Cutuli: el actor sin nombre

Cutuli: el actor sin nombre

Si bien le pone el cuerpo a Gioachino Rossini en la obra "En París con aguacero" (Teatro del Pueblo, sábados, 22hs.), su cara está emparentada con la televisión por programas como "Poliladron" o "Los cuentos de Fontanarrosa". La tele, el teatro, Sumo, los Redondos y experiencias varias son
puntas de una jugosa charla con Cutuli (a secas).


"Para hacer ‘En París con aguacero’ me llamó Enrique Dacal, el director. La leí y me gustó la fantasía de que se reúnan Rossini y San Martín (compuesto por Víctor Hugo Vieyra) y que hablen de sus fracasos y del miedo al olvido. Además estaba el plus de que nunca había trabajado con el Chango Vieyra. Si bien habíamos coincidido en televisión en el año 80, en ‘Hombres en Pugna’ (NdR: una brillante miniserie sobre federales y unitarios), que fue lo primero que hice en tele, nunca habíamos laburado juntos. Tenía buenos comentarios sobre el Chango, lo que también me entusiasmó. Nos podíamos llegar a divertir mucho en el proceso de ensayo y en la obra jugando con estos dos personajes que se chicanean todo el tiempo".

"El día que sepa la fórmula para componer un personaje no me dedico más a esto. Para mí es un juego. La verdad, no sé de dónde salen los personajes. A veces los engancho por la ropa o por alguna línea del guión. Hay algo que no sabés qué es pero te dispara. De Rossini conocía poco y nada de su vida y su obra. Me gustaba ‘La urraca ladrona’ y ‘Guillermo Tell’, que se hizo famosa como cortina del Llanero Solitario. Dacal me dio total libertad para que compusiera a Rossini. Hay gente que me preguntó por qué lo hacía amanerado, y no es así, sino muy fino. Todo lo contrario a San Martín. Son dos personajes muy contrapuestos. Uno habla de la liberación de los pueblos, la soberanía y el otro de tocar el violín. Quizás a la obra le falte más diálogo, más confrontación. Tiene sus momentos pero cada uno tiene su mundo. Van y vienen y éste es el juego de la obra".

"Me saqué el nombre porque me ponían cualquier cosa. Roberto, Domingo, etcétera. En el último capitulo de ‘Poliladron’, estábamos en el microcine de Canal 13 con el Chueco Suar y Laura Novoa. Cuando termina el programa sale la imagen de cada uno de nosotros que se congela y ahí aparece el nombre. Después de dos años de poner ‘Cutuli’ solo, pusieron ‘Roberto’ Cutuli ¡Y tampoco me llamo Roberto! El Chueco, apenas lo vio, me dijo: ‘Cutu, yo no tengo nada que ver con esto’. Una vez, Clarín me hizo una crítica y me puso Domingo Cutuli, que era el representante de Reutemann".

Impasse 1: Su nombre real es Eduardo. Ve el número de NU con el Puma Goity y recuerda que en la crítica de una obra que compartieron, en vez de Gabriel le pusieron Gabriela. "Le decíamos que era una excelente actriz para hacer de un grandote, pelado, de 90 kgs. El Puma estaba loco con eso".

"En la calle me reconocen por la tele más que por el teatro. ¡No sabés lo que era en la época de Poliladron! Era una locura. Vi mucha gente que se sube a un caballo porque la reconocen en la calle y cuando deja de suceder, se deprime. Poliladron me llegó en el 95 y había debutado en el 75. Estaba grande y no me la iba a creer. Hay gente que me reconoce por el apellido y otros que me dicen: ‘Usted es actor. ¿Cuál es su nombre?’. Otros recuerdan ‘Cartas de amor en cassette’, en Canal 7. Estaba Miguel Ángel Solá, Blanca Oteyza, Hugo Soto. Hacía de un muerto, con smoking, rodeado de minas y Solá venía a que lo aconseje. Alguno se acuerda de lo que hice en el under en los 80".

"Con Batato Barea laburamos juntos dos veces arriba del escenario pero armamos ciclos de teatro de experimentación. Siempre estaba en contacto con Walter (Batato). Incluso estaba conmigo la noche que nació mi hija. Batato era un ser mágico. Ahora todo el mundo dice que lo conocía. Igual que con Luca. Cuando Sumo tocaba en el Einstein, éramos quince personas. Tocaban Alphonso S?Entrega, los Twist y Soda Stereo regalaba entradas para que los fueran a ver. Una noche fui a tomar algo, me iba y lo vi a Luca parado en la puerta, con una nariz de payaso. Me dice: ?¿Cómo te vas? ¿No escuchaste a Sumo? Quedate, no sabés lo que es?. Me quedé y me partió la cabeza. Con los Redondos igual. La última vez que los vi en vivo fue en el Bambalinas, el día anterior a que asumiera Alfonsín. Una vez se me enojó la Negra Poly porque dije que en Obras se había terminado la mística. Estábamos con Skay y ella me dijo que era una mística de diez mil personas. ¡Con más razón! ¿Que mística hay con diez mil tipos?"

Impasse 2: Las anécdotas que cuenta Cutuli no tienen desperdicio. Es un tipo amable,, alegre, que dice lo que piensa, sin miramientos.

"Me gusta hacer televisión pero también me gusta laburar tranquilo, en un clima ameno, sin histeria. Digo lo que pienso y parece que no está bien visto. Hoy hay que decir: ‘Sí, señor, le pertenezco’. Si decís algo que no es conveniente, sos un enemigo. No es así. Toman que estas en contra del proyecto y uno, al contrario, trata de sumar. Lo último que hice en tele, con buen clima, fueron los ‘Cuentos de Fontanarrosa’. Hay un 10 por ciento de gente de mi generación en la tele. Después es gente muy joven. Habrá un 20 por ciento de actores bien formados. Pero son jóvenes, lindos y eso vende. No componen personajes. Se aprenden la letra y la dicen. Todos hacen de sí mismos y si hay algo hermoso en actuar es crear. Sino, nos vamos a trabajar a un banco. Está todo muy trastocado. Hacen besar a la chica con el chico en el capítulo 25 en vez del 40 porque el programa de la competencia tiene más rating. El libreto, bien gracias".

"Debuté haciendo sainete. Después, durante la dictadura, laburé en pubs con los monólogos. Así conocí a Gioia y Nito Artaza, que actuaba con el seudónimo de Sapucay. Volví al teatro de texto con el último Teatro Abierto. Estuve en el Maipo en el 95 cuando reabrió y lo agarró Patalano. El personaje que más me gustó hacer fue en ‘Romeo y Julieta expulsados del paraíso’. Era una versión de Romeo y Julieta y hacía de Philip Marlowe, el detective de Chandler que investigaba si Ben Johnson se drogaba. Y terminaba en Verona. El personaje que acompañaba a Marlowe, un enanito que tocaba la armónica ¿sabés quién era? Andrés Ciro Martínez. Tenía 18 años, ya estaba con Los Piojos. Era un actor genial. Un día me dice que va a dejar la actuación porque se quiere dedicar a su grupo. Con mi maravillosa visión de futuro, le dije: ‘Ciro, sos un actor maravilloso. Te van a comer los piojos si te dedicas a la música. Dejate de hinchar las pelotas’. ¡Y mirá cómo le fue!"

(PUBLICADO ORIGINALMENTE EN EL SEMANARIO NOTICIAS URBANAS Nº 161, DEL 06/11/08).

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