"Sabemos cómo deben resolverse los problemas que hay en la vía pública", dijo el subsecretario de Fiscalización y Regulación, Marcelo Antuña. Los diputados y el público presentes -sentaditos todos en el Salón Montevideo, en torno a la gran mesa en la que se ubican los que acuden a las citaciones a los funcionarios- se quedaron de repente inmóviles, hasta que una voz apenas audible se preguntó: "entonces ¿porqué no los resuelve?". Pocos escucharon la voz del vecino, pero algunos asintieron en silencio. La ciudad es un caos y todos lo sabían.
La citación incluyó a la secretaria de Gobierno y Control Comunal, Silvana Giúdici, y a sus colaboradores principales, entre los que se contaba también el director general de Habilitaciones y Permisos, Martín Schmukler.
El cuestionario que prepararon los habitualmente combativos diputados para interrogar a Giúdici y su equipo fue de un paupérrimo nivel. Ni siquiera Crespo Campos es el que era, ya que en esta ocasión su nivel de interrogación no pasó de algunas obviedades y de algunos chistes no menos obvios.
El único diputado que fue incisivo y que asistió a la reunión sabiendo lo que había que hacer fue Jorge Enríquez, que en tiempos de de la Rúa fue subsecretario de Gobierno y encabezó entonces algunos operativos de control de la vía pública.
Antuña dijo, en resumidas cuentas, que la Secretaría está trabajando en consenso con los vecinos, los comerciantes, los vecinos y los artesanos; que hay un proyecto para modificar la ordenanza que prohibe la instalación de choripanes, porque "prohibir que existan los puestos de choripán es como tratar de prohibir la pobreza y la indigencia", además de notificar la próxima apertura de un registro de puesteros y artesanos.
Los diputados, ante su falta de preparación, se limitaron a afirmar -para la tribuna- que "estamos en un viva la pepa" -Fernando Finvarb (ARI)-, y "la Ciudad ha abandonado -con la excusa de la crisis social- su decisión de ejercer su poder de policía" -Atilio Alimena (Demócrata)-.
Se notaban en este interrogatorio una serie de técnicas políticas poco recomendables. Preguntas efectistas -algunas conteniendo frases aparentemente duras-, pero con escasos fundamentos, y respuestas de parte de los funcionarios dichas con voz monótona y monocorde, aptas para dormir al enemigo. Lo que se dice, una tarde perdida.