Las reuniones que sostuvo Alberto Fernández con los gobernadores y con los senadores nacionales significaron el fin de la primera etapa en la conformación definitiva del Frente de Todos.
Hasta ahora, el candidato presidencial vino tejiendo una trama que aún no había mostrado resultados duraderos. Los acuerdos conseguidos hasta el miércoles tres de julio eran sólo formales, más allá de algunas adhesiones de gobernadores como Juan Manzur y Sergio Uñac, que se mostraron como los más cercanos.
Pero el cierre que consiguió Fernández con los mandatarios comenzó a otorgar a los acuerdos una mayor profundidad. A la vez, el exjefe de Gabinete exigió -y obtuvo- un mayor compromiso de los mandatarios provinciales para que se sumen a una campaña que exige mayor unidad de criterios y que por estos días luce desorganizada y caótica. Al fin y al cabo, esta circunstancia es la que le otorgó por estos días a Juntos Somos el Cambio un repunte en las encuestas que no obedeció a una mejora en su performance gubernamental.
Juan Domingo Perón manifestó alguna vez que “el que maneja la política y pretende dirigir el orden, suele morir de una sed desconocida, porque en la política rara vez impera el orden. En consecuencia es necesario acostumbrarse a manejar el desorden”. Esta máxima, vastamente conocida en el peronismo, de todos modos, no acepta el caos.
Atento a ello, Fernández buscó ampliar su radio de contención política. En ese camino, el miércoles, el candidato del Frente de Todos recibió la invitación de los cordobeses para encontrarse con Juan Schiaretti, el más reacio de todos los gobernadores a alinearse con su candidatura.
La larga relación de Schiaretti con la familia Macri -que lo llevó a ser el vicepresidente de Fiat en Brasil en los ’80- lo compromete con el presidente. Esta circunstancia lo llevó a cerrar algunos caminos que había abierto José Manuel de la Sota con el resto del peronismo, que incluía hasta a Cristina Fernández de Kirchner en el sendero. De esta manera, la maniobra de la boleta corta, pergeñada desde la Casa Rosada, lo encontró como uno de sus impulsores.
Pero el peronismo es un movimiento que exige compromisos, por lo que los gestos de independencia también tienen límites. En consecuencia, Schiaretti considera que con implementar la boleta corta ya cumplió con el presidente. Por esta razón, le alcanza con que Hacemos por Córdoba ubique muchos diputados en la cámara baja y luego habrá carta blanca para la votación presidencial.
En una palabra, no sancionará a sus seguidores que llamen a votar por la boleta que encabezan los Fernández. Pero no será sólo eso. Si bien sus asesores más cercanos hacen alarde de su lejanía con la fórmula peronista -en especial con la segunda integrante del binomio-, después de octubre -o de noviembre- hay vida y a Schiaretti aún le quedarán entonces cuatro años de gestión.
Amor con amor se paga, dicen los filósofos. ¿Con qué se paga el desamor?…¿con más desamor, o con indiferencia presupuestaria?