Recelos y cortocircuitos en la cumbre del poder porteño

Recelos y cortocircuitos en la cumbre del poder porteño

Cuando volvió de su último viaje a Italia, lo primero que hizo Ibarra al llegar a su despacho fue acelerar el traspaso de la firma, que en su ausencia estaba a cargo de Jorge Telerman. El gesto podría parecer poco importante, si no fuera porque es sólo uno de los varios que se suman a una relación que dejó de ser confiable para ambos. Por qué Ibarra colocó en Cultura a Gustavo López, con quien Telerman casi ni se habla. Cómo la carrera del 2007 enrarece la relación entre el jefe porteño y su vice peronista


Aníbal Ibarra había estado en Italia invitado por el intendente romano para participar en el maratón de Miguel. Como suele ocurrir en estos casos, durante su ausencia, lo reemplazó su coequipier, Jorge Telerman. Pero, esta vez, al jefe porteño no le hizo gracia dejar la Ciudad en manos de un vice en quien ya no confía plenamente.

Así es que la mañana que volvió, no perdió el tiempo. Lo primero que hizo apenas entró a su despacho en el Palacio porteño fue activar el traspaso de la firma, una formalidad que implica retomar rápidamente el timón del gobierno y que, a la vez, no requiere demasiada prisa cuando la relación política es fluida.

Pero la relación política ya no es tan confiable para ninguno de los dos, aunque en público disimulen y hasta digan lo contrario. Esto es: los recelos son mutuos y empezaron casi después de ganar la elección porteña.

"Aníbal no se puede comprar la pelea del 2007. Si es así, va a afectar su relación con el pelado (Telerman) y también la gestión", analiza una alta fuente del Ejecutivo porteño, testigo de estos cortocircuitos.

Ocurre que Telerman es uno de los peronistas anotados para la sucesión de Ibarra -junto con Alberto Fernández y Daniel Scioli- y no se cansa de repetir que para este proyecto tiene el respaldo de su padrino político, Eduardo Duhalde. La ambición tan tempranamente blanqueada, con un jefe porteño que no puede ser reelecto -la Constitución se lo prohíbe- no sonó precisamente a música en los oídos de Ibarra.

CÓMO EMPEZÓ TODO

Pero los chisporroteos tienen su historia. Cuando estaba todo bien entre ambos y Telerman brillaba en su gestión como secretario de Cultura, Ibarra le ofreció compartir la fórmula porteña. Fue en esas negociaciones iniciales cuando Telerman le pidió quedarse con el área que entonces comandaba. Aníbal estuvo de acuerdo.

Tan convencido estaba de la seriedad del acuerdo que, un día después de haber ganado el ballotage frente a Mauricio Macri, Telerman salió a anunciar por las radios porteñas que él se quedaría con Cultura. Sus declaraciones enfurecieron a Ibarra.

Quienes conocen la personalidad del jefe porteño saben bien que a Ibarra le disgustan los gestos que lo muestren perdiendo poder. Y mucho más si lo muestran a su vice compartiendo decisiones vinculadas con la conformación del gabinete. Máxime cuando el jefe porteño se había vanagloriado de que lo armaría sin la influencia del Gobierno nacional.

"Cuando lo escuché al pelado tan suelto en la radio, pensé: ‘Ibarra lo va a fusilar’ ", recordó un legislador porteño hiperibarrista.

Así fue como el frentista no sólo no cumplió con su palabra, sino que en Cultura puso a Gustavo López, con quien Telerman ni siquiera se dirigía la palabra. "Fue como mojarle la oreja", interpretó otro funcionario, también conocedor de estos entretelones en el poder porteño.

Más adelante, cuando Ibarra armaba el gabinete para su segundo mandato, Telerman empezó a sentir la frialdad. Al punto que, cuando se conformó un núcleo aúlico entre algunos funcionarios porteños, él quedó afuera, o al menos no fue incluido plenamente. En este grupo están los secretarios más mimados, como Eduardo Epszteyn (Producción, Turismo y Desarrollo) y Roberto Feletti (Obras Públicas).

La relación se tensó al máximo cuando Telerman casi se queda sin despacho en el Ejecutivo, poco antes de asumir. Fábula o realidad, lo cierto es que un asesor le había advertido que el influyente jefe de Gabinete porteño y mano derecha de Ibarra, Raúl Fernández, tenía intenciones de extender su oficina y usar la suya aprovechando que el vice ya tenía una en la Legislatura porteña.

Así las cosas, algunos funcionarios del gabinete porteño hasta tienen ganas de mediar en el conflicto. "Un vice relegado no es bueno y hasta puede ser peligroso", analizan. La historia reciente de la Argentina parece darles la razón.

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