El país que se quedó sin la cabeza (de Goliath)

El país que se quedó sin la cabeza (de Goliath)

Por Alejandro Horowicz.

"El problema del gobierno es que no hay gobierno. Es un gobierno sin autoridad, un poder que no pudo hacer cumplir la Ley, la Constitución Nacional, que prohíbe expresamente en su artículo 14, que se paralice la libre circulación de bienes y personas".


Alejandro Horowicz piensa la materia de la política, la ideología, como una brújula que a veces estalla. El mejor periodismo no prescinde de claridad e ideas, aunque a las ideas el periodismo no puede aplastarlas.

El problema del gobierno es que no hay gobierno. Es un gobierno sin autoridad, un poder que no pudo hacer cumplir la Ley, la Constitución Nacional, que prohíbe expresamente en su artículo 14, que se paralice la libre circulación de bienes y personas. Esto, con independencia de lo que se esté discutiendo, en este caso, la utilidad o la inutilidad de las retenciones móviles. El Poder Ejecutivo no hizo pesar su autonomía respecto de los otros poderes. Desde un principio, el gobierno confundió prohibición con represión, hasta que se quedó sin autoridad. Este es un gobierno que carece de autoridad. El gobierno de Kirchner, como el de su esposa, decidió no reprimir, pero no reprimir no quiere decir dejar que cualquiera haga lo que quiera. Para que quede claro: una cosa es repartir palazos y otra es hacer cumplir la Ley. La Ley, en la Argentina tiene un texto fundacional, la Constitución.

Si a cualquiera se le ocurre cortar rutas durante cien días, lo que está haciendo es violar la Constitución. Entonces, la oposición entre ceder a las demandas sectoriales y reprimir, es una falacia. El Poder Ejecutivo perdió autoridad porque no ejerció el derecho constitucional de reprimir, con los medios que la misma Constitución habilita, la violación de un artículo de la Constitución. E insisto: el Poder Ejecutivo está determinado por imperativos distintos al Poder Judicial y al Poder Legislativo.

El acto del miérocles no sirvió más que para ganar un poco de aire, pero en el ámbito legislativo, el juego es otro. Si el proyecto del gobierno llega al Congreso a carpeta cerrada, el pedido para que se abra la discusión, incluso de un solo legislador, opositor u oficialista, disidente o lo que sea, obliga a reabrir la discusión: una discusión que se podría volver eterna pero que resultó permitida por la falta de autoridad (y de autonomía) del Ejecutivo respecto a los otros poderes. El peronismo gana por mayoría simple en ambas cámaras. Entonces, independientemente del resultado de ese debate, se volvería al punto de partida. Esto es, tener que ceder o reprimir. Es un brete muy complejo, o muy sencillo. Dicho de otra manera: los agroindustriales no querían que se moviera nada, querían que todo siguiera igual, y más allá de lo que uno piense o crea, eso tenía cierta lógica.

¿Qué lógica? La lógica del país productor y exportador de alimentos sin valor agregado. Esto es, una reprimarización de la economía que se agrava año tras año y gobierno tras gobierno desde las primeras medidas de José Alfredo Martínez de Hoz, ministro de Economía de la última dictadura. Es una cuestión estructural. Este era el momento ideal, acicateada por la crisis alimentaria global y la demanda de oleaginosas, y después de salir, con elementos clásicos, de una crisis local gravísima como la del 2001, para dar un salto adelanto, un salto de calidad, un salto cualitativo. Ignoro si se estaba pensando en esos términos (sospecho que algunos miembros del gabinete sí). Y aunque no se trata de las personas solamente, es evidente que hubo mucha apuesta al monocultivo.

Es extraño: no se conocen experiencias prósperas en países dedicados al monocultivo. El monocultivo exitoso suele ser condición de posibilidad para una diversificación de la producción. Acá pasó al revés. Algo no funcionó. Es que si no se va a tomar la decisión de cambiar el patrón de acumulación (la estructura impositiva regresiva, la coparticipación federal), ¿qué sentido tendría subir las retenciones? De hecho, con lo que se recauda, sobra. Pero para cambiar de patrón de acumulación hay que tener una estrategia política, una política. Y lo que no tiene este gobierno es una política.

Horowicz nació en 1949. Es profesor titular de Los cambios en el Sistema Político Mundial, Sociología, UBA, autor de "Los cuatro peronismos" (Edhasa), de "Diálogo sobre la globalización, la multitud y la experiencia argentina", junto con Toni Negri y otros (Paidós), de "El país que estalló" (tomos I y II, Sudamericana). Es historiador y periodista. Entre 1998 y el 2000 dirigió, junto con Horacio Embon, en radio El Mundo, "El Colador". Como analista político colabora en diarios y revistas y en la actualidad esta preparando un trabajo sobre el período 1976 ? 2001 cuyo titulo provisorio es "La mayoría amorfa. Historia contemporánea de los argentinos".

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