Hace unos pocos días, algunos analistas económicos anunciaron que el Gobierno tenía en carpeta el proyecto de emitir un billete de cinco mil pesos, que llevaría en su dorso las imágenes de dos insignes médicos argentinos: Ramón Carrillo –creador de la Salud Pública argentina- y la doctora Cecilia Grierson, la primera médica mujer en nuestro país.
Una absurda polémica se desató inmediatamente, motorizada desde el Centro Simón Wiesenthal. En un comunicado que llevó la firma de Shimon Samuels, director de Relaciones Internacionales de la institución israelí y de Ariel Gelblung, director para América Latina, se acusó a Carrillo de tener un pasado de simpatías pro nazis.
A la falsa noticia se sumaron, de manera irresponsable, los embajadores de Israel y del Reino Unido, Galit Ronen y Mark Kent, respectivamente. También se sumaron al jolgorio del fraude informativo el ex secretario de Derechos Humanos de Mauricio Macri, Claudio Avruj, el diario Clarín y el portal Infobae. En la web de este último, Avruj acusó a Ramón Carrillo de haber ayudado a un médico nazi danés, que “curaba” homosexuales y que fue protegido –supuestamente- por el médico peronista al huir de Europa.
Por supuesto, ninguno de sus fiscales acusó a Carrillo con pruebas de ninguna índole. Tampoco aportaron ni siquiera un documento. Tan sólo su palabra, que se suponía que llevaba implícita alguna credibilidad. Inclusive, Samuels y Gelblung afirmaron que existían fotos de Carrillo con Hitler, que tampoco aparecieron.
El resto de la historia es conocida. El nieto de Carrillo, que se llama Facundo y lleva su mismo apellido y que se desempeña actualmente como secretario de Atención y Gestión Ciudadana en el Gobierno porteño y milita en el Pro, visitó al presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits para mostrarle una plaqueta que le entregó el Estado de Israel a su ilustre abuelo, por la que le entregó “un pequeño recuerdo” el ministro de Salud de aquel país, Joseph Serlin, con fecha del tres de mayo de 1954.
Antes, el embajador inglés, Mark Kent, había escrito un erróneo tuit, en el que manifestó que “el nazismo fue el mayor mal del siglo XX. Condujo al Holocausto. La muerte de millones de inocentes. No debemos conmemorar a nadie que participó en este terrible episodio”, en alusión a Carrillo.
Por su parte, la embajadora israelí, Galit Ronen, escribió, utilizando un castellano cocoliche: ”cuando decimos ‘Nunca Más’ refiriendo al Holocausto, no hace sentido conmemorar alguien que, por lo menos, fue un simpatizante con este ideología”.
Ante la falta de evidencias y la aparición de los aportes de los nietos del ilustre sanitarista, el tema se diluyó rápidamente. Tras ello, Knoblovits debió declarar que “para la DAIA está cerrada la polémica hasta que no se demuestre otra cosa. Pero lo más importante para la DAIA es tener la información adecuada, con las pruebas adecuadas para formar la opinión adecuada”. Punto y seguido.
Después, Facundo Carrillo habló finalmente con Avruj, que escribió, muy contrito, que “ha sido un error describir al Dr. Carrillo como nazi. La ampliación de información recogida posterior a mi nota me lo exige”. Punto final.
Por su parte, los autores del nada inocente disparate, Samuels y Gelblung, se negaron a presentar sus pruebas ante los llamados de los Carrillo. Ni se retractaron ni reafirmaron su denuncia, por lo que dejaron al desnudo su único objetivo, que era el de socavar una medida del Gobierno y desatar discusiones absurdas en el seno de la sociedad para generar imagen negativa. Así se opera en el mundo intangible de las “fuck news”.
Lo peor es que el propio presidente de la Nación desmintió el lanzamiento del billete, que alguna vez estuvo en carpeta, pero por ahora ha dejado de figurar entre los asuntos urgentes.
El periodismo moderno no necesita pruebas, por lo que se ve.