El país del día a día esta más furioso que nunca. La mitad del país ya se mantiene en vilo, más o menos sigiloso dependiendo de las situaciones que afronta a diario cada uno y la política que constituye una de las grandes pasiones de los habitantes de esta Nación se debate en variadas disyuntivas, de distinta visibilidad, dificultad y comprensión de los fenómenos que nos atormentan la existencia a cada momento. Y a los que no viven esta pasión solo les queda soportar el enorme estrés permanente que esto provoca. Perdón.
Años de frustración sufrimos mechando algunos aciertos aislados (incluso algunos de fuste) proporcionados por un puñado de gobiernos de la historia moderna, los últimos 35 años por nombrar un período democrático por casi todos conocido, y para muchos vivencial. El despegue que promete esta gran tierra de recursos naturales de excepción, estratégicamente importantes a nivel global, no se alcanza centralmente por errores propios y malas decisiones. pero también por presiones ajenas, aunque éstas no difieren en nada con la soportan otros países del continente y del mundo.
Parece de todos modos infinitamente mejor vivir en el continente de la paz como lo es América Latina que entre las bombas, la destrucción masiva y los muertos y refugiados por miles que sufre por ejemplo Medio Oriente, por citar solo un ejemplo. Mal de muchos consuelo de tontos, decían nuestros abuelos. Pero sí, ese es el contexto mundial.
Entre la Justicia, madre de todas las injusticias y sin pagar el impuesto a las ganancias injustas, los políticos y su gasto a veces perverso por lo inútil, los innumerables policías corruptos y de las demás fuerzas de seguridad, los “caranchos” abogados, los economistas formados en la entrega, los sindicalistas en su inmensa mayoría, parte de la Iglesia y otras religiones menores pero no menos pecadoras, la falta de empleo genuino y la inflación que nos lleva de la altura insoportable al freezer del consumo, el costo impositivo y laboral de las PyMES que es el corazón del trabajo argentino, y las corporaciones económicas y sus privilegios que se fueron desarrollando de modo a veces monopólico o cartelizado, para destruir los que pudo ser un presente social distinto, con otra dinámica ascendente.
Un día tendremos que ajustar en el poder (o los poderes mejor dicho) y no en la base social. Hay muchas cosas para cambiar en las decisiones tradicionales del sistema y este parece un buen momento de quiebre. El de poner los huevos (ovarios) sobre la mesa. Veremos quién lo vibra y lo propone. O si hay alguien.
Ese país que tenemos hay que soñarlo, anhelarlo mucho, ya que sólo los idealistas extremos podrían pensar en torcer el torrente que se abalanza sobre una sociedad desprotegida, y con cada vez menos chance de sacar la cabeza ante tanta desaveniencia. Pero el idealismo de ayer no es el de hoy, persigue el mismo fin pero el mundo cambió. Los Millenials ya conducen y los Zeta vienen marchando, la Sierra Maestra ya es remera de culto. El reloj de la historia atrasó la hora argentina hasta hoy con mucha hipocresía, marcó los pocos segundos felices de las pocas soluciones concretadas en 35 años que llevaron a que un tercio de los argentinos sea pobre y que seis de cada diez chicos integren ese desgraciado colectivo.
Son números demasiado malos para un país como el nuestro. El Estado Argentino hay que reconfigurarlo de nuevo, y ese es el desafío de la hora. Y que tenga continuidad, por lo menos 20 años sin tormentas internas. Una Argentina distinta a todas las que vivimos en esta era que hablamos. El mundo está demasiado complicado para no enfrentarlo unidos y con grandeza.
Pero siempre hay tiempo para dar vuelta la página, más allá de los muertos pasados y los de todos los días, los pobres simultáneos en distintos climas, los ultrajados y postergados de siempre, la esperanza que ya en este punto no puede tener el color de promesa electoral no creíble, sino que habrá que investigar lo hecho por cada uno antes de creerle.
El oficialismo parece tener asegurado un triunfo en el ámbito nacional que difícilmente se transforme en derrota. Tiene uno de los dos titulares mediáticos del día siguiente casi asegurado. La Liga de Gobernadores de la oposición dejó pasar esta chance, se reconstruye a paso seguro con cabeza en Córdoba (curiosamente donde Macri es fuerte) en parte por su propio duelo frente a la derrota del 2015 y además porque decidió que el eje de la reconstrucción de la fuerza ya no pasará por Buenos Aires, cualquiera sea el resultado de la contienda. Esperará que a ver qué nace de las cenizas. Aunque gane en la Provincia, Cristina ya quedó políticamente reducida poco más que una gran líder de “la Tercera”, una suerte de Verónica Magario recargada con el plus del poder máximo ya ejercido, que no podrá articular ya más ni siquiera el distrito por el que compite en caso que gane. El resto del país ya no la tiene en el radar.
Y si el resultado final fuese así, algo que dependerá también de la cantidad de los votantes de las PASO y su posterior lectura de los resultados, el peso de la derrota recaerá siempre sobre el Presidente y no sobre la Gobernadora, como ha sido siempre en la política vernácula. Es como si “la nacionalización” de la Provincia sea el peor negocio político que deberá sortear Macri y por lo que María Eugenia Vidal sale a comerse la cancha para saltar el charco de octubre. Pero si llega a ganar Cambiemos, además de potenciar al conjunto del Gobierno, la figura de Vidal será imparable en el planeta amarillo y en la política argentina. Si pierde, aunque no lo piense ahora, habrá un Plan B.
Su socio y vecino, Horacio Rodríguez Larreta -junto a Elisa Carrió en la Ciudad- es el garante de la diferencia nacional, ya que junto a Córdoba, Mendoza, Santa Fe generarán la victoria nacional que en planta baja de la Rosada aseguran que podría llegar a cerrar con ocho a diez provincias para el espacio de Cambiemos.
Los liderazgos se construyen y se ejercen a pleno. Con carisma y mano firme, los que caducaron y los que vienen asomando.