El Secretario de Seguridad del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Diego Gorgal, es pequeño y suave, tan suave por fuera que parece todo de algodón, pero no es un burro. Dicen. Desde que se instaló en el despacho de la secretaría por tocata y fuga de Juan José Alvarez, Gorgal se permite, se permitía, un papel de reina de belleza en el que sonreía a todo el mundo y no bailaba apretado con nadie. Hijo de esa asociación de emprendedores políticos llamado Grupo Sophia, nacidos en la excitación del neoliberalismo, con retiros espirituales en countries bonaerenses donde jugaban a presentarse los unos a los otros lanzándose ovillos de lana, Gorgal terminó siendo duhaldista, y al cabo, cumpliendo la profecía de los sophíos, llegó a la función pública antes de los treinta años para gestionar políticas estatales para el bien de "nuestro querido país", como dicen ellos. En fin.
Todo el que está en política reconoce al menos un jefe que no es siempre el mismo, salvo excepciones, pero a quien se honra, se respeta y se obedece. Es una tradición que la política porteña, con sus sesenta bandas, minibandas y tríos eléctricos pone en entredicho cada día. ¿Quién manda en la capital? ¿Pancho Rabanal?, ¿Carlos Grosso?, ¿el Coti?, ¿Claudio "papelito" Crocco? Y bueh, manda desde afuera Aníbal Ibarra, desde adentro Raúl Fernández, un poquito Jorge Telerman, Alberto Fernández con algunos problemas, los muchachos de Carlos Zannini. En esa atomización, Gorgal elige cada mañana qué traje ponerse sabiendo que debe sólo estar lindo para él y para nadie más.
Con Aníbal Ibarra jugó lealmente, hizo toda la pantomima institucional obligatoria, hasta donde podía, pero en la declaración de un testigo en la última semana de declaraciones ante la Sala Juzgadora saltó una ficha que lo dejó parado de manera equívoca. Marcela Velazco, ex inspectora de la Unidad Polivalente de Inspecciones (UPI) y actual miembro de la Dirección General de Fiscalización y Control, dijo que otra inspectora Paula Trunzo le dijo que -a pedido del secretario de Seguridad, (Diego) Gorgal- se había reunido con (Horacio) Rodríguez Larreta y también con (José) Iglesias para hablar sobre el juicio político".
Esto fue el 21. El mismo día, Gorgal desmintió a Velazco diciendo "sólo quieren embarrar la cancha, el mismo Iglesias desmintió haberla visto en alguna reunión". Con eso dio por cerrado el episodio. Pero alguien no lo dio por cerrado y tres días después, llamó por teléfono a Gorgal y lo cuadró y Gorgal giró 45 grados en su silla y escribió la declaración que sigue: "Si efectivamente existió una reunión entre una inspectora porteña y Horacio Rodríguez Larreta, constituiría un hecho de gravedad institucional mayúscula que rozaría la desestabilización institucional" y agregó que esto "no haría más que arrojar una nueva mancha a las tantas que ya tiene este juicio político al Jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra". El disciplinamiento K, o a lo K, que redujo el Consejo de la Magistratura de 20 miembros a 13 se hace sentir ahora, para alivio de Ibarra, y Gorgal tuvo que cargarse a un amigo. No va a ser el primero, después de todo. Es joven.