducciones históricas: democracia ‘directa’ o ‘electrónica’. Es la llamada ‘política 2.0’. La democracia ‘directa’ no es el àgora de los griegos; es más bien, el voto ‘electrónico’, a distancia, muy difícil de controlar en alguna supuesta vertiente fraudulenta.

Pero el uso de los profesionales de la política de la red es más superficial que de fondo. Se limitan a difundir programas y plataformas. El que más lejos llegó (y no demasiado) fue Howard Dean en las primarias demócratas por la candidatura a la presidencia de los Estados Unidos en el 2004.

Su campaña, organizada en torno al sitio www.deanforamerica.com (lanzado casi un año antes de las elecciones y redirigido después de los comicios a www.blogosforamerica.com, se fundó en el uso de la web como medio para movilizar y organizar a los ciudadanos.

Pero estos señores descubrieron los blogs (personales), y en ese punto la imaginación nunca llegará al poder. El blog suele ser entendido como un recurso más que se agrega al esquema de comunicación tradicional. Así, el candidato está presente en actos, convoca conferencias de prensa, aparece por sorpresa en la casa de algún militante ‘certificado’…y mantiene un blog (o encarga a alguien que lo haga).

La cuestión se limita a la campaña. Los blogs se presentan cuando comienza y se cierran cuando termina el conteo de votos. Su finalidad es absolutamente instrumental.

En esta predilección del personal político por los blogs está, sin dudas, el hecho de que son algunos de los soportes 2.0 que mejor se adaptan a la supervivencia de un modelo de comunicación clásicol.

El especialista Juan Freire dice que "al final, estos blogs son nuevos formatos para viejas prácticas. El blog es un nuevo elemento de marketing tradicional (de uno a muchos y en la práctica, unidireccional). Se convierten en una curiosidad dentro de la maquinaria de los partidos, una forma de demostrar la modernidad estética de las organizaciones y las personas". Ergo, nada nuevo.

Pero la más importante de las conclusiones (además de saber que los blogs se mantienen con dinero público), es la ausencia de cualquier voluntad de diálogo.

Aunque el blog permite elaborar comentarios, en general no son publicados. El prometido diálogo se convierte así en un monólogo espasmódico, cosmético y ajeno a los intereses de los ciudadanos.

Hay gente más optimista, que confía en la reconversuión de un blog (aunque más no sea corporativo) en una herramienta útil a la comunicación institucional, para lo cual resultan imprescindibles el compromiso, el esfuerzo y la transparencia.

Se trata de condiciones sólo aptas para apasionados de la comunicación. La utilización de un blog como un medio para adquirir una imagen innovadora, suele volverse contra el interesado, erosionando su credibilidad.

Los estudios más serios al respecto indican que en mayor o menor medida, la mayoría de los partidos políticos utilizan Internet como un ‘altavoz’ mediático, pero ninguno como un modo de recuperar el feedback del electorado.

Los partidos que están en la oposición suelen mostrar algo más de audacia, los avances coinciden con los períodos electorales. Se apuesta por por webs de campaña y aunque se crean foros y otras vías de participación, por lo general los sitios no favorecen un diálogo a fondo entre ciudadanos y dirigentes.

En rigor, la comunicación de partidos e instituciones políticas tiende a utilizar estrategias publicitarias antes que participativas o interactivas. Se entiende el rechazo pero hay obstáculos al cambio. Se resiente la confianza, y se refuerza la idea de que el diálogo a fondo no es entre ciudadanos y dirigentes sino entre dirigentes y sponsors.

Las campañas electorales son percibidas con hastío y sólo convencen a quienes ya estaban convencidos previamente. El bombardeo de marketing electoral, el continuo rediseño de logos y slogans, tiende a interpretarse como un gasto inútil, que sale del propio bolsillo.

Algunos empresarios empiezan a entender que ‘el mercado es conversación’, y que la figura del político escupiendo discursos (malos) construidos por equipos de asesores (también pagados por los contribuyentes), empieza a resultar anacrónica.

El escándalo provocado por la participación de Nicolás Sarkozy y François Bayrou en Le Web 3. debe interpretarse en este sentido. Si algo indignó a los bloggers parisinos, pronto también resultará intolerable al resto de los ciudadanos.

Si partidos e instituciones, aspiran a una interlocución seria con la ciudadanía, deberían cambiar su forma de comunicar, pero el cambio no podría limitarse a la adopción oportuna, de las tecnologías de moda.

Sin esta reorientación, el divorcio entre la clase política y los electores no sólo se agudizará sino que empeorará y tendrá consecuencias poco saludables para eso que por costumbre llaman ‘democracia’.

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