Aníbal Ibarra terminó montado en un gigante que lo levantó detrás de una valla que separaba la multitud adicta que llegó hasta el Cabildo, del vacío armado sobre la calle Hipólito Yrigoyen por la policía para resguardar la legislatura, sus paredes y puertas de madera torneadas. Las trompetas se acercaron en la marejada de gente (en un número de aproximadamente 7.000), al inesperado y tardío líder, y los bombos tronando y los gritos de "aguante" de "viva" de "te queremos", mantuvo en Ibarra durante algunos segundos la mirada del hombre que se pierde en el amor de la masa.
Como tantas cosas, ésta, asociada al fatalismo de las últimas horas de sus hombres, llega tarde. Las cabezas enruladas y sucias había que tocarlas en 2000 y los mates babeados había que tomarlos en 2002 y los incendios había que apagarlos en el 2004. De cosas así se lamentan los ibarristas en privado. En público manifiestan, marchan, cantan el himno a voz en cuello. Todos tienen vidas políticas que en sus programas originales aspiraban a más cosas que a los cursitos de malabares y a los Estudios Abiertos y Cerrados y muertos de frío.
Al frente de la marcha, Raúl Fernández, el jefe de gabinete de la Ciudad quien está haciendo de la defensa de Ibarra, un tramo épico de su vida. Pensando, sentado solo en una banca prestada por los legisladores que hoy no hacían falta, elucubrando, viendo cómo salva al amigo. Como en la marcha de diciembre, hoy se puso al hombro la organización y asegurarse que fuera un éxito. Su mano derecha Luis Véspoli dirigía las operaciones y compartían con él, el avatar lírico de las batallas finales el subsecretario de Comunicación Daniel Rosso y Lía María y Sandra Castillo. Todos ejecutaron un plan de apoyo que encontró el respaldo de actores, dirigentes villeros, ex radicales como Palito Calderaro y Hugo Soler, amigos camioneros de Hugo Moyano, encargados del sindicato de Victor Santamaría, ONG’s y entusiastas como los de Ecoliberación del "fatalismo auténtico" liderada por José Luis Domínguez.
La senadora y hermana Vilma Ibarra, el secretario de Seguridad, Diego Gorgal, el de Planeamiento Roberto Feletti y el secretario de Cultura Gustavo López avanzaron sobre la ciudad dormida de enero llevando una bandera en sus manos que decía: "No a la derecha". Debajo de sus zapatos los volantes que se repartieron por miles que decían: "Epszteyn traidor", de buena impresión y con olor a interna oficialista, en referencia al esquivo secretario de Desarrollo Sustentable y Medio Ambiente, Eduardo "Nabo "Epszteyn.
Al llegar al Cabildo, tras unas cuadras de cánticos alentados desde una camioneta (un formato muy PTS), una madre de víctimas de Cromañón que está en contra de la destitución habló de su vigilia de las últimas noches en la puerta de la casa de Ibarra en Villa Ortuzar y contó que le convidaron te y mate pero que no le dieron dinero por estar ahí. Luego la noticias de último momento: "Llega Aníbal" que encontró a la locutora invitando a un minuto de silencio por las víctimas. Minuto que fue quebrado por el tumulto que provocó la llegada del ex fiscal que hoy quedó del lado de la sombra, en la calle de la justicia y de las emociones que son más poderosas que los argumentos. Tal parece.