En territorio bonaerense se definirá -en dos etapas, que se juegan el 11 de agosto y el 27 de octubre- la elección nacional. Por esta razón, no poseen la precisión necesaria las encuestas que por estos días atosigan el humor, la esperanza y las expectativas de los argentinos.
El sábado próximo -mañana mismo- acaecerá el primer encuentro en un escenario electoral de Sergio Massa y Cristina Fernández. El encuentro se producirá en el estadio Direct TV Arena, de Malvinas Argentinas, donde el intendente Leonardo Nardini oficiará como anfitrión. Massa se mostró en varias ocasiones hasta ahora con Alberto Fernández y con Axel Kicillof, pero no había hecho lo mismo con Cristina.
El Frente de Todos ronda el 40 por ciento -con el margen de error habitual de los sondeos, que elevan o bajan levemente ese número en dos o tres puntos-, de los cuales se especula que el tigrense aporta unos cuatro o cinco de ellos. Esta ecuación dificulta la performance de la gobernadora María Eugenia Vidal, que hasta ahora sólo cosecha agravantes en su situación política.
El primer agravante es el ancla que supone la sola presencia de Mauricio Macri en la campaña (y en la realidad), que en Juntos por el Cambio intentan “desfigurar”, quitando su imagen de la parafernalia gráfica electoral.
El segundo agravante es la fecha de la elección general. Vidal intentó por todos los medios despegar el comicio provincial del nacional, pero la presión de la Casa Rosada -y, dicen, la impertinencia del jefe de Gabinete, Marcos Peña- terminaron obligando a la mandataria a renunciar a sus aspiraciones políticas inmediatas, en aras del proyecto de Mauricio Macri.
La paradoja es que Vidal se constituyó en los últimos años como el principal capital político de Macri, pero a pesar de eso, éste lo pone en riesgo en una situación de fuerte incertidumbre, a todo o nada.
La gobernadora apuesta a que aumente dramáticamente el corte de boleta el 11 de agosto, que habitualmente ronda el cinco por ciento de los votantes. No tiene otra posibilidad para permanecer en las cercanías de los números que obtenga su rival, Axel Kicillof, lo que le permitiría albergar alguna esperanza para el 27 de octubre.
Pero allí no terminan sus problemas. Además, necesita que las listas marginales -Consenso Federal, Despertar o Frente NOS- sumen entre el 12 y el 15 por ciento. La razón es que allí habitan los que podrían optar por el “voto útil” el 27 de octubre -la boleta de Vidal- e inclinarse a saciar la sed de victoria de Juntos por el Cambio.
Para el final quedan las opciones del porvenir. El de Vidal es, por ahora, poco claro. En cuanto a Axel Kicillof, será en el futuro cercano el reservorio de los votos de Cristina Fernández. Se convertiría así en el reaseguro ante las eventualidades políticas, que nunca están ausentes en esta tierra de promisión y esperanza, que tantas veces deviene en pesadilla.
Claro que para eso deberá superar “la maldición de los gobernadores bonaerenses”, que les impidió llegar a la Presidencia de la Nación a Adolfo Alsina en 1868; a Dardo Rocha en 1886; a Bernardo de Irigoyen a fines del Siglo XIX; a Marcelino Ugarte en 1910 y en 1916; a Domingo Mercante en 1952; a Oscar Alende en 1963; a Antonio Cafiero en 1989; a Eduardo Duhalde en 1999 y a Daniel Scioli en 2015. El último gobernador bonaerense que alcanzó la primera magistratura nacional fue Bartolomé Mitre, en 1862.