Si bien los expertos aseguran que aún no hay motivos suficientes como para declarar una emergencia ambiental, en el aire de la ciudad de Buenos Aires flotan una batería de partículas contaminantes que superan el máximo saludable en un 30 por ciento.
Esta preocupante sitación surgió tras la realización de un estudio de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que midió el impacto de las partículas MP10 y MP2,5 en más de 3.000 ciudades del mundo, incluyendo a Buenos Aires. En La Boca, Barrio Norte y Parque Centenario existen desde 2010 estaciones automáticas de monitoreo que registran la existencia de contaminación.
La contaminación se mide en base a diferentes parámetros, entre los cuales están las pequeñas partículas (MP10) y las partículas finas (MP2,5), que contienen sulfato, nitratos y carbono negro, que son las más peligrosas para la salud pública. Las partículas de menos de 10 micrones de diámetro pueden terminar alojadas en la tráquea y en los bonquios, incrementando el peligro de accidentes cerebro-vasculares, cardiopatías, cáncer de pulmón y enfermedades respiratorias, como asma. Estos padeceres provocan tres millones de muertes prematuras al año, según la OMS.
Para la organización que regulan los laboratorios medicinales, el 80 por ciento de los habitantes de las zonas urbanas están expuestas a niveles de calidad del aire que superan los límites de contaminación fijados por la OMS.
Para la organización, el 98 por ciento de las ciudades de más de 100 mil habitantes en países cuyos ciudadanos tienen ingresos bajos o intermedios no respetan los porcentajes de contaminación que sean inocuos para la salud, mientras que en los países de renta alta, “sólo” el 56 por ciento de las ciudades lo hacen.
La subdirectora general de la OMS, encargada del Departamento de Salud de la Familia, Flavia Bustreo, señaló que “cuando el aire contaminado envuelve nuestras ciudades, las poblaciones urbanas más vulnerables -los más jóvenes, los más viejos y los más pobres-, son los más afectados”.