El PJ sostuvo la unidad, que será puesta a prueba en 2017

El PJ sostuvo la unidad, que será puesta a prueba en 2017

El peronismo bonaerense decidió designar más apoderados, abrir las internas adonde hay conflicto y defender la gestión de Kirchner y de CFK. Les queda la gestión para abortar la cuarta lista.


Cuando el peronismo perdió el control territorial en la Provincia de Buenos Aires, sólo algunos intendentes quedaron como los únicos protagonistas de la política con poder concreto, con mando sobre las diversas áreas de gobierno. Igual, no fueron tan pocos los territorios que quedaron bajo su mando: fueron 55 de 135, contra 65 que ganó Cambiemos, diez que consiguió el massismo y cinco que quedaron en manos de partidos vecinales.

Desde el once de diciembre de 2015, el día siguiente al que asumió la “extraña” María Eugenia Vidal, los intendentes se convirtieron en los autores del “manual del sobreviviente perfecto”. Primero, tuvieron que pelear en condiciones de extrema dificultad un presupuesto que -si no mediaba su intervención- los hubiera ignorado de manera absoluta.

Fue la primera victoria que consiguieron, aún a costa de que los bloques de senadores y de diputados terminaran fraccionados, ante la presión que ejercieron los jefes comunales para conseguir financiamiento para las obras en sus distritos y la respuesta del oficialismo, que buscó seducirlos de cualquier manera.

Esta división de los bloques dio inicio a otra etapa en la política. Huérfanos de conducción, se plantaron frente a la dirigencia que abandonaba el Gobierno -en especial, frente a Daniel Scioli y a Cristina Fernández de Kirchner- y les reprocharon la manera en que armaron las listas de legisladores provinciales, de los cuales pocos respondían al poder territorial, pero tampoco rompieron con aquellos. En el documento, inclusive, plantearon que seguían perteneciendo el FpV. Una muestra de pragmatismo y de sabiduría, que les evitó un riesgoso salto al vacío.

Simultáneamente, el 16 de enero, surgía una organización que reunía a los intendentes, en un acto realizado en Merlo. Fue el Pacto de San Antonio de Padua, que seguía los lineamientos planteados por el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si. Este agrupamiento sirvió para comenzar a trabajar sobre los lineamientos que debía tener un proceso de unidad entre pares, una rareza en el peronismo, que se congrega al calor de un solo liderazgo y no al de muchos. Se dice que el Justicialismo es un movimiento en el que uno solo convoca a la unidad y luego la capitaliza para acceder al poder. Al menos, así ha sido hasta ahora.

En razón de la falta de líderes unificadores, el recurso de aceptar la doctrina papal les evitaba a los jefes comunales tener que ser los seguidores de alguien sin la legitimidad suficiente como para convocarlos a todos. ¿Quién mejor que el Papa -el vicario de Dios- para juntarlos a todos? Nadie más hubiera podido, porque en la derrota, el peronismo se convierte en un campo de batalla en el que furiosos contendientes se destrozan a dentelladas y sólo los que son capaces de quedar en pie pueden aspirar a conducir algo o a algunos. Una de las causas principales de la derrota del 25 de octubre de 2015 -la principal razón, en realidad- fue que ninguno de los dos candidatos -Daniel Scioli y Aníbal Fernández- era el líder del territorio en el que disputaba el poder.

Por esta razón, Scioli no hubiera podido ser un buen representante del peronismo en esta etapa que corre, por eso sólo aspira a ser candidato a senador o a diputado el año que viene, a tono con su condición de derrotado. Ser designado como un “mariscal de la derrota” es una circunstancia a la que ningún peronista puede sobrevivir.

Pero, más allá de los liderazgos, el Pacto de San Antonio de Padua no sobrevivió demasiado tiempo. Hacia fines del mes de julio nació el Grupo Esmeralda, que fue un fraccionamiento de Padua, conformado, entre otros, por Martín Insaurralde (Lomas de Zamora); Gabriel Katopodis (San Martín); Juan Pablo de Jesús (Partido de la Costa); Fernando Gray (Esteban Echeverría), Mariano Cascallares (Almirante Brown), Juan Zabaleta y Eduardo “Bali” Bucca (Bolívar).

Esta fue la señal de largada para el surgimiento de otros agrupamientos de intendentes, que, como buenos peronistas, son conscientes de que no se puede caminar la provincia en soledad, sino congregados con otros. En los primeros días de septiembre, fue el turno de los demás integrantes de Padua, que lanzaron el Grupo Fénix, nuevamente en Merlo. Lo conformaron, entre otros, Gustavo Menéndez (Merlo); Verónica Magario (La Matanza); Leonardo Nardini (Malvinas Argentinas); Ariel Sujarchuk (Escobar); Juan Ustarroz (Mercedes); Ricardo Curutchet (Marcos Paz) y Walter Festa (Moreno).

Paralelamente se formó el Grupo Patria, que agrupa a los intendentes más cercanos a Cristina Fernández de Kirchner, que integran Jorge Ferraresi (Avellaneda); Mario Secco (Ensenada) y Francisco Durañona y Vedia (San Antonio de Areco).

El último grupo de intendentes comenzó a operar a fines de septiembre. Se autodenominaron El Establo y agrupa, entre otros, a los jefes comunales Marisa Fassi (Cañuelas); Jorge Cortéz (Hipólito Yrigoyen); Oscar Ostoich (Capitán Sarmiento); Ricardo Casi (Colón); Juan Carlos Veramendi (General Paz); Roberto Álvarez (Tres Lomas) y Juan Carlos Gasparini (Roque Pérez).

