Los profesionales de la salud mental consideran que la adolescencia tardía es la resistencia a crecer. Es una rebeldía negativa, que lleva a sus protagonistas a negarse a aceptar las reglas que rigen la adultez, a desarrollar conflictos con sus padres y a rehusar el ejercicio de las responsabilidades que conlleva el status de la entrada en el mundo de los mayores de edad. En la infancia, a esta misma actitud en nuestro país se la llama berrinche.
En la Argentina del presente, el Síndrome de Peter Pan o berrinche juvenil aqueja a miles de personas, que se niegan a asumir que una pandemia está perjudicando a todos y que todos deberán afrontarla, cuidándose a unos a otros y cuidándose individualmente, comenzando por sus seres queridos.
Poseídos por un patriotismo algo primitivo y atosigados por informaciones como las que lanzó el miércoles último una periodista, que bebió ante las cámaras algunos tragos de una bebida que supuestamente cura el Covid-19, la oposición camuflada tras algunos “independientes” -porque no lo puede hacer en público, dada su irresponsabilidad- convocó a una nueva movilización el 17 de agosto, después de haber concurrido no se sabe para qué a la Plaza de la República y a la Plaza de Mayo, el 9 de Julio y el 20 de Junio pasados.
Carrió esquiva la sensatez
Para intentar comprender la actitud dual, casi esquizofrénica de algunos sectores de la oposición, sirve como muestra el itinerario que recorrió en los tres últimos meses la líder de la Coalición Cívica, Elisa Carrió. El once de mayo pasado, uno de sus colaboradores daba cuenta a un matutino porteño de la actitud zen que predicaba a sus seguidores la exlegisladora chaqueña, que afirmaba que “la paciencia infinita da resultados infinitos. Si no tenemos paciencia ahora, vamos a pagar el error en un mes con más contagios”.
El cinco de agosto, Carrió emitió un comunicado que desmiente lo anterior, redactado para cuestionar el Decreto N° 641/20, que firmó el presidente de la Nación, Alberto Fernández, prohibiendo algunas actividades que significan contacto social.
“La prohibición de las reuniones familiares en todo el territorio argentino, sin distinción alguna entre provincias, el AMBA u otras localidades, implica un abuso de poder inadmisible que viola derechos y libertades individuales previstos en los Artículos 18° (inviolabilidad del domicilio) y 19° (libertad individual y acciones privadas) de la Constitución. Es una medida que excede el límite de lo razonable, y es contraria al estado de derecho y a la búsqueda de un orden social justo”, rezaba en su inicio el texto.
Luego, para justificar su postura, la polémica exdiputada afirmó que “se trata de un acto perverso que esconde una finalidad: que no haya expresiones y/o manifestaciones públicas ciudadanas ante el avasallamiento de la Justicia, la búsqueda de impunidad, el cierre de comercios y PYMES, el aumento de la pobreza y el incremento de la inseguridad, principalmente en la provincia de Buenos Aires. Además, el DNU es inconstitucional y de nulidad absoluta ya que abarca materia penal, expresamente prohibida por nuestra Constitución. Con este decreto están instalando un estado de sitio de hecho”.
Para rematar su teoría, la blonda chaqueña informó el seis de agosto por medio de la red del pájaro azul que “nosotros estamos trabajando en una tecnología ligada al campo, ligada a la ecología, al desarrollo de tecnología de tipo cuántico, la cual parece ignorar este gobierno de científicos” (??????).
Provincias y el mundo en el ida y vuelta
No hay manuales que informen paso a paso cómo manejar un virus que no se destaca por sus mortíferas consecuencias, pero que sí provoca tal cadena de contagios que puede tener como consecuencia que las personas afectadas fallezcan a causa de la saturación en el uso de los pocos respiradores y medicamentos disponibles.
Por esta razón, comenzaron a funcionar las presiones de las corporaciones, de las personas que deben respetar el Aislamiento Social Preventivo Obligatorio y de algunos partidos políticos que basan su accionar en su alianza con el sector empresarial.
El 18 de junio último, para exponer un dato importante –hubo varios casos más- la agencia estatal de noticias informaba que “Tres provincias dieron marcha atrás en el aislamiento porque aumentaron los casos”. Efectivamente, Jujuy, Mendoza, Neuquén y algunas localidades bonaerenses y entrerrianas las autoridades anunciaban el regreso a la Fase 1 del aislamiento, ante la explosión de contagios por Coronavirus.
En pocos días, cuando los gobernadores habían decretado el fin de la Fase 1 del ASPO, los casos de nuevas infecciones los obligaron a dar marcha atrás, regresando a las fases iniciales de aislamiento.
