"No concebimos una salida política individual de Aníbal", afirman en el entorno del jefe de Gabinete, Raúl Fernández. "Son muchos los esfuerzos que se están realizando en todas las áreas para que esta gestión permita generar una fuerza de centroizquierda que trascienda esta etapa y que siga teniendo a Ibarra como conductor", concluyen cerca del Colorado. Y reconocen que no les gusta la palabra "posibarrismo".
Raúl Fernández pretende por estos días dedicarse de lleno a la faz operativa de su cargo y, aunque evita dejar librada a su suerte las elecciones del 2005, tampoco le dedica hoy más tiempo que el indispensable.
Sus operadores entienden que "el Gobierno nacional es naturalmente un aliado, pero hoy no tenemos en este distrito objetivos ni responsabilidades exactamente similares ya que son distintas las necesidades. Nosotros desde el Gobierno tenemos que dar respuestas a todos, a los amigos y a los no tanto del Gobierno nacional", señalan, mientras se acarician algunas de las cicatrices que van dejando los cruces.
Acerca de la construcción del espacio deseado admiten que no será fácil, pero "tenemos la ventaja que conocemos operativamente cada uno de los temas que nos proponemos, no pasamos en vano casi cinco años de lidiar cotidianamente con ellos". Allí piensan que confluirán todos los progresistas porteños ya sean éstos peronistas, socialistas, dirigentes de organizaciones sociales o sindicales e independientes, sin dejar de lado algún radical (quizás Gabriela González Gass) ya que, como en el caso de Gustavo López ahora, siempre hay alguno en las cercanías del jefe de Gobierno.
No olvidan que la centroderecha en este distrito convoca a más del 30 por ciento del electorado como lo demostraron las dos elecciones anteriores. "No nos podemos dar el lujo de ir divididos", sostienen, con cierto grado de realismo.
Hoy miran como va armando Jorge Telerman, un hombre que siempre midió bien en este distrito. "Aníbal siempre lo querrá en su equipo", aseguran los "coloradistas", más allá de lo que haga el calvo vicejefe, que mantiene una amplia articulación, como si previera que en algún momento llegará su turno. "No jugará en el 2005 como candidato a diputado nacional", afirman los hombres cercanos al presidente de la Legislatura, mientras preguntan cómo digirió la comunidad política el locro que Telerman realizó el 9 de Julio.
Todos en "el club" tratan de mantener el barco a flote. "Si lo logramos en el 2002 con los restos de la Alianza, ahora estamos mejor" se ufanan los funcionarios. Mientras Juan Carlos López, un paladar negro del esquema, se mueve al ritmo de los borradores jurídicos y policiales planificando mejorar la seguridad del distrito, Roberto Feletti, con un ambicioso Plan de Obras cuatrienal, pretende edificar la vertical del Gobierno y su propia proyección política.
Desde el ibarrismo intuyen que el kirchnerismo vendrá por todo, algo que les parece legítimo y normal aunque ofrezcan resistencia. "Si no, no serían peronistas", razonan en voz baja pero "sin gorilismo", aclaran. Saben que no es el momento de plantear la contradicción. También existen sectores dentro del Frente Grande más proclives a "acordar ya" la estrategia distrital dentro de la agenda nacional del kirchnerismo, quizás el mayor punto de conflicto interno.
Chacho Álvarez alguna vez le dijo a Ibarra que si no ponía la cabeza de la lista de diputados nacionales en el 2005 sería el principio del fin de su gobierno. Una incursión periodística en este tema desde el gobierno local desató un terremoto entre los aliados que hoy parece superado. "De a poquito y por las piedras" avanzan ahora cerca del jefe de Gobierno, mientras repiten a los cuatro vientos que "sólo una buena gestión salvará los proyectos futuros".