En el reportaje se pudieron distinguir todos los clichés que suelen utilizar habitualmente los funcionarios de la administración Pro, como el de “estamos mejorando el microcentro” o “estamos mejorando la vida de la gente” o “estamos mejorando Florida” y también las justificaciones Pro, como la de: “estamos en el medio del cambio, cuando terminemos todo va a estar mejor” o el mejor de todos: “hicimos mucho pero todavía falta”, que el funcionario, un hábil gambeteador, suele utilizar profusamente, al igual que otros encumbrados integrantes de la cúpula del Gobierno porteño.
Para explicar las molestias que sufren muchos vecinos a causa de las obras que está encarando el Gobierno porteño, en especial en el Microcentro, el jefe de Gabinete de Ministros de Mauricio Macri se colocó, en principio, de parte de los quejosos: “al que le tocan las obras en la puerta de la casa se queja porque están 8 o 10 meses. Se están haciendo mucha obras”, cerró, casi a las puertas de la comprensión.
También se refirió a las obras que entorpecen el andar de los caminantes de la calle Florida. Como era de esperar, comenzó con un esperanzado: “estamos mejorando Florida”, para luego adelantar que “la idea es que la mitad del Microcentro sea peatonal”.
Entre otras confesiones, Larreta relató que “me levanto a la mañana temprano para correr. Con Guillermo Dietrich corríamos para ver la obra del Metrobus”, sin tener en cuenta que la deuda de oxígeno es una mala consejera para evaluar obras, en especial si se contrae taaaan temprano.
Luego, el jefe de Gabinete se refirió a un polémico tema como es el enrejado de las plazas. Si se plantea como el Teorema de Larreta podría decirse que su Planteo fue: “las plazas enrejadas se cuidan mejor”. La Demostración, si el Planteo fuera correcto, sería -como dijo Larreta- que “en plaza cerrada no entran vándalos”. El problema es que una reja difícilmente detenga a un fascineroso con intenciones de depredar, pero es muy eficiente para detener a los ususarios que quieren disfrutar del espacio público, que difícilmente osarían eludir la prohibición que significa la sola presencia de un obstáculo estatal que impide el paso.
“Ahora la gente nos agradece las rejas”, volvió a poner sobre el tapete Larreta, para condolerse luego con que “es la realidad que nos toca”. En cuanto a la polémica decisión de aislar el Parque Lezama, el funcionario planteó que “está demorado el enrejado, pero no está frenado. Hay una discusión con los vecinos. Las plazas enrejadas se cuidan mejor”. Contrario sensu, se podría agregar que “las plazas enrejadas se disfrutan peor” (Teorema de Ríos).
Otro problema de la urbe porteña suelen ser los semáforos. La mayoría de ellos entorpece el tránsito en lugar de hacerlo más fuido. Funcionando como lo hacen por estos días, sólo sirven para evitar choques en las esquinas. Frente a esta problemática, Larreta contestó más como un hábil declarante que como un funcionario conocedor de las viciscitudes de los porteños, que “estamos cambiando todos los semáforos de la Ciudad”, dijo y alegó que “la descoordinación es sólo en las calles de doble mano”, para agregar ante las dudas, que todavía “estamos en medio del cambio”, ubicando el problema como un tránsito entre lo diabólico heredado y un futuro de dicha celestial elaborado.
Sobre las escaleras mecánicas, Larreta volvió a contestar con astucia. Primero reconoció que “hay un 10 o 15 por ciento que no andan”, sin siquiera consultar un archivo. Luego contraatacó con que “se recuperaron muchas, pero todavía falta”, siempre sin dar precisiones.
Finalmente, volvió a augurar un futuro venturoso: “Estamos poniendo una cinta mecánica en Retiro, como las que hay en los aeropuertos”.