Se podría decir que esta primera etapa de definiciones políticas se cerró el 25 de octubre de 2016, cuando todos los grupos de jefes comunales confluyeron en el Club Independiente de Lobos, donde designaron una mesa política que negociara en nombre de todos para alinear a los diputados provinciales, que estaban divididos en cinco bloques -Peronismo para la Victoria; Frente para la Victoria-Partido Justicialista; Frente para la Victoria; Justicialismo Bonaerense y Peronismo Bonaerense- y a los senadores, divididos, a su vez, en otras cinco bancadas: Frente para la Victoria; Partido Justicialista; Bloque Peronista; Justicialismo Bonaerense y Partido Justicialista Néstor Kirchner.

El acuerdo de Lobos se tradujo en una Mesa Política, que está integrada por cuatro intendentes por la Primera y la Tercera Sección Electoral y dos por cada sección electoral del interior bonaerense. Por la Primera Sección la conformaron Katopodis, Menéndez, Alberto Descalzo (Ituzaingó) y Ariel Sujarchuk, en tanto que Ferraresi, Magario y Julio Pereyra (Florencio Varela) se integraron a esta instancia por la tercera sección.

La historia culminó en diciembre del año en curso, con la nueva discusión del Presupuesto 2017, aunque luego se abriría otra instancia. Nuevamente las negociaciones con el oficialismo culminaron con amagos de rupturas en los bloques parlamentarios, más aún porque había en oferta -todo oficialismo que se precie como tal intentará siempre dividir a la oposición, al precio que sea- algunos cargos en organismos descentralizados, como la Defensoría del Pueblo. También aquí los jugadores orejeaban atentamente las cartas, porque estaba al alcance también la vicepresidencia de la Cámara de Diputados.

La aprobación del Presupuesto presentado por Vidal finalmente fue ley, a costa de nuevas desavenencias internas en los bloques legislativos. Tampoco faltaron discusiones internas entre los grupos de intendentes, que se agudizarán en el año que se inicia, cuando se deban barajar los nombres de los candidatos. Sólo será posible un proyecto político en común si esas negociaciones no rompen la unidad. El “síndrome de la cuarta lista” traería consecuencias devastadoras para las chances del peronismo para 2019, no sólo para 2017. De todos modos, los obstáculos se han ido superando hasta ahora, aunque es necesario no olvidar que esta etapa es apenas el comienzo de una larga marcha. Hoy, todo es adversidad y el ansia de perder por poco. Ganar es otra cosa.

Finalmente, el sciolista Guido Lorenzino llegó a la Defensoría del Pueblo, de la mano del Grupo Esmeralda, mientras que el randazzista Marcelo Feliú se quedó en una de las vicepresidencias de la cámara baja. Esta circunstancia terminó de perfilar a los integrantes del Grupo Esmeralda como los interlocutores elegidos por los operadores de Vidal, aunque esta circunstancia, por carácter transitivo, los coloca en la mira de sus adláteres, en especial por ser los únicos que cosechan en tiempos de sequía.

De todos modos, en la construcción futura, los grupos Esmeralda -más cercanos a Vidal- y Fénix -que fueron el blanco de Vidal, en ocasiones- aparecen como los “motores” de esta etapa de reconstrucción del mapa peronista. La paradoja en este punto es que nadie es lo suficientemente fuerte como para prescindir de los demás. Así, el máximo galardón al que puede aspirar el que surja como líder tras estos avatares, es a ser el “primus inter pares”. Después, la historia hablará cuando los hechos se produzcan. Lo contrario es una ciencia inexacta llamada adivinación. Y Delfos queda muy lejos de La Plata.

Finalmente, apenas dos días antes del último día del año, el peronismo volvió a congregarse, esta vez en San Justo, para resolver cuestiones partidarias y ya no sólo de gestión. El desafío era arduo, dadas las constantes disensiones internas que azotaron al mundo parlamentario peronista y a los territorios en los que el justicialismo perdió en las generales, que dejaron huérfanas y acéfalas a las cúpulas partidarias.

Adonde hubo intendentes “del palo”, la tormenta amainó después de azotar con fuerza a las filas partidarias, pero adonde se perdió, el caos provocó que quedaran a la deriva las unidades básicas y sin conducción los consejos partidarios distritales. Esta situación, que se podría calificar como “la pesadilla perfecta” es la que debió enfrentar el peronismo bonaerense durante todo el año y así se llegó al Polideportivo Alberto Balestrini el jueves último.

Tres puntos principales quedaron resueltos ese día. El primero, se ordenó la cuestión de los apoderados partidarios y la Junta Electoral, cuyos cargos quedaron repartidos entre los diferentes grupos, al final sin heridos graves, que sean capaces de provocar rupturas. El segundo fue que se habilitó que las listas que no sean consensuadas se deben dirimir en las PASO o en internas. El último punto fue la redacción de un documento, en el que los peronistas reivindicaron los 12 años del último gobierno de ese signo y salieron a defender la memoria de Néstor Kirchner y de su sucesora y última presidenta peronista, Cristina Fernández.

Así, con los patitos en fila y con los tanques recargados, el peronismo espera enfrentar, en el segundo semestre de 2017, el difícil compromiso que le aguarda. Solamente queda por cerrar aún un frente que les quita el sueño a muchos de sus referentes. Si lograran negociar con los proscriptos, no habría cuarta lista y no existiría la posibilidad de que se produzca la catástrofe más temida: la diáspora. Mientras tanto, sentados y cruzados de brazos, Eduardo Duhalde, Mario Ishii, Jesús Cariglino y Aldo Rico, entre otros, esperan una oferta, una negociación, un mastiquín o lo que sea. De todos modos, la plata está en La Plata. Y el corazón es, en estos tiempos en que “las flores no tienen olor, las comidas no tienen sabor y las mujeres no tienen corazón”, sólo un músculo que bombea sangre.

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