En la recorrida por los pasillos de los hombres clave del ibarrismo uno respira la sensación que lo peor ha pasado, que las cosas al calor de las medidas que se van tomando se estan acomodando de a poco y que -a pesar del dolor y sus consecuencias- ya falta menos para que el tablero de las decisones vuelva a estar como antes de la tragedia. Falso.
Si uno recorre despachos más ligados al peronismo en todas sus versiones -la más cercana de los K, la mediana peronista a secas y la furiosa macrista-, escuchará acerca del grado de deterioro irreversible que alcanzó el jefe de Gobierno, Aníbal Ibarra al que califican con la boxística palabra "knock out" y -a pesar de que hay una mayoría decisiva a favor de la gobernabilidad- como buenos "perucas" todos especulan con el "cómo y el cuándo" sin importarles mucho qué piensan desde el oficialismo. También falso.
Ni lo uno ni lo otro, la situación cambió totalmente pero no para tanto.
El desembarco de Juan José Álvarez en el gabinete fue precedido de dos reuniones claves y confidenciales. En las mismas se discutió fuerte, con dos ideas de avance completamente diferentes. Álvarez pidió todo lo que pudo a partir de una filosofía cercana a la intervención, incluso amenazando con la renuncia en más de una ocasión. El ibarrismo en un primer momento no llegó a transformar la bronca en respuesta a la invasión inimaginable días antes. Aníbal Ibarra, Jorge Telerman, Vilma Ibarra y Raúl Fernández estrechaban filas bombardeando la cabecera de playa del peronismo.
Ya con el cuerpo extraño adentro, tuvo que ser el Colorado Fernández el que le pusiera a su manera el cascabel al gato, deteniendo hasta lo razonable la entrada triunfal de Álvarez, que a esa altura se había llevado puesto a Marcelo Antuña y todas las renuncias de los directores arriba de su escritorio (algunas se siguen discutiendo). Allí nació entre los dos, aunque con forceps, una nueva gobernabilidad de cabotaje mientras "orejean" las cartas con las que les va tocando jugar.
Néstor Kirchner, quien calló en esta instancia quizás por consejo de Alberto Fernández, más bien aceptó la propuesta de Eduardo Duhalde de indultar a Álvarez tras una vieja pelea, y le aconsejó a Ibarra concurrir a la Legislatura lo más rápido posible "para evitar la judicialización del problema". La otra movida importante desde Balcarce 50 fue sugerida por Alicia Kirchner, quien se encargó de asistir en absolutamente todo lo que necesitaran las víctimas, mientras Aníbal Fernández les proporciona abogados que terminarán yendo seguramente contra la Ciudad.
El jefe de Gobierno -al que se lo vio descolocado luego del shock inicial- ya lo había decidido incluso antes de que se tratara el pedido de interpelación. Ahora intenta solamente ganar tiempo y mayor tranquilidad social, mientras que tres de sus principales operadores están a cargo de "la visita".
El peronismo se alborotó de una manera como no sucedía hace años. Los que responden a Alberto, tironeados por el SUTERH de Víctor Santa María y por Alberto Iribarne, entienden que es el momento adecuado para hacerse cargo del partido e imponerles su impronta. GESTA y el Frente de la Victoria parecen haber quedado arrasados por la ola pejotista que generó la llegada de Álvarez. Un cauto Daniel Scioli apuesta a no confrontar a pesar de ser el dirigente de ese signo político mejor posicionado en la Capital. La lección de la Secretaría de Turismo la aprendió y ahora camina sobre tierra firme esperando a que lo necesiten y lo llamen, algo que ya sucedió en otras ocasiones por parte del hoy todopoderoso Alberto Fernández. A propósito de éste, se le conoció un intento telefónico para salvarle el pellejo al segundo de Vilma Ibarra, Marcelo Antuña, algo que finalmente no logró. Antuña irá al "freezer" al menos en esta coyuntura, no sin antes haber intentado tirar el escritorio por la ventana cuando conoció el veredicto.
Lo que defina el peronismo -con o sin interna- será decisivo a la hora de medir posibilidades, ya que es el elemento clave del cambio de escenario. Un personaje que puede ser decisivo en la entente Kirchner-Duhalde para el futuro porteño será el diputado nacional Jorge Argüello, quien ya mandó a su alto coronel a integrarse al bloque K.
Desde estas páginas -obviamente antes del incendio de Cromañón- se sugirió en anteriores notas que Mauricio Macri tenía todo para ganar y nada para perder en este distrito más allá de la tira que encabezara. El empresario -que tiene un piso de casi 30 puntos de intención de voto- parece estar definido tras el aceleramiento de los tiempos. Aquella imbatible Elisa Carrió de la que hablaban todas las encuestas sólo era posible si el candidato de la alianza de los dos oficialismos defeccionaba estrepitosamente en los comicios. Raúl Fernández, un conocedor al dedillo de la Ciudad ya hablaba de tercios en su imaginario electoral en los últimos días antes de la tragedia.
Hasta los radicales han encontrado la excusa para volver a hablar como tales, apuntando sus dardos a la incorporación del "duhaldismo" al gobierno de Ibarra. Dicen que de ese modo es imposible para ellos acompañarlo al ex fiscal, una postura opuesta a la conducción de sus correligionarios bonaerenses, hoy convertida en apéndice de Duhalde.
Este panorama empezará a definirse cuando Ibarra (y seguramente Álvarez y Fernández) caminen los cien pasos (pero por Perú) hasta la Legislatura, algo que todos anuncian como inminente. Ibarra irá con la descripción de lo sucedido, con alguna autocrítica desde la responsabilidad del Estado, con lo realizado hasta el momento con las víctimas y familiares, un cuadro de situación en lo que respecta a la gestión operativa y algunas propuestas a consensuar con la oposición rumbo a una política de Estado en la materia a mediano plazo.
La oposición, como siempre, es una incógnita despareja, la mayoría de los discursos arreciarán sobre el Gobierno por derecha y por izquierda, pero se desconoce qué poder de perforación tendrán los mismos y qué ordenarán algunos que no estarán esa tarde allí sentados. En general pronostican munición no mortal. Todos suponen que Ibarra no saldrá bien parado, pero saldrá.
Allí chocarán o coincidirán dos precandidatos de la Provincia de Buenos Aires en su esquema de seguridad para la visita: Aníbal Fernández y Juanjo Álvarez. Esto nos lleva a otras incógnitas que se presentan de aquí en más en la Ciudad: ¿el Gobierno nacional acelerará el traspaso de la Polícía Federal ahora que esta Álvarez en la Ciudad?; ¿a Fernández le conviene una gestión modelo de su compañero y ex jefe policial? ¿El plan que habían acordado con Juan Carlos López se mantendrá igual?
La impresión luego de escuchar las distintas estrategias, es que el Gobierno de la Ciudad minimiza el nuevo escenario, la duración del mismo y lo reduce a un factor exógeno que algún día se irá. Una mejor opción parecería la de asumir la situación tal como ya está y entre los diferentes actores -sean propios o no- construir una salida en conjunto que los aleje de futuros naufragios del mismo barco. Ya nada volverá a ser lo que alguna vez imaginaron para adelante.
Para los que ven el fin de la película, los especuladores de todos los pelajes arriba citados, deberían recordar que Ibarra lleva dos triunfos seguidos en la Ciudad -ante Domingo Cavallo y Macri-, que sobrevivió a la huida de la Alianza en el 2001 y que ya demostró en más de una ocasión que es un hábil piloto de tormenta. Y también deberían haber aprendido que si no hay knock out, a Ibarra por puntos no se le gana.