En diversos mentideros políticos se comentó en los últimos días que existe algún puente que podría llegar a unir los campamentos del líder puntano y el del jefe de Gobierno porteño, Aníbal Ibarra.
Cuando los periodistas interrogan a los laderos de Rodríguez Sáa, éstos contestan que la especie no tiene asidero, junto con una sardónica sonrisa que insinúa todo lo contrario.
En las inmediaciones de las tiendas de Ibarra, por el contrario, desmienten -al borde de un ataque de caspa- la versión, en tanto que sus rostros se contraen con gestos de horror. Pero, más allá de las reacciones iniciales, a continuación suelen sondear a los reporteros para averiguar cuánto saben y cuán confiables son sus fuentes informativas.
Lo concreto es que sólo el secretario de Descentralización y Participación Ciudadana, Ariel Schifrin, salió a la palestra a pronunciarse en contra de un acuerdo con el puntano. Schifrin manifestó en un comunicado que el Frente Grande "de ninguna manera va a apoyar o a llegar a un acuerdo electoral con un nuevo y potencial Menem como es Rodríguez Sáa".
Más bien molesto, el funcionario porteño, que fue el artífice de la gestión de un fracasado acuerdo con "Lilita" Carrió, aseguró que "hay gente que quiere confundir al electorado progresista para compensar el acuerdo que Rodríguez Sáa hizo con Rico en la Provincia de Buenos Aires, que es sólo la punta del ovillo de una antigua pero remozada relación con el poder económico y la derecha conservadora."
De todas maneras, ante la paulatina declinación que sufrió en los últimos tiempos la alianza que había pergeñado para lograr la reelección de Ibarra, que incluía a Carrió, al Frente Nacional contra la Pobreza (FRENAPO) y a la Central de Trabajadores Argentinos (CTA), Schifrin se debate en una creciente soledad.
Tanto es así, que en la noche del miércoles se lanzó -en un teatro del barrio de Almagro- una línea interna de su partido que propone una autocrítica ante los errores cometidos y que se manifiesta opositora a todo entendimiento con los sectores pseudoprogresistas, en tanto que apunta a una construcción movimientista.
Este desafío, lanzado en la propia cara del todopoderoso mentor de casi todas las jugadas políticas de Ibarra en los últimos tiempos -como la reforma política y el presupuesto participativo-, parecía impensable poco tiempo atrás.
De todos modos, a pesar de que las versiones se multiplican, nada es seguro en los mentideros del poder, en los que las medias sonrisas, las medias palabras y las medias verdades son moneda corriente. Aún así, si esta versión finalmente se comprobara cierta, sería la nueva corporización de una vieja consigna: reelección o muerte.