El año parece cerrarse desde lo político. Los diferentes partidos, sectores, coaliciones o agrupamientos han pospuesto sus principales decisiones para comienzos del año próximo, es decir, para febrero y marzo del 2005.
El 2004 que transcurre fue muy duro para todos. Los caminos que no se abrieron hasta ahora, ya no tendrán margen de maniobra en estos dos meses y poco que falta. Las estructuras y las operaciones por supuesto que no se detendrán ni estarán paradas, pero sin la fuerza necesaria para producir modificaciones de alto impacto. Mantendrán -salvo sorpresas inoportunas- piloto automático hasta que se inicie de lleno el año electoral.
El oficialismo empezó con algunos tropiezos, casi inerciales, del gris que distinguió a la pasada gestión, pero termina en alza dejando una imagen de una cierta solidez y consistencia como nunca había mostrado desde que Ibarra gobierna la Ciudad de Buenos Aires. Con la construcción de los subterráneos como nave insignia de su gestión, el jefe porteño mantuvo sus puntos más altos en educación y salud a partir de un superávit presupuestario importante y una mayor experiencia en la gestión. Sin brillar está mejorando de a poco algunos aspectos del área social, en especial en la zona sur, y en las decisiones estratégicas como las de seguridad, abandonó el camino del "no involucramiento", que tan malos resultados le había dado antes. Parece haber sintonizado mejor la percepción de la demanda social y cambiado su voluntad política.
Paralelamente, este año le ganó casi todos los duelos a sus socios kirchneristas de la Ciudad, que pagaron caro este primer año el desconocimiento de un distrito muy particular y sufrieron derrotas inútiles legislativas por falta de reflejos. En materia de posicionamiento político en la Ciudad, Ibarra parece haber tomado el centro del ring, y desde allí empezó a transitar el camino de la proyección nacional, que parece adoptar forma de transversalidad pragmática fiel a su estilo. Tiene por ahora la responsabilidad de gobernar y como siempre será el último en definir su juego.
Mauricio Macri ya le comunicó a sus legisladores que se tomará el verano antes de definir en qué cancha saldrá a competir, en el caso de que lo haga. El temor a una nueva derrota ronda por su cabeza, aunque tiene la certeza de una buena elección en la Capital -gane o pierda-, lo que terminaría de inclinar la balanza hacia la sobrevida política del empresario con base en la Ciudad. Sin el empuje en el conurbano del Boca campeón de Carlos Bianchi y sin el respaldo explícito que alguna vez soñó de Eduardo Duhalde, el territorio bonaerense se le tornaría impenetrable, ya que sólo quedarían en Provincia librados al viento los pocos votos conservadores y algunos sectores del radicalismo que, al no poner en juego las intendencias, podrían tenerlo en cuenta para enfrentar al peronismo.
Elisa Carrió sabe que lidera cómoda por ahora las encuestas, sólo con algunas predicciones acertadas, un cambio de look más fashion y la ubicación mediática en las antípodas del Presidente. Con eso le alcanza. Construir orgánicamente nunca fue su fuerte, por lo que quedarán algunas apariciones televisivas suyas como todo aporte al colectivo social porteño.
El presidente Néstor Kirchner y su representante porteño Alberto Fernández son otros que han postergado hasta el año que viene la decisión sobre la táctica a emplear en los comicios legislativos del 2005. La normalización del PJ capital se suma a la lista de postergaciones enunciadas. El bonassismo y sectores sociales agrupados en otros partidos podrían conformar un frente que traccione la política que defina el Presidente, mientras Daniel Scioli -siempre activo- monitorea el panorama para pegar el salto hacia su inclusión en el esquema definitivo del distrito. En resumen, a pesar del interés que despierta la disputa en la Ciudad, inmersos entre tantos problemas, para el oficialismo resulta inviable ahora tomar definiciones en este aspecto.
El radicalismo es un fantasma que sobrevuela libanizado hasta casi la pulverización. La estructura comiteril que durante tantos años dominara politicamente la Capital hoy está inmersa en un enmarañado debate de cómo salir de la experiencia del fracaso del gobierno de Fernando de la Rúa. Muchos sobrevivieron bajo el ala de Ibarra con un perfil subterráneo, tan necesario para ellos como para quien los cobija; otros se preparan para alinearse con Carrió (si los acepta), un poco por los orígenes de la chaqueña aunque centralmente porque no tienen adónde ir, mientras que una incógnita es qué actitud tomará Nito Artaza, hoy devaluado aunque no tanto como su partido. Son los que más tiempo necesitan para revertir la virtual desaparición del escenario.
La izquierda tradicional no presenta cambios respectos de anteriores propuestas ni pareciera estar en condiciones de dar sorpresas, perjudicada esta vez por la sobreoferta de centroizquierda que tendrá el distrito. El zamorismo -que fuera una estrella electoral- fracasó rotundamente en su estrategia de acumulación habiéndose despedazado Autodeterminación y Libertad y quedando los mejores dirigentes por fuera de la estructura de la mujer de Zamora, Noemí Oliveto, en la Legislatura porteña.
Otros partidos como la Ucedé, más allá de cómo termine la controversia entre Jorge Pereyra de Olazábal y Julio Crespo Campos, dependerán de qué opciones elijan los popes del sector, como lo son Macri o el mismo Ricardo López Murphy. Patricia Bullrich completa la oferta del sector, la Piba por ahora se mueve en juego solitario, pero habrá que esperar para ver cómo queda finalmente establecido el tablero de la centroderecha y eso también será recién el año que viene.
Los secretarios del gabinete de Gobierno están desfilando estos días por la Legislatura peleando sus abultados presupuestos para el año que viene, esta vez en tiempo y forma, sin la locura contrarreloj clásica de los diciembres anteriores. Y parecería ser que con ello se cierra el año político, siempre y cuando no haya alguna sorpresa adelantada, de esas que sí se están preparando en todos los bunkers, pero para lanzar recién en marzo.