Cárcel: El dilema de Macri con Cristina y su Estado Mayor

Cárcel: El dilema de Macri con Cristina y su Estado Mayor

Los cráneos del gobierno hablan de la crucial elección que viene pero otros cráneos del gobierno hablan de la continuidad histórica de la impunidad en la Argentina. Quién ganará. Difícil.


Cuando Mauricio Macri comenzó a diferenciarse seriamente del kirchnerismo, una prioridad para ganar tiempo fue denunciar a sus principales dirigentes por hechos de corrupción. Lo demás es conocido. La Rosadita y la plata girando, los trenes inservibles y asesinos de Jaime y los bolsos de López en el Convento fueron contundentes. Sólo con minutos -y hasta horas de TV-, el efecto estaba logrado, pensaban sus cráneos.

El problema de esta concepción es que mucha gente que lo votó va mutando al ritmo de la justicia. Ellos le creyeron al Presidente cuando denunció que el gobierno K era esencialmente corrupto y se esperanzaron con que sus principales funcionarios fueran procesados y luego presos.

De hecho hay como una división entre los integrantes del mismo gobierno, más allá de las responsabilidades de cada uno. Saben que están “border” en el tiempo, algunos analistas hablan que en abril si no está preso ninguno de los peces gordos, la persecución fatal del 2016 puede jugarles en contra. O será que “no tienen ya poder” dirán otros…

Paralelamente, desde algunos otros sectores que directa o indirectamente apostaron a Cambiemos, periodistas como Eduardo Feinmann, Jorge Lanata y Luis Majul; dirigentes políticos, propios como Elisa Carrió o cercanos como Margarita Stolbizer, y algunos jueces y fiscales que conforman la llamada “familia judicial” encabezados por Bonadío y Marijuán, se embarcaron en una furiosa cruzada anticorrupción kirchnerista, que provocó la profundización de las investigaciones sobre los hechos que habían denunciado algunos de los mencionados en primer al principio. Y puso la interna al rojo vivo.

En ese marco, la prisión de Ricardo Jaime, luego la de Lázaro Báez, sumada a la de José López, significaba para los votantes de Macri la esperanza de que “todos los corruptos van a ir presos”, lo que a su vez confirmaba que “éste es un Gobierno del cambio, el que termina con la impunidad”.

Las investigaciones se fueron luego espaciando y los ladrones -o supuestos cacos- que aún quedan libres van apagando de a poco sus temores mientras el tiempo pasa. Es que en esta ecuación, el paso del tiempo es fundamental porque apaga la memoria, permite esconder las pruebas y, fundamentalmente, la desaparición de los medios aleja a los actores de la consideración del público al tiempo que enfurece a la tropa propia.

Esta desaceleración en la cruzada ya comenzó a dar frutos –algunos negativos- para el Gobierno. Todos en la política entienden que al Presidente no le conviene que los principales dirigentes K, léase Cristina, De Vido o Aníbal Fernández estén entre rejas. Y eso es malo, no suma al cambio sino a la continuidad, huele a demasiado peronismo para el gusto de los amarillos.

Entre los radicales piensan que “existe una seria contradicción entre el discurso del Presidente -que no ha dejado de nombrar a la corrupción- y los hechos que lo tienen como protagonista. Hasta ahora los tres presos suenan a poco, a casi nada, todos ellos revistaron bajo la égida del Jefe D. Julio De Vido- y son considerados sólo como una especie de “chivos expiatorios”.  Podemos contar como cuarto exponente al Caballo Suárez, otro proceso liviano comparado a los desastres que hizo.

Ya hoy, en este tema muchos votantes de Macri piensan que Cambiemos fue una esperanza distinta de lo que es hoy. Quieren a una fuerza que empuje políticamente a la gente a la cárcel sea como sea, sin presionar a la justicia pero que no permita que duerman las causas. El riesgo – para Cambiemos- es que el tiempo pasa y crece el discurso de la impunidad, el que nada cambió. Hay muchas causas y ruido, pero pocas nueces, entonces Cambiemos no es Cambiemos empieza a decir la calle y falta un año para la elección.

En este camino, ante los comicios del año la pregunta surge con claridad: Cristina (y sus principales secuaces) libres es algo que le conviene el gobierno en lo numérico y en las encuestas. Pero ¿galvaniza esto su voto?, ¿le cumple a su gente con la promesa de terminar con la impunidad? O sólo por el hecho de intentar ganar una elección va a dejar que los jueces -que siempre merodean el poder- duerman las causas el sueño de los justos. Una pregunta que tiene muy poco tiempo para ser respondida. Luego el tiempo dirá qué suma y qué resta tener a Cristina en la cancha.

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