No todo es vino y rosas en la alianza Cambiemos, que está comenzando a vivir una crisis que puede poner en peligro su propia existencia. A las advertencias de sus aliados Luis Juez y Elisa Carrió acerca de que “no se pueden cometer más errores”, se sumaron ahora los radicales.
Existe un grupo que viene mascullando su derrota en la convención de Gualeguaychú, que se realizó el 14 de marzo de 2015, en la que se impuso la moción de sumar al radicalismo al Pro y a la Coalición Cívica para armar Cambiemos. En aquella reunión, Ricardo Alfonsín, Julio Cobos y Gerardo Morales se opusieron a la postura final que adoptaron los sucesores de Hipólito Yrigoyen y desde entonces todos ellos -menos Morales, que empleó el antiguo artilugio de la voltereta política y ahora es “oficialista”- esperan su oportunidad para volver a llevar al centenario partido por la senda social-demócrata que abandonaron sus correligionarios, con más pragmatismo que dignidad.
El hecho es que los “rebeldes” están redactando un documento -cuya redacción, a cargo de Jesús Rodríguez, sería aprobado este mismo miércoles-, que sería presentado ante sus correligionarios en la reunión de Villa Giardino, Córdoba el 24 y 25 de marzo de 2015. La realización de la siguiente reunión de la conducción nacional de la UCR estaba prevista para el tres de abril próximo en La Plata, pero la actitud de los rebeldes amedrentó a la dirigencia, que se encuentra analizando por estos momentos una sede alternativa, en especial por dos razones: el núcleo duro de la contestación está, precisamente en la Provincia de Buenos Aires y además, el gran perdedor sería, si hubiera algún enfrentamiento, el operador de Vidal en territorio bonaerense, Daniel Salvador, sería el más perjudicado.
La alarma de la conducción radical tiene que ver con que los rebeldes se consolidan cada vez más y la Provincia de Buenos Aires será este año el escenario de la más importante batalla electoral de Cambiemos. Esta circunstancia es la que obligó al presidente del partido, José Corral, a plantearse la necesidad de cambiar el escenario de la Convención Nacional, en la que se discutirá la ratificación de las alianzas electorales y la línea programática.
Finalmente, es necesario recordar que en la Convención de Gualeguaychú, la posición de acompañar a Cambiemos ganó con comodidad, pero sus opositores tuvieron mucho volumen de votos, tanto que el resultado fue de 186 votos contra 130. Complementariamente, el día bisiesto de 2016 -29 de febrero- en una reunión de la Juventud de la Internacional Socialista realizada en Tirana (Albania), echaron a los radicales de esa organización -con el aval de los socialistas argentinos-, por acompañar al “gobierno “de derecha” de la Argentina.
Estas contradicciones, sumadas al exagerado apego de los de la boina blanca por el deporte de las internas, anticipan una crisis que por ahora no pasará a mayores, pero que promete futuros capítulos en los que las controversias se profundizarán. El marco, de todos modos, no es el mejor para los radicales, que desde el traumático fin del Gobierno de la Alianza en 2001, deambulan sin rumbo, como aquellos personajes de Pirandello, “en busca de autor”.
