"Hace 20 días que comenzó otra etapa. Sin melancolía, con proyectos que iré contándoles, con muchos buenos recuerdos y sensaciones que aún persisten.
Dejé el Gobierno de la Ciudad con la certeza de haberme entregado a la tarea desde el primero hasta el último día. Sé que quedaron muchas cosas por hacer. Cada uno de ustedes podría hacer una lista diferente. Pero espero que también tengan, como yo, otra lista con las cosas hechas que me hicieron sentir bien porque, creo, le han hecho sentir bien a tantísima gente.Gobierno bastante corto, de 14 meses hasta la elección del 3 de junio; transición bastante larga, de 6 meses hasta el 10 de diciembre.
Estos 20 meses de gobierno tuvieron tres etapas marcadamente distintas. En los primeros meses hubo que ponerse a trabajar sobre dos agendas simultáneas: calmar las aguas, sociales, institucionales y políticas, encrespadas por el juicio político y destitución de Ibarra, pero sobretodo, por la llaga dolorosa de las terribles muertes de los chicos en Cromagnon. Recuerdo la primera frase de mi discurso de asunción: “No ha sido el curso de honores, sino la consecuencia del dolor, las que me han traído hasta este cargo. Este Gobierno nace de las cenizas de Cromagnon”. Tenía, a la vez, que poner en marcha una gestión de gobierno que, además, estaba absolutamente aletargada y sin rumbo.
Rehacer diálogos con los otros poderes, con los padres de los chicos de Cromagnon, con los actores sociales y económicos más importantes de la Ciudad. Al mismo tiempo, para darle vigor y legitimidad a un gobierno que muchos se preguntaban si iba a ser capaz de mantenerse en pie, teníamos que mostrar otro ritmo de gestión, dar a conocer nuestra visión de ciudad, redefinir prioridades y mostrarlas con obras y acciones.
Definimos la equidad social, la recuperación del espacio público y la exaltación de la vida cultural colectiva como los ejes centrales del quehacer de los siguientes meses. En esas definiciones están contenidos nuestros valores y la identidad de un pensamiento que no son, claramente, los lugares comunes, las frases hechas de las que es incapaz de salirse cierto progresismo autoproclamado, que no entiende ni se pregunta por el sentido de la vida, individual y comunitaria. Y que cuando le toca gobernar lo hace mal.
Esas definiciones organizaron nuestra tarea y cruzaron la mayoría de las acciones que emprendimos: desde el programa Ciudadanía Porteña –casi 80.000 familias, las más pobres de la ciudad que, sin intermediarios ni punteros, hoy pueden adquirir en cualquier supermercado su alimentación básica-; pasando por el exhaustivo mejoramiento de los lugares públicos -muy visible, espero, en relación con parques, paseos y plazas y, menos visible por lo mucho que aún falta, en hospitales y escuelas; hasta la explosión de una actividad cultural amplia, agitada y diversa y siempre convocante; a veces de multitudes, otras para las distintas tribus.
Goberné con alegría y pasión. Aún y a pesar de las múltiples demandas que no podíamos satisfacer, porque eso es gobernar, poner prioridades y elegir, las más de las veces, entre dos opciones que no te gustan del todo: No hacer esto para poder hacer lo otro. Está claro que para elegir entre una buena y una mala no hace falta un buen gobernante.
Con alegría y pasión a pesar, también, de las cretinadas: pero eso va de suyo, en esta arena abundan y uno lo sabe antes y durante.
Las mayores y más insoportables se concentraron alrededor de la campaña, sin duda. Ya hablé y escribí sobre ellas y no quiero volver sobre el asunto, porque detesto los discursos autocompasivos. Además, no solamente gobernar, sino dedicarse a la actividad política, siempre y en cualquier lugar, como dicen los franceses, requiere arrojar tu honra a los perros. Hay épocas de más, y de menos, perros rabiosos; o de vacunas –instituciones, en este caso- más, y menos, eficaces, nobles y honestas. Pero quejarse de la época es como quejarse del mar cuando se embravece o de las nubes cuando llueve.
Luego de 14 meses, campaña incluida, llegaron las elecciones y, con ellas, la decepción y la pena. ¿Cuánto hubo de errores propios, cuánto de no poder neutralizar la campaña sucia de denuncias y caos promovido, cuánto de haberle dejado el campo libre a Macri? En esto también cada uno tiene su lista. En mi lista de errores figura, lo confieso, la campaña publicitaria que, aunque colorida y alegre, fue liviana, narcisista y bastante frívola. No contó ni siquiera lo que habíamos hecho ni hacia donde queríamos ir, sino que se entretuvo de manera chistosa en í….pelada¡¡¡¡¡Recuérdenme de no convocar nunca más a publicistas apolíticos para hacer una campaña!!! Son de terror y solo se dan gustos personales.
Pero hay lugares, y momentos, donde no te está permitida la pena ni lamerte las heridas. Se gobierna para los demás, y con todo mi equipo de gobierno, salvo muy pocas excepciones, nos pusimos el objetivo que no pocos dudaban en que lo íbamos a lograr: gobernar hasta el 10 de diciembre. Seguir haciendo obras, plazas, escuelas, festivales, mejorar mecanismos de control, equipar quirófanos y todas las cosas que están escritas debajo de este artículo que fueron relatando nuestras acciones de estos meses. Créanme que el 10 de diciembre fue más la satisfacción de haber llegado bien al final de mandato, que la pena por dejar el gobierno. En todo caso, esa pena ya había archivada poco después de la noche del 3 de junio, cuando empezamos a brindar por la vuelta".