Lo que más me sorprendió de Macri es la forma en que capturó el sentido común de los porteños. Hay que admitirlo como primer paso para construir un proyecto diferente con quienes no comparten esa lógica. Nosotros, desde el progresismo, debemos proveer un nuevo sentido común, porque Macri no es un accidente que va a pasar, como creen muchos", lanza el diputado porteño Martín Hourest, del bloque Igualdad Social, una alianza que comparte con Liliana Parada.
El economista, de 48 años y origen radical, está casado, tiene seis hijos y vive en Colegiales. Hourest se relata a sí mismo: "Empecé a militar en el radicalismo a los doce años, en 1972, y me quedé un tiempito, hasta los cuarenta y uno. Me fui de la UCR cuando Domingo Felipe Cavallo entró al gobierno de Fernando de la Rúa". Días antes había renunciado a su cargo de subsecretario del Interior de la administración de la Alianza. Fue compañero del Buenos Aires de Claudio Lozano y durante la dictadura participó activamente en organismos de derechos humanos y después en la CTA.
Le gusta el buen jazz, y el tango de Troilo, Goyeneche y Mederos, con un touch de Serrat: un mix bien urbano y cuarentón. En su diagnóstico político, está convencido de algo: "El progresismo en general cree que Macri fue un error de los porteños y que va a pasar cuando se den cuenta de las bondades de la centroizquierda. Eso es mentira. Lo que pasa es que entre los progres hay tres males que bloquean a la hora de construir: narcisismo, esencialismo y sectarismo".
Más tarde los detallará.
-Ya que esta semana es una de nuestras víctimas, ¿estuvo leyendo otras contras de NU?
-No, soy bastante pelotudo para esas cosas.
-¿Es así en general o sólo para leer contratapas?
-¿Ser pelotudo decís? No, me pasa en general, y podés ponerlo nomás. No me molesta.
-No me tiente con ideas de título, le pido por favor. Vamos para otro lado. Aprovechando que usted es economista: ¿qué pasó con la evolución de la pobreza en la Ciudad, a partir de estos meses de gestión de Macri?
-Hay que romper con esta idea de que existe un sur pobre y un norte opulento porque ya no es así.
-¿Cómo que no es así? ¿Y desde cuándo cambió?
-Es así, pero además, a esto, hay que agregarle que la Ciudad creció y que en cada zona geográfica hay desigualdaddes. Nosotros decimos que hay una polarización y además una segregación geográfica, en una ciudad donde los que tienen riqueza material y simbólica cada vez están mejor y un sector que se subordina a ese orden, como el chico que trae el delivery o el que viene con el CD, que son segmentos de marginales nuevos que están surgiendo. ¿Por qué? Porque el desarrollo de la Ciudad la deciden los desarrolladores inmobiliarios en alianza, explícita o no, con los gobiernos local y federal. Es esa lógica, que tiene que ver con el modelo económico kirchnerista, que genera crecimiento pero a la vez aumenta la brecha de la desigualdad, la que está agravada con el accionar o, mejor, el no accionar de Macri en este punto.
-¿Macri le parece un conservador, como jefe político de la Ciudad?
-Sí, claro, piensa como todos los conservadores: si lo dejás te pone hormigón en los zapatos. Si fuera por él haría puentes y caminos.
-¿Está mal?
-Mal no está pero, si me preguntás, eso es lo que hicieron los conservadores argentinos en relación con la Ciudad.
-Ahora, usted habla de la lógica de Macri en un sentido negativo. Pero la gente lo considera eficaz. Supongamos que usted tenga una lógica mejor, pero no lo acompañan, ¿de qué le sirve?
-Bueno, ahí está la cuestión. Yo creo que nosotros debemos hacer algunas cosas, en lugar de pensar que Macri es un mal que ya va a pasar porque esto no es así. Lo primero es no actuar defensivamente (porque el progresismo está con una actitud muy defensiva) y en cambio, alejar todo espíritu de revancha. Generar la idea de que puede haber un futuro mejor que el actual en inclusivo, para esta gente marginal del sistema, que crece día a día. En tercer lugar, el progresismo no es o no debería ser la suma de Ari, Igualdad Social y otras fuerzas semejantes. Eso sumado, no da nada. Tenemos que ir hacia una nueva lógica y lograr que esa lógica pueda ser comprendida por quienes no votan a Macri.
-¿Y cuál sería la lógica de Macri?
-Él piensa en resolver los problemas de la gente.
-Y usted, como político, ¿en qué piensa?
-No, correcto. Pongámoslo así: él dice que tiene determinados problemas que resolver, desligándolos del contexto y los valores. Es como si en una pareja, dijeran que tienen veinte problemas. Y yo te digo: no: el problema es de relación. Aquí el problema es la política.
-En ese sentido, Kirchner también tuvo un discurso parecido, bastante antipolítico en el sentido de instalar la idea de que el debate es una pérdida de tiempo y la oposición es charlatana y no hace nada. Néstor Kirchner, no así Cristina, tiene un discurso de la eficiencia.
-Estoy de acuerdo. Creo que tanto uno como el otro hablan desde afuera y desde lejos. Macri no viene de la política; Kirchner no habla de su militancia, ni nada por el estilo. Los dos tienen un mismo discurso, un mismo lugar de enunciación.
-¿Me explica los tres problemas de la izquierda que, según su análisis, debería trascender para construir una nueva lógica?
-Sí, pero antes debemos aclarar que, con lo que hay que romper, es con una idea que a mí me hace acordar al PJ, en el 83. Yo me acuerdo que cuando ganó Alfonsín, un puntero de Villa Lugano, me dijo: "Todo bien, pero nos metieron la mula". No podía creer que el peronismo, donde siempre arrasaba, hubiera perdido. Con el progresismo pasa hoy algo parecido. Analizan a los que votaron a Macri como un error, en lugar de preguntarse por qué no los votaron a ellos. Y qué motivos tenían para no hacerlo.
-Algo muy argentino y porteño: poner las responsabilidades afuera y quedar absuelto.
-Sí, ésa es una actitud peligrosa y tiene que ver con tu pregunta de antes. Uno de los problemas es el narcisismo de la izquierda: pensar que somos los más buenos, lindos y que la gente nos tiene que votar a nosotros. Segundo: el sectarismo, que es creer que la verdad está de nuestro lado y tenemos razón. En tercer lugar, está el esencialismo: acá está el pueblo y eso es lo correcto.
-Interesante, ahora para terminar Hourest, una duda que tengo. ¿Qué pasó, le robaron la tele y se olvidó de comprar otra?
-¿Por mis seis chicos, decís? Es que lo importante no es la tele sino saber cuándo apagarla.