El peronismo porteño se aproxima a las elecciones legislativas de este año debatiéndose entre dos opciones de hierro: cerrarse mal sobre sí mismo o buscar la conformación de un frente político-social que expanda sus posibilidades. En una palabra, quedar atrapado -con suerte- en el 21 por ciento de la última elección o buscar la captación de otros sectores del voto que no es macrista, que en la ciudad suma aproximadamente a un 35 por ciento del electorado.
En lo que todos están de acuerdo es que representan a la única oposición en el distrito ya que Martín Lousteau tendrá serias dificultades para explicar cómo es oponerse a Macri siendo su embajador en Estados Unidos hasta hace menos de un mes.
Para esta instancia y ante la fragmentación de las agrupaciones del peronismo porteño, se designó a una “mesa política”, que es la encargada -tras la derrota nacional- -de armar una propuesta y de sumar opciones políticas para llegar al menos al 30 por ciento, que sería una opción honrosa para las huestes del movimiento que creó Juan Domingo Perón hace 72 años.
De todos modos, son sempiternos los problemas del peronismo para hacer pie en la ciudad. Ni siquiera en vida de Perón fue posible ganar elecciones en las que se definiera poder en la Capital Federal de los argentinos. Existió alguna legislativa, como la de 1993, que al obtener el justicialismo un 32 por ciento posicionó a Ermán González en el primer lugar. En las presidenciales de 2011, la expresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner ganó el ítem presidencial en la ciudad, aunque con el segundo índice más bajo del país, apenas arriba del 35 por ciento. El índice más bajo obtenido por el FPV fue en San Luis, donde obtuvo algo más del 31 por ciento. Ni antes ni después existieron triunfos, sólo derrotas.
En medio de este clima, la Mesa Política, que conforman Alberto Fernández, Juan Manuel Olmos, Víctor Santa María, Jorge Taiana, Daniel Filmus y Eduardo Valdés encaró un debate interno con los miembros de las agrupaciones que va dejando cierta tela para cortar. Las negociaciones que vienen encarando tienen como interlocutores hasta ahora al exCTA Claudio Lozano (Unidad Popular), a Itaí Hagman (Patria Grande) y a Gustavo Vera (Bien Común), que si bien llegó a la Legislatura de la mano de Elisa Carrió, hace una eternidad que rompió con ella y, esta vez el hombre que impulsa el Papa Francisco, trabajó con la Red Laudatista y con algunos sectores del peronismo porteño. Aquí, más allá de los chisporroteos – y de la suma del hombre del Papa, en este caso Vera– éstos se van a producir cuando haya que cerrar las listas.
Las discusiones más ríspidas se produjeron hacia adentro del espectro peronista. Hay sectores que resisten su incorporación al mejor estilo marechaliano, que en su novela “El banquete de Severo Arcángelo” ubicó a los ínclitos Gog y Magog en el jardín de la residencia donde el Vulcano en Pantuflas servía el ágape, para que tiraran piedras contra sus ventanas, mientras que los mozos no olvidaban de servirles sensuales manjares a los lanzadores.
Así, hay quienes se van a dedicar al viejo oficio de arrojar mampostería contra la construcción política que surja de los esfuerzos de la política, con una actitud bastante antipolítica, por cierto.
El escenario, según planteó uno de los integrantes de la mesa, es que “Carrió se lleva consigo el voto del macrismo puro y del macrismo crítico, aunque hay otro sector que podría ser arrastrado por Lousteau. De todos modos, a éste las encuestas lo ubican tercero, por ahora”.
Hubo ya intentos inconclusos de ampliar el Frente, como el caso de Felipe Solá, que al decir de dirigentes del Nuevo Espacio de Participación, no significaba representar al massismo sino lograr un referente abarcador, como lo hubiera sido Lavagna, más allá de donde provinieran. La opción no se concretó y borrón y cuenta nueva . “A sumar con la misma idea, pero con otros nombres” apuntan.
“Nosotros sólo barajamos dos opciones, o un frente amplio, con los partidos políticos cercanos y con los movimientos sociales o sino, una construcción cerrada, que sólo incluya al peronismo y al kirchnerismo. Si no abrimos más el armado, el 18 por ciento será el resultado” opina otro de ellos.
En esta discusión, uno de los dirigentes de la mesa planteó que “es necesario que todos estemos adentro”. El interrogante que se plantea es: “¿puede un sector del kirchnerismo estar adentro en la Provincia de Buenos Aires y elegir quedar afuera en la ciudad, si no se les da lo que ellos piden?“. Teléfono para La Cámpora que no entiende de la necesidad de nuevos vientos, algo que los incluye pero que no quieren, al menos por ahora.
Esta mesa política no deja de pensar opciones y una de ellas es la de enfrentarse en las PASO contra la Cámpora y Nuevo Encuentro para definir quién conduce la campaña más, allá del sistema D’Hont que los ordenará prolijamente en las elecciones de Octubre. No es lo mismo llegar con algún grado de autocrítica sobre la construcción política anterior y con un aire nuevo (más allá de los “nuevos”) que solamente con el “vamos a volver”, ésa es una de las claves.
En esa rispidez radica el interrogante. Si el peronismo lee y resuelve bien la ecuación, encarará la recta final que lleva a octubre -las elecciones serán unificadas con las nacionales- buscando una representación que sólo en pocas ocasiones consiguió.