A las 17:25, llega Aníbal Ibarra, entre los vítores de sus partidarios, que le auguraban un triunfo que sólo tiene como basamento algunas encuestas a boca de urna que le otorgan al actual jefe de Gobierno unan ventaja de entre tres y cuatro puntos sobre su rival, Mauricio Macri.
Ibarra y su compañero de fórmula, Jorge Telerman, se mostraron "tranquilos y confiados", rodeados de cables, micrófonos y cámaras de televisión. Se los veía de buen humor, después de los sofocones que debieron soportar durante una campaña en la que no siempre el rostro de las victoria sonrió para ellos.
Un rato antes, a las 16:30, reinaba la tranquilidad en el mucho más modesto "bunker" que contrató Fuerza Porteña para seguir la marcha de las elecciones, en el Palacio San Miguel, de Bartolomé Mitre y Suipacha. En la primera vuelta, los porteños veían como un despropósito la apelación de Aníbal Ibarra a los votantes de Luis Zamora desde el Hotel Hilton, un símbolo de la cultura norteamericana.
Los numerosos funcionarios del Gobierno porteño que atendían a los periodistas dejaban caer "off the record" la versión de que la fórmula de Fuerza Porteña va adelante en casi todas las encuestas a boca de urna, una especie que deberá ser confirmada por los hechos.