La Legislatura vive momentos difíciles en lo político, que no sólo tienen que ver con la poca producción legislativa. También asiste a duros cruces de denuncias verbales y penales entre los legisladores, que se pueden llegar a incrementar con el correr de la campaña electoral.
Atenta al clima espeso, la presidenta del cuerpo, Cecilia Felgueras, tuvo la idea de juntar a toda la tropa legislativa en una coqueta casa de los bosques de Palermo, llamada "El Escondido", propiedad del gobierno de la Ciudad. A la cita concurrieron casi todos, menos los representantes de la izquierda, que argumentaron: "nosotros estamos acá para representar al pueblo y no para hacer camaradería, somos pares pero no amigos".
Pero no todas fueron malas para Felgueras, que se siente satisfecha por haber generado un ámbito sin tensiones en el cual cada uno habla de lo que quiere, sin las presiones del recinto ni de las cámaras, y en el que los conflictos se ponen en palabras y no en agresiones verbales ni físicas, como la histórica entre Crespo Campos y Enríquez.
Frente a la desorganización imperante, las rupturas, las acusaciones y los reacomodamientos partidarios, aparece un hecho alentador: al menos los diputados se sentarán en las bancas correspondientes a sus nombres, donde actualmente no se sientan, debido a los cambios de lugar causados por los constantes realineamientos políticos. A pedido del diputado Mario "Pacho" O’ Donnell, se acomodaron las chapas identificatorias de los estrados de acuerdo con la nueva realidad. Por algo se empieza.
