Hasta la fecha en que esta crónica es escrita, se realizaron siete comicios en todo el país, si se toman las instancias provinciales solamente, porque en Córdoba y en Mendoza (en ambos casos, ayer mismo) se votó en varias intendencias. Esto en lo general. En lo particular hasta ahora votó el 18,53 por ciento de los inscriptos en los padrones provinciales de electores.
Si seguimos con las estadísticas, se votó hasta ahora en La Pampa, Neuquén, San Juan, Chubut, Río Negro, Entre Ríos y Santa Fe en cuanto a los comicios provinciales, descartando los municipales, que no necesariamente coinciden entre sí. En cuatro ciudades mendocinas -Lavalle, San Martín, San Rafael y Tunuyán- y en cinco de diez ciudades de Córdoba -Bengolea, Lucio V. Mansilla, Santa Eufemia, Santa Rosa de Calamuchita, Villa de las Rosas, Colazo, Comechingones, Cosquín, Oliva y Villa del Prado– se impuso el peronismo y comienza a marcar una tendencia aún no definitiva, pero sí creciente.
Siempre en el terreno de la matemática electoral, el 18,53 por ciento de los votantes se corresponden con 5.913.792 inscriptos en los padrones, ya que hay 32.037.323 electores en todo el país. La Pampa tiene al 0,86 por ciento de los votantes; Neuquén, el 1,55 por ciento; San Juan, el 1,67 por ciento; Chubut, el 1,29 por ciento; Río Negro, el 1,59 por ciento; Entre Ríos, el 3,21 por ciento y en Santa Fe -la elección más importante hasta ahora-, vota, o puede hacerlo, un imponente 8,36 por ciento de los argentinos.
En este contexto, el peronismo empieza a perfilarse como uno de los partidos beneficiados con el voto de los argentinos escocidos por la crisis, por sobre una pálida performance de Cambiemos. Hasta ahora, 1.623.509 argentinos eligieron las opciones que encarna el partido que fundó hace 74 años el general Juan Domingo Perón. En cambio, la opción de los seguidores de Mauricio Macri concitó la adhesión de 787.575 connacionales, a pesar de que en varias ocasiones sus candidatos buscaron camuflar la denominación Cambiemos detrás de otros nombres de fantasía, lo que vendría a ser una admisión anticipada de un conflicto político que se les dificulta mucho enfrentar.
Yendo particularmente al caso Santa Fe, en las PASO de 2015, Cambiemos ganó con 536.480 votos, seguido por el Frente Progresista, con 533.087 sufragios y, bastante más atrás, el PJ obtuvo sólo 365.239 votos. En las elecciones de ayer, en cambio, el PJ lideró el comicio, con 678.286 votos (lo que implica haber sumado 313.047 votos más que en 2015), seguido de cerca por el Frente Progresista, con 494.217 (es decir, con 38.870 votos menos) y, muy atrás, por Cambiemos, con 312.246, que le significaron la pérdida de 224.234 adhesiones.
La próxima cita será en Córdoba, el 12 de mayo. Allí, los números castigarán a Cambiemos, ya que en casi ninguna provincia en las que se presentó hasta ahora sufrió lo que en Córdoba, adonde se partieron en dos facciones aparentemente irreconciliables sus aliados radicales, sumiendo en una crisis terminal a la alianza oficialista en territorio mediterráneo. Fruto de estas adversidades, las crónicas dan cuenta de que el presidente no irá allí a apoyar a sus candidatos, escaldado por la elección en Gualeguaychú (Entre Ríos) adonde viajó a apoyar a su aliado, que perdió por más de 30 puntos frente a un candidato K. Esta preservación personal, de todos modos se traducirá en una ausencia que lo mismo no dejará de gravitar sobre sus posibilidades futuras. Si va y pierde, se perjudica, pero si no va y pierde lo mismo, entonces lo único que ha hecho al fin del día es esquivar su responsabilidad. Decisiones mezquinas, si se mantuvieran firmes.
Esta situación agravará su crisis, ya que hasta ahora nadie reparó en que sólo hubo dos elecciones realmente importantes, por el volumen de sus electores y por el peso político derivado de esta circunstancia en las elecciones nacionales que se realizarán el 27 de octubre. Éstas fueron las de Entre Ríos y Santa Fe, que significan el 60 por ciento, aproximadamente, del padrón que ya votó.
Y en estos territorios, el peronismo ganó con comodidad frente a las opciones que presentó el oficialismo, que viene presentando un pálido desempeño. Hoy, más que nunca, en Cambiemos le prenden velas a San Dujovne, ya que su futuro electoral depende de sus aciertos. El problema es que el hijo del depredador urbanístico Berardo Dujovne es un iconoclasta (un hombre que niega y rechaza la autoridad de maestros, normas y modelos, según la Real Academia Española de la Lengua) más que un santo.