Por caso, en la capital, San Salvador de Jujuy, se produjeron el 14 de junio dos casos locales de coronavirus, que derivaron un árbol de contactos y testeos que descubrió siete contagios, elevando la cifra a un total de 19 infectados en muy pocos días. Inmediatamente, Morales volvió a Fase 1.
En el plano internacional, en Israel, donde habían cerrado sus escuelas a mediados de marzo, se decidió su reapertura dos meses después. En cuestión de unos pocos días, se registraron una cadena de infecciones de tal magnitud que volvieron a cerrar todo y reconocer el error. En la secundaria Gymnasia Ha’ivrit, de Jerusalén, se produjo un brote en el que 154 estudiantes y 26 miembros del personal resultaron infectados, en lo que se evalúa como la mayor explosión de contagios en todo Israel.
Las diferencias entre ciudad y provincia
Entre Axel Kicillof y Horacio Rodríguez Larreta existen, indudablemente, diferencias filosóficas. El primero apostó desde el inicio al fortalecimiento del sector público, a subsidiar a los que fueron infectados por el virus y a encarar una serie de acciones que incluyen la participación de las organizaciones de la comunidad. El porteño, en cambio, según Proyectar Ciudad, apuesta “a la responsabilidad individual, la buena voluntad del sistema privado y la filosofía de las libertades”, en el marco de su campaña para hacerse de la conducción del Pro.
Peligro de saturación
Lo anticipó el viceministro de Salud bonaerense, Nicolás Kreplak. “Estamos en un momento muy complicado. Hace mucho que venimos logrando que la velocidad de ascenso de los casos no sea vertiginosa, pero tampoco logramos nunca que deje de subir, toda lectura sobre mesetas que duran cuatro días es una mala lectura epidemiológica, seguimos en una curva ascendente”, se preocupó.
En estos momentos –continuó el funcionario- “hay poca capacidad de camas y una gran afluencia de pacientes contagiados”, al tiempo que advertía que es necesario “reducir la vinculación de las personas para reducir los contagios y gestionar el sistema de salud lo mejor posible, sabiendo que estamos en una situación donde van a empezar a faltar camas en pocos días”.
Una oposición mezquina
Pero mientras el virus golpeaba fuertemente sobre los argentinos y todas las soluciones parecían ser insuficientes, comenzaban a escucharse algunos verbos mal pronunciados, en boca de algunos periodistas que no ennoblecen a la profesión y de algunos políticos que suelen parecerse más a cronistas de la realidad que a personas que poseen o poseyeron la capacidad de modificarla.
Así, se escucha hablar de “la cuarentena más larga del mundo”, de “la infectadura”, del “encierro que acaba con la libertad”, de que “el aislamiento está matando a la economía” y otras expresiones de similar envergadura, que eluden la verdad de los acontecimientos.
El 17 de agosto, una oposición que que se siente tan deslegitimada para la ocasión que no se anima a convocar directamente a sus simpatizantes, sino que debe disfrazarlos de “espontáneos”, o producto de “una cita pactada en las redes sociales”, convocó a sus “independientes” a movilizarse en nombre de la libertad, contra “Argenzuela” y por “la república”.
Las movidas anteriores, las últimas de las cuales se produjeron el 20 de junio y el 9 de julio, fueron exiguas en cuanto a su poder de convocatoria y convocaron a un variopinto desfile de terraplanistas, antiabortistas, antiperonistas y hasta a algún nostálgico de la dictadura. El próximo 17, en un contexto de gente hastiada por un aislamiento que satura los ánimos, quizás vaya más gente. Aunque es casi imposible que en esta ocasión la convocatoria sea masiva.
De todos modos, cuando el 17 pase, estos señores y señoras mayores, víctimas del Síndrome de Peter Pan, que en el pasado reciente desplegaron una violencia de baja ralea, no habrán aportado ningún remedio contra el virus que azota a su propio país, ni habrán superado la situación lacerante que vive la Argentina, ni siquiera habrán mostrado la razón real que los convocó a enfriarse y quizás a contagiarse en la Plaza de la República o en la Plaza de Mayo.
El filósofo y diplomático Nicolas Maquiavelo, que vivió entre 1469 y 1527 en Italia, aconsejó a varios príncipes de la época y dejó para la posteridad un libro imperdible, llamado El Príncipe. Entre los muchos consejos que le entregó a su jefe, le recomendó nunca olvidar que “la sabiduría consiste en saber distinguir la naturaleza del problema y en elegir el mal menor”. La clave: saber elegir y mantenerse luego en su decisión. Quizás, algunos deberían leerlo.