Roberto Lavagna será candidato a presidente en 2007 o no será nada. Eso es un hecho para él, pacte o no con Mauricio Macri y se baje o no el presidente de Boca de su postulación presidencial. En todo caso, Lavagna no se bajará. En 2007 no aceptaría ser, por caso, candidato a jefe porteño en un eventual armado opositor conjunto.
Parte de su nueva estrategia comunicacional es, precisamente, no decir todavía públicamente que será candidato. Mientras, sigue construyendo y pensando.
Está tomando clases de coaching (estrategia comunicacional) y le encargó a la consultora Mori que le arme focus group –grupos donde se exploran a los candidatos y cómo impactan en la gente- para estudiar las posibilidades de expansión de su candidatura.
“Kirchner no se definió todavía; nadie sabe si irá él o su mujer. Macri tampoco. ¿Por qué entonces le piden definiciones a Lavagna?”, reflexiona Armando Torres, quien fue su vocero y ahora es amigo y asesor informal del ex ministro. Y sigue: “¿Qué hubiera pasado si los radicales le quitaban su apoyo, como sucedió? ¿Qué habrían dicho los diarios?: se cayó la candidatura de Lavagna. Entonces, a veces es prudente esperar”, remata Torres.
Entres sus very very few, políticamente hablando, además de Torres, figuran Alberto Coto, su amigo, y “El Topo” Rodríguez, operador todo terreno. El búnker lavagnista está ubicado en Cerrito, a metros de la avenida Córdoba.
La exploración sobre su candidatura revela que Lavagna venía teniendo un problema de discurso político: básicamente, una fuerte contradicción entre lo que dice y lo que hace.
¿Qué significa, en la práctica, este diagnóstico? Que si Lavagna lanza mensajes renovadores y progresistas pero se muestra con Raúl Alfonsín o Eduardo Duhalde –o algunos de sus íconos-, los ciudadanos terminarán identificándolo con lo viejo y no con lo nuevo. Ésa es la razón por la que, cada vez con más intensidad, se lo empieza a ver al ex ministro con actores de la sociedad civil, técnicos menores de 45 años e, incluso, un look más moderno.
“Yo no tengo jefes”, dirá una y otra vez, en reuniones reservadas y públicas. Esto significa, en su nuevo discurso político, despejar toda duda de que, detrás de Lavagna, no están Duhalde y Alfonsín marcándole la agenda. Si logrará convencer a la gente o no, nadie lo sabe, pero ésa es la idea.
Obviamente, todos en el búnker de Lavagna son concientes de que Kirchner o Cristina serán reelegidos ampliamente en 2007. Ellos, en todo caso, aspiran a hacer un poco de fuerza y guardar al candidato para el próximo turno. También, se preparan para algún milagro: que el efecto K pierda su magia; Kirchner se caiga por alguna razón y que entonces, en su lugar, haya un eventual candidato de recambio.
QUÉ HACER CON KIRCHNER
¿Confrontar con Kirchner o no, durante la campaña electoral? En principio, la estrategia del ministro será “desenmascarar” la supuesta fortaleza presidencial, según Lavagna. Sus gurúes le aconsejan –y él está de acuerdo- en que debe transmitir que él conoce bien al verdadero Kirchner por haber trabajado estrechamente con el Presidente. Veamos qué dice ahora Lavagna.
“Yo conozco bien a (Néstor) Kirchner, y en el fondo, detrás de su estilo prepotente, hay un hombre muerto de miedo –advierte, en reuniones reservadas- La gente cree que es un visionario, un tipo poderoso y no es así. Detrás de su soberbia, hay una profunda inseguridad”.
Otra novedad de su campaña será introducir temas de debate, que no tengan que ver específicamente con su propuesta. Ejemplo: Carlos Campolongo, que desde el Foro Porteño, apoya la postulación del ex ministro, preparó hace unos días unas jornadas sobre “El Miedo y la Política”. Allí nadie habló de Kirchner, pero el mensaje resultaba obvio. Disertaron dos intelectuales, Alejandro Horowicz y Silvio Maresca, sin vinculación con el armado de Lavagna. La jornada la cerró el economista. Y nadie habló de candidaturas, ni de campañas.
Bajo esta nueva luz, está convencido de que, cada vez que Chiche Duhalde sale en los diarios elogiándolo no hace más que sepultarlo. No puede, deduce, presentarse como lo nuevo cuando las imágenes mediáticas lo muestran con lo peor de lo viejo.
En contrapartida, quiere sumar liderazgos ciudadanos, al estilo del rabino Sergio Bergman y distintos actores de la sociedad civil. Allí hay una coincidencia con Lilita Carrió, por ejemplo, cuando habla de lo “nuevo”. Allí apuntó cuando se presentó en La Rural junto a técnicos y profesionales menores de 45 años.
Finalmente, de aquí en más veremos a un Lavagna más desacartonado. Sus asesores buscan ablandarle el look, así es que lo veremos aparecer con saco azul y botones dorados, más canchero y hablando de fútbol en programas de mucho rating.