“Me acerqué al budismo pero soy una hija de Occidente”

“Me acerqué al budismo pero soy una hija de Occidente”

A quienes veían sus telenovelas, Kuliok les ofrece teatro del bueno: El alma inmoral, de Nilton Bonder. Afirma que la propuesta es revolucionaria y que ama la esencia teatral, hecha de funciones únicas y la experiencia del “vivo”.


El texto de El alma inmoral es del rabino Nilton Bonder. Me lo trajo Mónica Mayer, la traductora del escrito. Lo leí y me enamoró por completo. Lo que narraba y desde donde se hacía. El texto no era religioso sino filosófico, y el llevarlo a una puesta teatral fue un proceso de mucha aplicación y disciplina. Trabajamos con la versión teatral brasileña y el libro original. Queríamos que El alma inmoral que apareciera fuera mi propia ?alma inmoral?. Leímos todo con atención porque cuando pasa por el cuerpo, deja de ser palabra escrita. Luego, hicimos un trabajo físico para pasarlo a vivencias personales; que cuando digo ?qué es lo bueno y qué es lo correcto?, lo haya pasado por mi propia vida. Cada situación está sostenida por mi propia vivencia, mi propia historia.

El tema de las contraposiciones como las de ?lo bueno y lo correcto? o ?la traición y la tradición? es muy fuerte. A mí me pasa lo mismo que al espectador. El texto me hizo ver cosas de la desobediencia, por ejemplo, que no tenía conceptualizadas en sí. Soy hija de una cultura occidental por más que me he acercado al budismo. De todas maneras, la posibilidad de legitimar la desobediencia como parte de la vida, de lo que uno necesita para vivir, me nutrió enormemente. Me permitió descubrir en mí zonas muy personales que tenía tapadas o no tenía dispuestas a reconocerlas. Empezar a desovillar la punta de un hilo que terminó siendo lo que se plasma en el escenario.
Impasse 1: Llegamos al teatro Payró para la nota con Luisa. Está de buen humor. Afuera el calor derrite la Ciudad, pero ella no tiene drama para las fotos en exteriores.

Creo que el texto es revolucionario, no en el sentido de la pancarta sino en el sentido más puro de la palabra. En el hecho de la posibilidad del cambio y de la ruptura. El animarse a caminar hacia algo que uno no conoce, donde lo importante es el camino que uno realiza. El no quedarse aferrado a lo que dice el establishment. Nos enseñaron que todo lo referido al campo de lo establecido está bien y que las rupturas son satánicas. Así nos mantienen como corderitos y hacen lo que quieren con nosotros. El libro te muestra que tenés una profunda libertad interna y que está bueno que la ejerzas. Es un derecho y un compromiso. No es que Dios está afuera y te va a solucionar todo, sino que lo tenés adentro. Tiene que ver con la voz más primigenia, más esencial, más auténtica que uno tiene y también con el reconocimiento de nuestras propias sombras, defectos y miserias. No ponerlas en el otro, sino verlas en uno mismo. Ahí empezás a ver al otro como un par y a no discriminar. La discriminación es el gran problema de estos tiempos.

El segundo después de bajar del escenario es un momento raro. Tardo en volver. Ésta es una propuesta en la que estoy un ratito acá, planteando inquietudes e interrogantes de las cosas que me pasan y cuando salgo de allí, es como atravesar el vacío. Es la sensación de haber ido a lugares muy hondos y extremos, propios de una profunda comunicación que se establece con la gente. Aparece esa comunión que se logra en un lugar religioso o en un teatro, que también tiene mucho de religioso. Por eso, amo lo vivo del teatro. La función única, que no se repite y que vio esa gente que vino. Ese minuto siguiente siempre es particular, después de comulgar juntos en un hecho artístico. La propuesta de este espectáculo es apuntar al lugar de la percepción, a una búsqueda que no esté regida por los preconceptos, los prejuicios y todos los ?pre?, sino a una posibilidad de libertad y aceptación de la transformación permanente.

Impasse 2: Reflexiva, habla con serenidad y franqueza de una puesta que ha ejercido mucha influencia sobre ella. Predispuesta, se emociona al recordar a la Luisa niña.

No he cambiado el rumbo de mi carrera. Me fue bien con las telenovelas y uno carga con lo que se entiende ?género de la telenovela?. Pero, por ejemplo, La extraña dama era un conflicto moral y ético. Una mujer católica, muy creyente en Dios, monja, tiene que elegir entre salvar su alma o no (según ella cree) en virtud de la posibilidad amorosa de su hija. Renunciar a su propio bien, para dárselo a su hija. El campo entre lo profano y lo sagrado me permitió hablar de estas cosas y por eso pasó lo que pasó con La extraña dama. No es un camino nuevo el que estoy haciendo. Igualmente, siento alegría cuando recuerdan las telenovelas. Tuve mucha suerte de hacer grandes historias, como cuando hacía de madre adoptiva de Laport y defendía los derechos de los indios, haciendo de una mujer más grande. Fue muy lindo y estoy muy agradecida por el vínculo que se ha creado con la gente. Ahora, a esa gente que me ha visto sentadita en su casa, le digo que tengo un mundo maravilloso para ofrecerle, pero desde el teatro.

Cuando somos chicos tenemos sueños. A veces la vida colabora con esos sueños, y otras veces no. En mi caso, estoy muy agradecida con la vida porque colaboró con esos sueños, aunque también he trabajado mucho al respecto. La vida fue generosa pero ha visto a una luchadora, con momentos más sencillos y otros no tanto. Hay que confiar, ése es el camino. Eso todavía me lo dice la pequeña Luisita que llevo dentro y que a los cinco años se conectó con la poesía a través de mi mami. Uno puede lo que está esencialmente dentro de uno. Así, va creciendo el arbolito, que podrá ir para un lado o para otro. Esa Luisita habita en un lugar muy mío. Me veo, me recuerdo de chica, soñando, jugando con libros y montando obras de teatro con mis primos. También hay que tomar conciencia de que es muy poco el tiempo que estamos aquí. Debemos hacer un buen tránsito, para que les dejemos a nuestros hijos y a nuestros nietos (no sólo los carnales sino a quienes nos van a seguir en este lugar) algo un poquito mejor.

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